Cofradías y mayordomías (Macotera)

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Cofradía de la Santa Veracruz

Cuando se vive la Semana Santa, en las tertulias que se organizan por motivo del bacalao del Viernes Santo o del chocolate con bizcochos que se toma después del Vía Crucis del mismo día, siempre se alza una voz con la propuesta: ¿Por qué no preparamos aquí una cofradía al estilo de las ciudades? Alguna vez, se llegó a pedir a una cofradía salmantina sus estatutos, como referencia, para llevar a buen puerto la idea. Pero, como en casi todo, el pensamiento quedó reducido a buenas intenciones; en cambio, esos sueños, hace muchísimos años (1574), fueron una auténtica realidad en Macotera. Apenas se hubo inaugurado la iglesia, cuando se dieron los primeros pasos para crear una cofradía. La idea surgió de un predicador franciscano, don Pedro de Soto, que quedó impresionado por la devoción y celo que el pueblo sentía por la Santa Cruz. Se lo propuso a los clérigos del lugar, don Juan Caballo y don Andrés Sánchez, les cayó muy bien la iniciativa y decidieron reunir a unas cuantas personas; entre ellas, se encontraban Baltasar Blanco, que fue nombrado alcalde de la cofradía, Domingo Prieto, Martín Bárez y Gonzalo Martín. El padre franciscano, don Pedro de Soto, elaboró las ordenanzas, que habían de regir ésta. Marcharon a Salamanca. Don Diego López de Álava, catedrático de leyes, les dio el formato legal, y, con todo, se personaron ante el señor Provisor General de la diócesis, dirigida, entonces, por el Obispo don Pedro González de Mendoza. Le parecieron buenas y justas, y se aprobaron. A esta cofradía, se le conoce con el nombre de Veracruz o de la Santa Cruz. Estaba dirigida por dos alcaldes, dos mayordomos y los ayudantes: dos mullidores y dos diputados; estos últimos se encargaban del orden de la procesión. Su fiesta principal se celebraba el día 3 de mayo, el día de la Cruz. Asistían todos los cofrades a misa y a la procesión portando candelas. Después de misa, tomaban un refresco, en el que consumían treinta cántaros de vino, pero esta costumbre, por ciertos “abusos y escándalos”, fue prohibida. Los cofrades estaban obligados a acudir a los entierros de sus compañeros y misas de cuerpo presente. El Jueves Santo, el Jueves de la Zena, (como lo llamaban ellos), por la noche, celebraban la “procesión de las disciplinas”. Se trataba de una verdadera manifestación de dolor y de profunda penitencia. Los cofrades llevaban su túnica, abierta por detrás, con la cara cubierta, y no podían llevar “seña alguna conozida ni hablar palabra en la prozesión por donde sea conocido; el que fuere detrás, sea obligado de le acusar, so cargo del juramentto que ttiene fecho”. La disciplina consistía en irse golpeando las espaldas con correas, cordeles con nudos y cilicios. Se curaban las heridas con sebo de negrillo. Las mujeres y los hombres mayores de 40 años no estaban obligados a disciplinarse, aunque alguno, por propia voluntad, si deseaba hacerlo, no se le ponía impedimento. Los hermanos cofrades mayores, exentos de las disciplinas, se les exigía ir confesados, descalzos de pie y de pierna y rezar treinta padrenuestros y treinta avemarías. Cada ordenanza finalizaba con un castigo al infractor (pena). No faltaba quien pagaba dos o tres fanegas de trigo para librarse de la disciplina. Existía una relación muy estrecha entre ellos, se consideraban hermanos de verdad: Compañeros. Si alguno caía enfermo y necesitaba cuidados, el alcalde de la cofradía nombraba, cada noche, dos cofrades para que lo acompañasen. Tenemos referencia de que esta cofradía inició su andadura hacia l574, y en 1813 aún existía. Se conservan dos libros, en los que se recogen sus ingresos y gastos. Llegamos a contar, en alguna ocasión, trescientos treinta socios.

La colación

Los cofrades, después de la procesión de las disciplinas, tomaban un refrigerio en el que no faltaba el vino. Se cometieron algunos abusos, pues el alcohol no es muy amigo del orden y de la moderación. El señor Visitador estuvo a punto de acabar con esta costumbre, pero, dado el esfuerzo y pérdida de energías durante una procesión tan dura, siguió con la licencia; no obstante, con un llamamiento al comedimiento: “Y por quantto es laudable costumbre legíttimamentte yntroducida, en la noche del Jueves de la Zena, los cofrades de la santa Vera Cruz tengan, después de la disciplina, una moderada colazión; estta la permitto y dejo en uso y observazión con tal que sea moderada, sobre cuio cumplimientto encargo a la concienzia de los curas y cofrades”. La colación del Jueves Santo consistía en un trozo de pan, que le daban el nombre de canttilla (cantero de pan) y un puchero de vino. De aquí parte la vieja costumbre, que mantenían los jóvenes, de hacer limonada el Jueves Santo.Por su interés y por tratarse de uno de los documentos más antiguos que nos legaron nuestros antepasados, expongo algunos puntos de sus ordenanzas.


Ordenanzas

Primeramente ordenamos que el escrivano de dicha cofradía reciva juramentto a qualesquier cofrade que, en adelantte, enttrare, y que el tal cofrade jure de guardar ttodo lo que fuere ordenado y, en adelantte, se ordenare, so pena de no le admittir en dicha cofradía.

Item, ordenamos que ttodos los cofrades sean obligados a se disciplinar astta que ayan los quarentta años cumplidos, so pena de una libra de zera, a no ser que tengan lexittimo ympedimentto, el qual se han de obligar de dar al alcalde de la cofradía y a los mayordomos, bajo susodicha pena.

Item, ordenamos que ttodos los cofrades de sangre sean obligados a yr confesados y descalzos de pie y de pierna, y con disciplinas de sangre, so pena de diez maravedís y una libra de zera.

Item ordenamos que qualquier sacerdotte que enttrare por cofrade sea libre de pagar la entrada, con carga de una missa rezada cada un año por los cofrades vivos y difunttos de la cofradía, y que goze de la disciplina.

Item, ordenamos que qualesquier cofrades y cofradas, que enttraren en estta cofradía, paguen la enttrada cada uno de medio real.

Item, ordenamos que el Jueves de la Zena, en la noche, en cada un año, anttes que salga la prozesión de la disciplina, ttodos los cofrades sean obligados a benir al hospittal de dicho lugar, (actual Ayuntamiento), en oyendo la campana la segunda vez, para que den fe si esttán confesados y que se vea que esttán ttodos; y al que faltare al requirir, pague de pena un quarterón de zera.

Item, ordenamos que, después de junttos los cofrades, el Jueves de la Zena en la noche, ordenen su prozesión saliendo de la Practtica (plática o sermón), y salga del hospittal y bajen a la yglesia maior, y a la hermitta de la Veracruz (el Cristo), y a la hermitta de la Señora de Santa Ana, y a la hermitta de Nuestra Señora de la Encina, y, desde allí, vaia por donde ba la prozesión el día del Corpus astta bolver a la yglesia maior.

Item, ordenamos que los que quisieren disciplinarse, no siendo cofrades, que vaian delantte del Crucifijo, y no con los cofrades; y que los diputados de dicha cofradía tengan cuidado y sean obligados a los hazer apartar.

Item, ordenamos que si algún cofrade estubiese enfermo que aia nezesidad de le acompañar de noche, los mayordomos y alcaldes que fueren, sean obligados a muñir (avisar) dos cofrades que le acompañen cada noche, y el cofrade muñido que no fuere, pague la pena de media libra de zera. El 10 de marzo de 1774, los mayordomos remiten un escrito al señor Obispo, en el que le piden ponga coto a los gastos superfluos que se realizan en la cofradía: “que el día de la víspera de Santa Cruz de Maio no se aya de practicar, como hasta qui, el desaiuno ni cena y que se execute la comida de mediodía para el cabildo y demás personas de parientes, amigos y vezinos de la voluntad del mayordomo que la costea” “Que se prosiga en el corto gasto para el lavatorio de las llagas que reciven por su mano los hermanos de disciplina que concurren a la procesión

Los cofrades de la Cruz también solían celebrar con grandes comidas las festividades de San Gregorio y del Lunes de Agua:

“Que el día de san Gregorio y el Lunes de Aguas no se han de hacer las comidas que se an echo", que se a acostubrado y se acostumbra hacer, como a las ocho o nueve de la noche, el Jueves Santo”.

El 25 de marzo 1777, el señor Obispo ordena al Real y Supremo Consejo de la diócesis prohiba la procesión de las disciplinas del Jueves Santo:

“En el lugar de Macotera, martes de la Semana Santa, día veinte y cinco, el que se celebra el día de Nuestra Señora, por el señor don Christóval Pérez del Pozo, Beneficiado propio cura rector de la Yglesia de este lugar a el ofertorio de la misa maior leyó una orden del Real y Supremo Consejo por mandato de D. Felippe Beltrán, Obispo de este Obispado e ynquisidor General, por la que se proybió no ubiese procesiones de disciplinas por ningunas personas, aunque quisieren acerlas ni otras procesiones de empalados, que se nombran espadados, ni bestirse de túnicas blancas ni otras cosas que, más por menos, constan en dicha orden. En cuio cumplimiento a los dos días siguientes que fue del Jueves Santo, en cuia noche, según capítulos de las ordenazas de esta cofradía de Santa Cruz, se azía a las ocho o nueve de la noche procesión de penitentes, vestidos con túnica blanca, con disciplina de sangre de los cofrades, que no se allavan con la edad de quarentta años. Zesóse en exequtar dicha procesión, por lo que y para que conste, se me mandó a mí el ynfraescrito secretario de esta cofradía por los señores oficiales actuales de ella, se pusiese lo referido en este libro que rrije, fecha ut supra Antonio Nieves”

(A.D.P. SA. Signatura 244/58 –59

La cofradía de los Mártires

Los datos, que nos han llegado de esta cofradía, llevan la fecha de 1671 y se oscurecen en l698. Estos cofrades celebraban su fiesta, con vísperas el día antes y sermón el día de los Mártires, el 20 de enero. Como todas las cofradías, estaba presidida por dos alcaldes, dos mayordomos y dos mullidores. En 1671, uno de los mayordomos se llamaba Juan Jiménez Macotera. La primera vez que me encontré a Macotera como apellido. Esta cofradía contaba en sus filas con ciento veinte hermanos; entre ellos, figuraban dieciocho mujeres, que pagaban de cuota, todos los años, un real. Los hombres no pagaban contribución anual. Como curiosidad, los gastos, que ocasionaba la cofradía: la cera, el sermón, las tres misas: la de los Mártires, Santa Catalina y la de los hermanos difuntos, las cinco fanegas de castañas y veinte cántaros de vino, que se consumían el día de la fiesta, se pagaban a escote. Divididos los gastos entre tantos, venía a pagar cada uno cuatro reales más o menos.

(A.D.P.SA, Signatura 244/61)


Cofradía de Ánimas

La cofradía de Ánimas se funda el día 21 de diciembre de l702, por los curas del pueblo y un grupo de feligreses. Figura con una doble denominación: cofradía de Nuestra Señora de la Esperanza y cofradía de las Ánimas Benditas del Purgatorio. La fiesta grande de esta Hermandad se celebraba el día de San José, con misa de tres, celebrante, diácono y subdiácono, con sermón y se rezaban dos responsos; por cada uno, se daba un real de limosna; en cambio, por la misa y por el sermón, la dádiva era más sustanciosa:16 reales por la misa y 60 por el sermón y manutención del predicador. El novenario de Ánimas se implantó el 26 de octubre de 1781: (A.D.P. SA. Signatura 244/56, año 1781)

Sus ordenanzas: - Puede pertenecer todo el mundo con tal que el solicitante sea de buena vida y costumbres, temeroso de Dios y cuente con la autorización de varios hermanos cofrades y pague dos reales de entrada.

- Todos los años, por agosto, cada cofrade ha de pagar de cuota media fanega de trigo; el que no tenga trigo, su valor en dinero. Si no lo paga, se le borre de la cofradía.

- Si un hermano cae enfermo y tiene necesidad, el hermano mayor nombrará a dos para que limosneen por el pueblo, y todo lo que junten se lo entreguen a dicho hermano mayor, para que vaya socorriendo al hermano enfermo; y si llegare a estar con el Sacramento de la Santa Unción, nombrará dicho hermano mayor dos hermanos para que le asistan de noche, alternando de dos en dos, hasta que mejore; y si muriese, están obligados todos los hermanos a asistir a su entierro; y si alguno no asistiere, hallándose en el lugar al tiempo que se hiciere la primera señal de campana, sea multado en un real.

- Si no cumple el capítulo anterior, la primera vez pagará una libra de cera; la segunda, dos; y la tercera, será expulsada de dicha cofradía.

- Se nombrarán todos los años un mayordomo mayor, un secretario y dos mullidores.

- El domingo de Ramos, por la tarde, haya cabildo (reunión) general de todos los cofrades en la ermita de Santa Ana. El secretario, estando cerrada la puerta, leerá estas ordenanzas y, acabada su lectura, el hermano que tuviere noticia de que alguno está enemistado con otro, lo declare, y dichos dos enemistados, en presencia de los demás, se reconciliarán pidiéndose perdón el uno al otro, abrazándose en señal de verdadera amistad; y, si después, permaneciesen en el odio y rencor, sean expulsados de la cofradía y no sean admitidos en tiempo alguno. Si un hermano faltase al cabildo será multado con una libra de cera. De aquí parte el famoso sermón del perdón).

- Si muere un cofrade, la cofradía le dirá una misa cantada en el altar de Nuestra Señora de la Esperanza el viernes inmediato. Se pondrán dos hachas sobre su tumba.

El Papa Clemente XI concedió jubileo a los cofrades de Ánimas; para ganar el jubileo, los cofrades habían de confesar y comulgar y hacer una visita a la iglesia y al altar de Nuestra Señora de la Esperanza los días de san Antón, la Natividad de Nuestra Señora de la Anunciación y el día de san José.

- El día de san José se haga un oficio general por todas las almas del purgatorio, se predique y se traiga un religioso para que ayude a confesar a los cofrades.

- El mayordomo de esta cofradía nombre a dos cofrades, por mes, que salgan a pedir limosna por la iglesia todos los días festivos, y lo que junten, lo entren en un arca con tres llaves: una esté en poder del párroco, otra, en el del mayordomo y otra en el del hermano mayor.

- Se diga misa cantada y procesión por las almas del purgatorio todos los lunes, miércoles y viernes de cada semana. Se dé una limosna de cuatro reales al cura y uno, al sacristán

- El mayordomo entregará las cuentas, antes de acabar su mandato, y, al acto, asistirán el cura y el alcalde.

- Si uno ingresa, el secretario, en presencia del hermano mayor, le leerá las ordenanzas, que bajo juramento ha de guardar y cumplir.

Estas ordenanzas fueron aprobadas por el Obispado el 29 de diciembre de l705.

“En la ciudad de Salamanca, a veinte y nuebe días del mes de diciembre de mil setecientos y cinco, su merced el Sr. D. Joseph Jubero, abogado de los Reales Consejos, Probisor y Bicario General en dicha ciudad de Salamanca y su Obispado, abiendo visto las Constituciones antecedentes formadas por los cofrades de la nueba cofradía yntitulada de Nuestra Señora de la Esperanza, que se a de serbir y executar en la yglesia parroquial del lugar de Macotera de este Obispado, por ante mí el Notario dixo que, mediante lo que se espresa en todas ellas, las aprobó y dio por buenas y bien fechas, y para su balidación y firmeza ynterponía e ynterpuso su autoridad hordinaria y decreto judicial, quanto puede y lugar aya en derecho para que balgan y agan fe en juicio y fuera de él, y mandaba y mando a todos los cofrades espresados en dichas Constituciones y a los más en adelante fueren, las guarden y cumplan y executen en todo y por todo, según y como en ellas se contiene, pena de escomunión mayor “Late sentencie”, y de las penas ympuestas en las dichas Constituciones, y por este su auto así lo aprobo, mando y firmo El señor Jubero. Ante mí Pedro Vicente.

(A.D.P.SA. Signatura 244/52 folios 1 – 8)

El día de Ánimas se tocaban las campanas día y noche. Había que tener el bote de aceite y el trapo atado a la punta de un palo a punto, para ir aceitando los ejes de las campanas cada rato. En esta tarea, se gastaban 4 litros de aceite. La lámpara del Santísimo consumía, cada año, seis cántaros. Tal gasto de aceite le salió de ojo al señor Obispo, y lo mandó reducir a cuatro. Entonces un cántaro de aceite valía 110 reales; casi 7 reales el litro. En l792, se reúne, de nuevo, el cabildo en la ermita de Santa Ana, (su sede habitual). En esta ocasión, toma el acuerdo de que ningún cofrade ponga querella criminal contra la cofradía sin haber hablado antes con los curas. Éstos se comprometen a solucionar todos los conflictos y refriegas que surjan, sin necesidad de recurrir a la justicia. (A.D.P.SA. Signatura 244/52 folio 8 v. Año 1794)

En 1794, la relación de los cofrades es de 268 viejos, de 33 nuevos, de 34 viudas y de 32 forasteros. En 1800, la lista se incrementó hasta 361. En 1818, los cofrades de Ánimas eran 346. Mayordomo: Juan Blázquez Blázquez. Alcalde: Manuel Bautista Bárez. Hermano mayor: Francisco Celador Durán. Secretario: Bartolomé Blázquez. En 1823, la cifra aumentó considerablemente: 400 vezinos del pueblo, 17 viudas y 32 forasteros. Había inscritas personas de Alaraz, Santiago, Tordillos, Pedrosillo, Gajates, Malpartida, Salmoral y Mancera. ( A.D.P.SA.Signatura 244/57)

La cofradía del Santísimo Sacramento

Se pierde y vuelve a aparecer como el Guadiana. Se han extraviado los libros de su primera etapa; en cambio, dejó rescoldo. En el año 1856, “por ynbitación de nuestro párroco se instaló, de nuevo, esta cofradía del Santísimo Sacramento en número de doscientos cofrades, poco más o menos, con el objeto de alumbrar al Señor cuando saliera a los enfermos en viático”. Salían todos los cofrades con hachas encendidas en la procesión de la Dominica de Quasimodo, en que se llevaba la comunión a los enfermos habituales, que no podían concurrir a la iglesia a cumplir con el precepto pascual. También acudían todos los cofrades con velas el día en que se administraba el viático a los cofrades cabeza de familia o a sus mujeres; la mitad de los cofrades, si fuere un hijo; y, cuando no sean cofrades, acompañarán al Señor sólo dos. En 1863, varios cofrades dirigen la siguiente carta al obispo: “En esta villa, hay bastantes pobres que no pueden ser cofrades en atención a que a cada uno se nos exigen cuatro reales para suplir los gastos de cera. Se observa que sale más veces el Señor a oscuras que alumbrado”. Previamente, el cabildo se había reunido para buscar una solución al asunto. El tema encrespó los ánimos y la confrontación apareció sobre la mesa: un grupo propuso que salieran todos los cofrades con cera a todos los viáticos, fueran o no de la cofradía; y el otro planteó que, únicamente, cuando el enfermo fuera cofrade. No se pusieron de acuerdo, algunos se borraron y optaron por llevar candela particular de su casa. El obispo dio respuesta al escrito y dijo que la cosa se cumpliese según los estatutos, pero, en el caso de los pobres, en lugar de salir dos cofrades con hachas, fueran doce. (A.D.P.SA. Signatura 244/60)

La cofradía de san Antón

Los mayordomos tenían que encargar todos los años cuatro misas cantadas: una se celebraba el día de San Gregorio; otra, el día de San Pedro; la tercera, el día de Santa Bárbara; y la cuarta, el día de Santa Lucía. Por cada misa, se pagaba de limosna al cura cuatro reales, y real y medio al sacristán y organista. Se han de cantar en la iglesia parroquial. El día de san Antón, vísperas el día antes por la tarde, y procesión alrededor de la iglesia antes de misa. “Una misa cantada, por el ánima e yntención de Antonio Celador, por el mucho amor que tuvo en haber traído la imagen del Santo bendito de San Antonio a la zitada iglesia y a sus expensas”. Al día siguiente, misa cantada por los hermanos vivos y difuntos de dicha cofradía. Misa rezada por cada uno de los cofrades que fallecieren en el año. (A.D.SA. Signatura 244/66, folio 384)


Hermandad de nuestra Señora de santa Ana

Cuatro misas, en los días en que tengan más comodidad los curas, pero antes del día de santa Ana, pagando a los curas, por cada una, cuatro reales. El veintiseis de julio, festividad de Santa Ana, con sus vísperas y prozesión antes de misa por alrededor de la hermita, y las vísperas han de ser el día antes por la tarde del dicho día de Santa Ana, y todo se ha de celebrar en su hermita; y se a de pagar por dichos maiordomos el estipendio de ocho reales al cura y al sacristán Se diga una misa rezada a cada cofrade que falleciere en cada año. La ermita de Santa Ana poseía seis huebras y tres cuartas de tierra. El libro Becerro describe el lugar y linderos de cada una: “Ytem, una tierra propia de la Bendita Santa Ana de tres quartas poco más o menos a do llaman el Ortozuelo, término de la villa de Santiago de la puebla, que linda por ábrego con tierra de don Alonso Sánchez Bueno, prebístero y vezino de este lugar, por zierzo con raia que divide los dos términos de Santiago de la Puebla y este lugar de Macotera, por ábrego con un pedazo de tierra del Duque de Sesa y Osuna, la que tiene una fuente en dicho pedazo”. (ADSA. Signatura 244/66, folios 93 v y 386)

Nuestra Señora de Agosto

El mayordomo encargaba cuatro misas cantadas a comodidad de los curas, pero debían celebrarse antes de la festividad de la Virgen. Tenían que rezarse en la ermita de la Virgen de la Encina. El día 15 de agosto, fecha en que se celebra la función de Nuestra Señora, vísperas el día antes por la tarde, procesión y misa cantada. Todo en la ermita de Nuestra Señora de la Encina. (Este apunte nos confirma que los cultos del día de la Virgen de San Roque, se celebraban en la ermita hasta 1728). En 1728, el señor Visitador manda que la festividad de Nuestra señora de la Asunción se celebre, todos los años, en la iglesia de este lugar, para que, más cómodamente, los feligreses puedan oír el sermón y demás oficios, “respecto a ser la ermita angosta y no caber en ella la gente, por ser este lugar de mucho vecindario”.


La mayordomía del Señor

Sobre el dintel de la puerta de varias casas hay un símbolo de la Eucaristía:“Aquí reside una persona que fue mayordomo del Señor”. En aquel otro, grabada la figura del Corazón de Jesús; en el de más allá, una Cruz de ladrillo de gran tamaño empotrada en la pared o haciendo relieve sobre ella. En todas las calles ocurre igual, no sigas, le comentaba a un asombrado curioso foráneo.

En todas las mayordomías, el cohete anuncia algo grande y solemne, pero, es, precisamente, en la función del Señor cuando lo majestuoso, el sentimiento religioso, lo ritual y el boato externo alcanzan lo sublime. Hasta la música de Pachulo marca la diferencia. El Jueves de Corpus es un día brillante, de fiesta, de traje planchado y de traje charro que desafía, con sus filigranas, al astro rey. Elegancia, gracia, garbo y algo de altanería se conjugan para ensalzar la función más importante del calendario litúrgico macoterano. La mayordomía de Señor dispone de dos varas. A cada mayordomo le acompaña una muñidora y un muñidor, que suelen ser miembros de la familia. Pocas veces, las dos varas se quedan en la misma casa, pero se han dado casos de que una misma familia ha pedido las dos. Lo que sí es evidente es que los compañeros, que así se llaman entre sí los dos mayordomos, se profesan tanto o más afecto que con un familiar. Si uno de ellos reside fuera del pueblo, una vez abandona las maletas, la primera visita es al compañero. No hablemos de las bodas o de cualquier otro acontecimiento familiar: la primera invitación es para el compañero.

La función del Señor mantiene en jaque a los mayordomos casi todo el año. Los terceros domingos de cada mes los destinan a la misa minerva. Comienza el tercer domingo de julio con la 'misa nueva'. Se trata de una celebración solemne, con exposición del Señor, y hace unos años, se cantaba en latín; sin embargo, hoy, conserva la misma dignidad de siempre. Al finalizar la misa, se inicia una procesión por el interior de la Iglesia con el Santísimo bajo palio y se canta el “Tantum ergo”. La fiesta se celebra el Jueves de Corpus y el Domingo Sacramento. Se distingue, aparte de su importancia y solemnidad, por el trajín que conlleva. La función se inicia el domingo de la Trinidad, anterior al Corpus. Ese día los mayordomos y muñidores recorren la calles, por donde ha de pasar la procesión, para invitar a un vecino a que instale un altar en que pueda descansar el Señor durante la misma. El acto es muy sencillo: llaman a la puerta, entran con las varas, se arrodillan los visitados y besan la vara que lleva, en la parte superior, la insignia de la custodia. La familia acepta gustosísima y se esmera en preparar el altar con todo primor. El mismo domingo, los mayordomos y muñidores, acompañados por los Pachulos, visitaban a los enfermos. La víspera, al mediodía, los muñidores con los Pachulos, subían a la torre y anunciaban la proximidad de la fiesta con cohetes y interpretando dos canciones; lo mismo hacían por la noche durante el toque de Oración.

El día del Corpus amanecía con galanuras especiales. La casa del mayordomo mayor se despertaba muy temprano: había que preparar el banquete, llevar los asados al horno, extender en las bandejas los bizcochos y roscas, llenar las jarras de vino dorado y clarete; después, los muñidores y muñidoras comenzaban el ceremonial: había que estrenar el traje él y ella, rodeada de damas, se embutía en el elegante y valioso traje de charra: joyas, dengue, los guantes, el pañuelo del moco en la mano derecha. Finura. Gracia. El muñidor, al compás de la dulzaina, sale de casa en busca del muñidor del otro compañero; los dos juntos pasan a recoger a la muñidora; los tres, a la segunda mullidora. Todos juntos, encabezados por los mayordomos y con el acompañamiento de familiares e invitados detrás, a escuchar la santa misa. Ese día se traía un predicador de solera. Después de misa, la procesión. Asistía todo el mundo. El pueblo vibraba con la fiesta. El banquete, el baile... El Domingo Sacramento correspondía organizar la fiesta al otro mayordomo: los mismos actos, los mismos preparativos, la misma solemnidad; la única diferencia estaba en que la procesión se celebraba por la tarde y alrededor de la Iglesia. Como final, la entrega de varas a los mayordomos entrantes. Un acto lleno de emoción, en el que no faltaban palabras entrañables y alusivas a la Eucaristía.

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Articulo extraido de la bibliografía de Eutimio Cuesta Hernández sobre Macotera. Cedido voluntariamente por el autor macoterano. Muchas gracias por colaborar en este proyecto.