El Cementerio (Macotera)

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Los antiguos tenían costumbre de enterrar a sus muertos a las afueras de los poblados, mirando por la higiene y por la salud de la población. Así los hebreos excavaban, en la roca de alguna de sus haciendas, las tumbas en las que depositaban a sus seres queridos. Los abazios y otros pueblos del Caucaso vaciaban un tronco de árbol y metían en él el cadáver, como en un alfilitero, y colgaban este singular ataúd de la rama más alta del árbol más corpulento que encontraban. (B.E.O. SA. De 27 de noviembre de 1858, página 355)

La iglesia, en sus concilios y sínodos, celebrados entre los siglos X y XVIII, se opuso a la práctica perniciosa de inhumar los cadáveres en el recinto de las poblaciones y en el interior de las iglesias. Ésta compartía las tesis de los higienistas, que apoyaban su prohibición en el “Mefitismo (mal olor) cadavérico que es causa poderosísima de enfermedad y de muerte. Cuando, en el cuerpo del hombre, se declara la fermentación pútrida, no es más que inmundicia y podredumbre, y causa de formidables estragos en tiempos de epidemias”. A pesar de estas prédicas y razones, la gente persistía enterrando sus muertos en las iglesias. Algunos han querido explicarlo por la codicia del clero que sacaba cuantiosos beneficios de las sepulturas en las iglesias; pero la verdadera causa se halla más bien en el exagerado fervor de los fieles, en la ambición de los magnates que, hasta en la muerte, querían distinguirse del común de los hombres, y, sobre todo, en la errónea creencia de que, yaciendo al lado de los santos Mártires de Jesucristo, se participa de sus méritos y se libra del infierno. (B. E.O.SA. 30 de octubre de 1858, páginas 322 y 325)

En varios lugares europeos, aparecieron algunos movimientos sociales contra esta costumbre, sobre todo, en París y en Pisa (Italia). En Pisa, la autoridad ordenó cerrar el cementerio, construido en el siglo XIII, situado dentro de la ciudad; lo cubrieron con una gran capa de tierra, que las galeras pisanas trajeron de los lugares santos de Jerusalén; de ahí, el llamarse también al cementerio, camposanto. (B.E.O.SA. de 15 de diciembre de 1858, página 365)

1535, se reunieron en el “zimenterio de la Iglesia de Nuestra Señora del Castillo del dicho lugar a campana tañida, según que los tenemos de uso y costumbre de nos ajuntar”. No existe duda de que Macotera tuvo un cementerio ante la puerta de iglesia, en el lugar que ocupó la fuente de la plaza. Cuando se abrió una zanja para colocar las tuberías del agua y desagüe, se hallaron restos humanos. No hemos tropezado con más datos sobre ese cementerio. En la antigúedad, era costumbre abrir cementerios adosados o próximos a las iglesias. En el ritual de Paulo V (1605 – 1621) se dice textualmente: En donde rija la antigua costumbre de sepultar en el cementerio, sígase, y donde no, restablézcase si posible fuere; mas, si se verifica en la iglesia, entierren únicamente en el pavimento y no cerca de los altares. (“Tratado de cementerios”, de Rafael Leante y García, año 1887. Página 9)

A principios del siglo XIX, ateniéndose a lo ordenado por la Real Cédula del 3 de abril de l787; y a las Reales Órdenes de 13 de enero y 17 de julio de 1807,se construyó un nuevo cementerio adosado a la ermita de la Virgen de la Encina. Pero, a pesar de existir la norma y el camposanto extramuros, continuaba la práctica de enterrarse dentro de la iglesia. Asimismo, hemos comprobado que se realizaban también enterramientos en las propias ermitas. Durante los años 1805/6, las inhumaciones se realizaban, casi exclusivamente, en las ermitas de Santa Ana y de Nuestra Señora de la Encina. Se da el caso de que, en esos años, se produjo un enterramiento en la ermita del Cristo de la Batallas, el de Francisco Antonio Jiménez Sánchez, conjunto (esposo) de Ana Villafáñez, que, en su testamento, dispuso ser enterrado en dicha ermita. Cementerio de Macotera En 1833, se gastaron:

- 88 reales en el empiedro que se hizo alrededor del cementerio - 15 a una yunta por arar el terreno - 40 por la hechura de la puerta - 16 por la cerradura de la puerta - l00 por el portal del camposanto - 116 que costó la cruz de piedra, que se puso en Santa Ana, por haber colocado la que estaba allí en el camposanto

En 1836, se pagaron 2.887 reales por la obra del nuevo cementerio y recomposición del antiguo, inclusos los materiales y jornales de los maestros y peones. En 1849, se pagaron 287 reales por el arreglo de las pizarras de la iglesia. En l850, se determinan las tarifas por derecho de sepultura y enterramiento:

- La sepultura de adulto importaba 8 reales. - Un enterramiento con caja, 20 reales. - Un enterramiento de niño, 4 reales.

En 1854, se levanta la pared del mediodía del cementerio, que se había arruinado, cuidando, entre tanto, no suceda alguna profanación de los restos mortales que encierra. El sacristán ha dejado el trabajo del asiento de las losas. La cantidad de trescientos reales, que se le abonaban por lavar la ropa y por aquél, se reduce a doscientos cincuenta En 1864, el señor cura señala la limosna de quinientos reales a Manuel Gómez Blázquez de este vecindario por la propiedad de la sepultura, que se dignó concederle a él y a su familia.

Respuestas sobre el cementerio A solicitud del Ministerio de la Gobernación. ¿Cuántos fallecidos han sido inhumados desde el 1 de enero de 1878 al 1 de enero de 1883? Respuesta: 422. ¿Qué extensión superficial tiene el cementerio? Respuesta: 1.100 metros cuadrados. ¿Cuántos nichos tiene? Respuesta: ninguno. ¿Cuántas sepulturas? Respuesta: 800. ¿Qué profundidad se da a la sepultura? Respuesta: más de 1 metro. ¿Qué naturaleza geológica tiene el terreno? Respuesta: arcilloso. ¿A qué jurisdicción corresponde el cementerio? Respuesta: eclesiástica. (Archivo Municipal de Macotera. Año 1883)

En julio de 1901, el alcalde expuso que, habiendo ocurrido una defunción por suicidio, el párroco se había negado, en principio, a verificar el sepelio del cadáver en el cementerio católico y no existiendo en esta localidad un lugar determinado para los disidentes que fallezcan fuera del seno de la Iglesia Católica, y como medida de higiene, se acordó, por unanimidad, levantar una pared contigua al cementerio, independiente del mismo, para enterrar los cadáveres que se encuentren en dichos casos y, a la vez, sirva de cuarto de autopsias. Estos datos nos confirman que existió un cementario antiguo, abierto a finales del siglo XVIII, y que, en 1836, se recompuso y se construyó otro nuevo, ampliación del ya existente. A lo del siglo XIX, se utilizaban, indistintamente, para las inhumaciones, tanto las sepulturas de la iglesia y como las del cementerio. “Con motivo del entierro de tan infortunado amigo (Gabriel Madrid Nieto), pudimos observar las escasas dimensiones del camposanto de esta localidad, realmente, incapaz para una población de la importancia de Macotera. El cementerio está enclavado dentro del casco urbano y está pidiendo su traslado a otro lugar más oportuno o, por lo menos, su ensanche. Esta medida es de gran urgencia y, de ella, están percatadas todas las autoridades, así eclesiásticas como civiles de este pueblo. Este es un cementerio a propósito para un lugar de 100 ó 200 vecinos, no para una población de 900 ó 1000 vecinos”. (El Adelanto 23 de diciembre 1913. El corresponsal)


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Articulo extraido de la bibliografía de Eutimio Cuesta Hernández sobre Macotera. Cedido voluntariamente por el autor macoterano. Muchas gracias por colaborar en este proyecto.