El pozo de las casas baratas (Macotera)
El pozo, la caseta del pozo, el depósito arriba, dos casas que hacen de vestuario y un puñado de escombros en la ladera es lo que queda de las casas baratas. El pozo se abrió, como recurso, para proporcionar el agua que se precisaba para la construcción de las casas y, después, para abastecer de agua corriente a las viviendas: un motor elevaba el agua al depósito y, desde éste, se deslizaba por una cañería hasta los grifos y cisternas. Las casas baratas fueron las primeras que disfrutaron de agua corriente en el pueblo.
El día 24 de setiembre de 1954, la Obra Sindical del Hogar y Arquitectura adjudicó las obras de construcción de cincuenta viviendas en Macotera a Antonio Martínez Mora por la cantidad de 1.873.328 pesetas. Previamente, el Ayuntamiento (11 de julio de 1954) acuerda adquirir terrenos para la construcción de las viviendas; así lo hace comprando a Miguel Sánchez Madrid una finca de seiscientos estadales y otra a Mª Antonia Sánchez Madrid de trescientos en el sitio de la Cruz del Ángel. Es a principios de diciembre de 1954, cuando dieron comienzo las obras de construcción de las cincuenta casas para obreros en los terrenos denominados “Cruz del Ángel”, para que, una vez terminadas en el mes de octubre de 1955, solucionara, de forma definitiva, el problema de la vivienda en la localidad. Los contratos se firmaron el 1 de septiembre de 1956. Las casas estaban compuestas por dos dormitorios, estancia - comedor, cocina y aseo y su importe era de 31.269,29 pesetas. Cada beneficiario debía entregar una aportación inicial equivalente al diez por ciento y el resto en amortizaciones mensuales durante unos plazos prefijados. En principio, se habitaron casi todas, pero las humedades y deficiencias de construcción dieron al traste con el sueño de la “Obra Sindical del Hogar” y de los obreros macoteranos. Hubo que abandonarlas de inmediato. Quedaron ahí inservibles como una denuncia. El personal aprovechó los lavabos, tazas, cisternas y vigas de cemento; únicamente, se mantuvieron en pie las paredes. Hay un escrito de la Obra Sindical del Hogar en el que se piden explicaciones al Ayuntamiento, “pues se han desmontado los bordillos de las casas baratas y se han utilizado en una obra que se estaba haciendo en la plaza”. Se contesta diciendo “que las casas están en estado ruinoso, que sirven para que, en ellas, se refugien gitanos, quincalleros, hojalateros y vagabundos, y que éstos se llevan tuberías, elementos de la luz y hasta queman ventanas y puertas para calentarse; que los bordillos estaban sueltos y que no fue su intención usarlos en la obra sino conservarlos”. El ayuntamiento está dispuesto a reponerlos en su sitio. El aspecto de las casas baratas era un espectáculo triste para el visitante, una sensación de fracaso de una obra que nació como buena en principio y se convirtió en la vergüenza popular.
Hemos tropezado con un escrito interesante, en el que se pone de manifiesto la extrema necesidad de viviendas en el pueblo y cómo la Caja Rural, junto con el Ayuntamiento, proyectan acabar con la situación. Por su interés, lo transcribimos: “La Junta Rectora de la Caja Rural quiere paliar el problema de falta de vivienda en la localidad, para lo que toma distintas decisiones. Ayudará a la construcción de viviendas aportando sin necesidad de fiadores el capital preciso a un interés módico de un 4,5% con estas condiciones: que el futuro adjudicatario de la casa se comprometa a la prestación de un trabajo personal para la construcción de la vivienda, conforme a los planos de una casa sencilla, higiénica y capaz que se señale por la junta rectora; que se acomode al lugar que se señale por la junta rectora, salvo que el beneficiario presente solar en el casco urbano; que el beneficiario se comprometa a abrir los cimientos y disponer de los materiales de piedra y adobe precisos para la vivienda y adquirir del almacén común, que se instale, el resto de los materiales que la junta adquiera al por mayor, admitiendo aportación de materiales si se consideran aptos; comprometerse a construir la vivienda en el plazo que la junta disponga; el beneficiario podrás recibir jornal, pero éste encarecerá la hipoteca de la vivienda; la vivienda se inscribirá a nombre de la entidad, hasta que haya sido completado el pago total de la misma; para poder disfrutar de la vivienda se firmará un documento de arrendamiento; el beneficiario se verá obligado a pagar un 5% cada año del capital invertido en cada vivienda, si se dejara de cumplir sería desahuciado. Se sortearán los emplazamientos salvo los que hayan aportado el solar. Mayo 1954”. Este proyecto no se llevó a cabo, pues surgió al mismo tiempo el acuerdo de la “Hogar Sindical de Hogar” de edificar las conocidas cincuenta viviendas sociales.
Pasado el tiempo, muchos años, pensamos que se podía dar una utilidad, al menos, al solar. Tratamos con la Obra Sindical del Hogar. No fue fácil hallar una solución para que aquello revirtiera en el pueblo; por fin, tras mucha gestión y contactos con unos y otros, nos autorizaron derribar las paredes y limpiar el solar para acondicionarlo para la construcción de un campo de fútbol. La Diputación nos dio un dinero (200.000 pesetas) para construir la cerca. Se creó el club Macotera y la respuesta fue inmediata: nuestro equipo de fútbol militó en primera regional y ocupó los primeros puestos en varias temporadas, dirigido por Giraldo Hernández y Cristóbal Jiménez. No hubo forma de continuar con la extraordinaria labor de estos pioneros del deporte local y el campo, salvo alguna excepción, se ha convertido en el parque de vuelo de tordos y pardales.
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