La cerradura o cerraja (Macotera)

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Espeta el dicho: “Casa con dos puertas, difícil de guardar”, mientras vigilas una, la otra queda a la intemperie. Este despropósito llevó al hombre a buscar un artilugio que bloqueara las entradas y salidas a “cal y canto”; en sus pesquisas enredosas, nunca lo halló y, como mal menor, inventó la cerradura. Comentaban ellos, cuanto más grande mejor y la llave, por tanto, se hizo grande, como remedio contra los osados. Pero pronto se dieron cuenta de que el invento no era del todo seguro: las criadas abrían al “calixto” de la “melibea” con gran facilidad; la moza ennoviada se levantaba en lo intempestivo, agarraba al mozo de la manga y lo metía “pa” dentro; la moza de medio mandil burlaba la resistencia de los padres y escapaba en busca del medio novio; los ladronzuelos saltaban la tapia o la tená y se apropiaban de lo ajeno sin sonrojo; si no es así, que se lo pregunten a mi padre, cuando entraron aquellos avezados, se llevaron la cordera, que engordaba “pa” san Roque y, para más sorna, le dejaron aquel cartel que rezaba: “Si llamas a la guardia, nos comemos la cordera”; por eso, decimos más arriba que la cerradura es un mal menor; sin embargo, no debemos echar por tierra las grandes ventajas de la cerradura y los entuertos de que nos libró.

Cuando hablamos de las “portás” en el número anterior, tenía que haber dicho alguna cosa del postigo, pero se llenó la columna y lo tuve que dejar para el título de la cerradura. El postigo se abría en la puerta de la derecha; se trataba de un descanso y de un atajo, pues se salía para todo por la trasera. Era también un alivio, pues, con el postigo a mano, se evitaba el esfuerzo enorme de abrir las “portás”. El postigo se candaba interiormente con el cerrojo, una pieza de hierro en forma de “T”, fijado por anillos o armellas; su extremo se introducía en un agujero perforado en el larguero del bastidor de la puerta o en otra armella; en este caso, se curvaba la punta del cerrojo para mayor seguridad.

Otro elemento de cierre del postigo o de cualquier puerta es la cerradura. Este mecanismo se fija con clavos en uno de los pequeños cuarterones del postigo; se hace una ranura en la tabla y, por ella, introduce su nariz la cerradura. El pestillo o el pasador o la chaveta es maniobrado por el juego de la llave. La cerradura puede ser de doble juego: si se abre por dentro y por fuera. La sencillez de la cerradura es ensalzada por la esbeltez decorativa de la placa o escudo, que protege el ojo exterior de la cerradura. Mi amigo José Luis tiene catalogados un total de ochenta y uno. Se observan bastantes tipos: unos de forma rectangular con bordes dentados; otros muestran motivos religiosos, (que imitan la decoración gótica del calado): la cruz, la escalera, el martillo, los clavos y la lanza, con que crucificaron a Jesús; y abunda el modelo barroco con exhibición de adornos, con los bordes recortados con elementos geométricos; pero, entre todos ellos, predomina el motivo religioso. Como final, hacemos un guiño a la aldaba, una pieza, que puede subirse y bajarse desde el exterior, que cierra la puerta, la sujeta, pero no la canda.


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Articulo extraido de la bibliografía de Eutimio Cuesta Hernández sobre Macotera. Cedido voluntariamente por el autor macoterano. Muchas gracias por colaborar en este proyecto.