La fábrica de harinas (Macotera)

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Todavía se muestra flamante por fuera como, con ganas, de servir para algo; pero no es así: sólo los pájaros campean a sus anchas y las arañas tejen, en el vacío, sus finas y transparentes telarañas sin descanso. Edificio nos recuerda una actividad que dio el pan a muchas familias y mantuvo creciente una población, que, hoy, se angosta a pasos agigantados por falta de ideas e iniciativas, Para el futuro, sólo nos queda hacer historia. El edificio de la fábrica se construyó entre los años 1946 y 1950. Como era vecina del monumento al Sagrado Corazón de Jesús, inaugurado por entonces, los dueños, los Domínguez, optaron por ponerla bajo la protección del Sagrado Corazón. La obras las dirigió un equipo de arquitectos y aparejadores catalanes y los albañiles macoteranos, Braulio y sus hijos Juan Antonio y Laureano con un grupo de obreros, se encargaron de levantar la estructura del edificio.

Si nos adentramos en su interior, visualizamos cuatro plantas: el sótano, donde se hallaban los motores y elementos de transmisión de la maquinaria; la primera planta albergaba los molinos, dispuestos en batería; la segunda guardaba la maquinaria de eliminación de los subproductos que tiznaban la harina y la tercera era recorrida por la red de tuberías de acceso a la harina y de refrigeración.

Adosada a estas plantas, existe una torreta ocupada por grandes depósitos para almacenar agua y la sección de rociado. Estos depósitos se llenaban con el agua de un pozo, abierto en el patio de luces, hasta que, por fin, se instaló la red de agua pública. En el sótano, al inicio de las obras, se abrió un pozo artesiano, que nunca llegó a dar agua a pesar de su profundidad. A lo largo de la vida de la fábrica, se emprendieron varias reformas, buscando el mayor rendimiento y competencia. En este aspecto, se reemplazaron los elevadores por un sistema automático; se sustituyó la maquinaria por otra más moderna, se montaron silos de almacenamiento; básculas para el envasado en sacos de papel por el sistema de válvula y una sección de empaquetado de harina en bolsas de kilo y medio.

Nos cuenta Gregorio Blázquez el proceso de fabricación: “El trigo se depositaba en un foso cónico, llamado piquera, donde, por mediación de unos elevadores, se transportaba a la “sección de limpia”; aquí, al trigo se le libraba de todas las impurezas y quedaba listo para pasar a la “sección de lavado”; de este espacio, se le elevaba al “departamento de rociado”, donde se le sometía a una lluvia fina hasta proporcionarle la humedad necesaria para su molturación; a continuación, se le depositaba en unos grandes depósitos, donde permanecía en reposo durante 18 ó 24 horas; culminado este tiempo, pasaba directamente a la molturación”. Se fabricaban varios tipos de harina: harina panadera, que se destinaba a las panaderías; galletera y normal, materia prima de fábricas de galletas y pasta; y la de gran fuerza o churrera, para la elaboración de churros y repostería.

El envasado, en un principio, se hacía en sacos de yute de cien Kilos; posteriormente, se realizó en sacos de papel de cincuenta.

Durante muchos años, se trabajaban las veinticuatro horas del día, en turnos de ocho horas y, en ocasiones, se llegó a trabajar los domingos.

El transporte se llevaba a cabo por ferrocarril y por carretera, y los mercados principales se centraban en la provincia de Salamanca, Galicia, Extremadura y Ávila; también, se abasteció a zonas de Andalucía, Asturias, Madrid, Valencia e incluso a algunos países árabes.

Por último, es justo citar a las personas, que, en su día, trabajaron en la fábrica. Personal de oficina: contables, el señor José Antonio y Gregorio Blázquez; oficinistas, Antonio Román, Antonio Armenteros, Jesús García Trigo, Ángel Walias, Marcelino González, Antonio García, Pedro Campos y Miguel Bautista. Molineros, Jesús García, Juan Antonio García, Antonio Pérez, Antoliano Pérez y Antonio Hernández. Pinches, Agustín García, Jacinto García, Antonio Labajos, Manuel Martín, Luis Hidalgo, Juan Hernández y Restituto Bóveda. Chóferes, Claudio Sánchez, José Méndez, Juan Antonio Blázquez, Juan González, Pedro Guerras, Fabián Caballo y Francisco Zaballos. Encargado, Francisco González; encargado de personal, Agustín Bóveda; encargado de recepción del trigo, José Manuel Losada; encargado de facturación, Guzmán Jiménez. Empacadores, Juan González, Tomás González, Pedro Caballo, Restituto Bóveda, Francisco Jiménez y Pablo Nieto. Mozos de carga y descarga, Manuel Bueno, Higinio García, Antonio Hernández, Rafael Hernández, Gregorio Zaballos, Juan Bautista y Eugenio Sánchez. Carreteros, Indalecio Bautista, Juan Bueno y Elías Nieto. Encargado de la granja, Aquilino Sánchez. Guarda de noche, Manuel García. Otros empleados, Julián de la luz, Gregorio González y su hijo, Bibiano. Cosedoras de sacos, Rosalía la Marciana, Rosa Madrid, María Zaballos, Petra Hernández, señora Lucía, Mª Francisca Rodero, Francisca Zaballos, María Sánchez y Rosario Bautista. Empacadoras de harina, Catalina Bóveda, Matilde Bóveda, Manuela Bóveda, Gertrudis Bueno y Beatriz Sánchez. Empledas de hogar, la señora María González y su hija, Agustina. Posiblemente, quede alguna persona más, pero no la recordamos.


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Articulo extraido de la bibliografía de Eutimio Cuesta Hernández sobre Macotera. Cedido voluntariamente por el autor macoterano. Muchas gracias por colaborar en este proyecto.