La guerra de 1196-1197 entre Castilla y León y la repoblación
En 1196, Macotera se encontraba del lado de acá de la linde de los reinos de León y Castilla. La raya seguía la ruta de Zorita y Aldeaseca de la Frontera y continuaba por la Huelga hasta el valle del Jerte. En este período histórico, Alfonso IX era el rey de León, y Alfonso VIII, el de Castilla. Estos monarcas se disputaban la propiedad de ciertos castillos, motivo por el que mantuvieron serios enfrentamientos. Con el fin de solventar estos conflictos, ambas cortes se citaron en Tordehumos; y allí, se firmó un tratado por el que Alfonso VIII tenía que devolver varios castillos al rey leonés. El rey castellano no respetó lo pactado y, entonces, aquél le declaró la guerra.
Previo al conflicto, el rey leonés firmó un contrato de alianza con los almohades y el califa convino enviarle cierta cantidad de dinero y un cuerpo de caballeros armados. En la primavera de 1196, los moros y leoneses asolaron varios pueblos de Castilla. Penetraron en Tierra de Campos y organizaron una campaña devastadora: no respetaron ni iglesias ni bienes, quemaron cosechas y cometieron las mayores tropelías.
Llegaron a Carrión, adonde Alfonso IX se vengó de la humillación de que había sido objeto por parte de Alfonso VIII, pues éste le había obligado a besar su mano en señal de vasallaje. Terminada la campaña, el leonés se retiró a su tierra y los moros se despidieron y regresaron a su territorio.
Alfonso VIII, herido en su amor propio por tanta vejación, se alió con el rey de Aragón, Pedro II. El aragonés acudió acompañado de sus vasallos. Se encontraron el rey castellano y el aragonés en la Paramera de Ávila, cerca de esa ciudad y de Riofrío. Alfonso VIII elige este punto, porque así podía defender, más fácilmente, a los castellanos de la transierra y, a la vez, impedir la llegada de los almohades por los puertos serranos. Penetraron en el reino leonés, devastaron sus tierras, prosiguieron la expedición por Benavente y llegaron a Astorga. A los cuatro días, tomaron la fortaleza del Castro de los Judíos. Incendiaron el pueblo y su sinagoga, cautivaron mujeres, hombres y niños, y, con un gran botín, volvieron al reino castellano.
Terminada la campaña, el Papa Celestino III, el día 31 de octubre de 1196, despachó una bula para el arzobispo de Toledo, ordenando que, mientras el rey leonés mantuviese su alianza con los musulmanes, fuese excomulgado; y excusaba del vínculo de fidelidad y obediencia a sus súbditos si éste metía moros en su reino en contra de los cristianos.
En abril de 1197, se inició, de nuevo, la lucha. Alfonso IX recobró Castro de los Judíos. Asoló el reino castellano. La venganza de Alfonso VIII y su aliado aragonés se reprodujo de inmediato, y con el apoyo de los portugueses, tomaron el castillo de Alba de Aliste y, desde allí, decidieron adentrarse en la tierra de Salamanca, devastaron sus tierras y la villa y aldeas de la tierra de Alba de Tormes. Se apoderaron de los castillos de Monreal, Carpio y Paradinas, este último era propiedad de la Orden de San Juan. Entre los pueblos, que sufrieron tamaño asolamiento, se encontraba Macotera. El rey leonés recompuso su ejército y se dirigió contra el castellano con ánimo de venganza, pero no se produjo el choque porque sobrevino la paz.
Como consecuencia de esta guerra, la población de Macotera sufre un fuerte retroceso.
Extremadura leonesa
Comprendía toda la provincia de Salamanca. Macotera, según Julio González, recibe el primer contingente de repobladores en el siglo XII, durante el reinado de Alfonso VII. Existen testimonios evidentes de que Alba y su tierra son repobladas durante este reinado, porque este rey emperador, en 1144, donó al obispo e iglesia de Salamanca el diezmo de las rentas reales de Alba y su tierra. Lo que prueba que el cultivo de sus campos era una realidad y, por lo tanto, su territorio estaba habitado. Macotera aparece como repoblado en el mapa de Julio González, en el que se muestra la repoblación de La Armuña en el siglo XII.
Tras la guerra, Alba y su tierra quedó declarada zona catastrófica y había que recomponerla de algún modo. Alfonso IX se compromete, personalmente, a rehabilitar el territorio. Trae nuevos colonos de las provincias norteñas (Galicia, Burgos, Santander, Vizcaya, Logroño, Ávila (los Blázquez) y mozárabes (cristianos, que prefirieron quedarse conviviendo con los árabes durante la Reconquista), incrementa la tierra de labor, ordena reparar las viviendas destruidas y levantar otras nuevas. Los nuevos repobladores son gentes sin recursos y sometidos al yugo de algún señor o del abad de monasterio, a quienes el rey promete tierra propia, casa y ganados, exención de impuestos y el reconomiento del derecho de libertad. Una inmigración azuzada por la necesidad como todas. Este nuevo asentamiento supuso, para Macotera y su entorno, mayor bienestar y desarrollo económico.
En otros parajes próximos, el rey ordenó la fundación de pueblos de colonización donde pudiesen asentarse los nuevos pobladores como es el caso de Gajates, Sotrobal (a éste lo llamaban aldea de los moros) y Alaraz. Los campesinos, organizados en comunidades de aldeas, como fórmula básica de convivencia, dispusieron de un trabajo, de una hacienda y de una capacidad ilimitada para heredar, vender o cambiar productos agrícolas y ganaderos e intervenir en el proceso político y de influencia del pueblo con los mismos derechos que los viejos vecinos.
En diciembre de 1224, Alfonso IX confirma el reparto de heredades a los nuevos colonos. Para llevar a efecto la voluntad real, en cada aldea se nombra un jurado. El jurado, que se encarga de la distribución de Macotera, lo integran: Moro García, Sancho, Pero Gonzalvo, Peidro Serrano y Johanes Diago.
La adjudicación quedó como sigue:
Peidro Serrano, le asignan XV obradas; filios de Domingo Gordo, I juga (*) e XII obradas; dona Sancha, II obradas e media; Michael, media juga; mulier de Johan Fagu(n), XV obradas; Peidro Cunado, I juga; la heredat Descarga Maria, I juga; Sancho García, VI obradas; Bienayazo, media juga; Domingo Lobo, media juga; Domingo Michael, XL e V obradas; Mari Cara, I juga; Mari Martín, I juga e V obradas; nieto Nuño ( en blanco), VII obradas; Mari Gomiz, XVI obradas; la sobrina de Sancho Pero, VIII obradas e I ferren (*); filios de Posado, XL obradas; dona Oria, XV obradas e media; Fernand Panadero, IIII obradas; dona Amuna, VI obradas.
Estas nuevas familias se integraron plenamente con los vecinos que, de antiguo, ocupaban nuestro lugar.
(*) Juga – yugada.
(*) Ferren – herrén (f inca pequeña cercada de tapia, en la que se sembraba cebada o centeno, que, en verde y antes de espigar, se cortaba para forrajear el ganado)
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