La plaza de toros (Macotera)
Hoy dispone Macotera de una flamante plaza de toros; una plaza de toros de verdad: con un buen coso, con enfermería, capilla, barrera, unos tendidos amplios, con toriles y corrales; los exteriores, con sus faroles nocturnos, colgando de las arcadas, ofrecen una imagen de patio andaluz. Así de momento, da la seguridad de que, cuando se acerca san Roque, ya no existe la incertidumbre de si se encontrará o no plaza. Plaza hayla y por siempre. Se inauguró el 19 de junio de 1999, con la actuación de los diestros José Mª Manzanares, Uceda Leal y Julio Norte, que lidiaron 6 hermosos toros de la ganadería de Los Bayones. Fue una tarde memorable, que deja su impronta en la historia municipal.
Pero, no sé por qué, al hablar de plaza me arrastra la nostalgia de aquella plaza de carros y escaleras, que se montaba en la plaza Mayor. Aquellos prolegómenos de la fiesta se vivían con extrema ilusión, y te daba la impresión de que duraba la fiesta desde Santiago a san Roque; se empezaba con la pedida de los novillos el día de Santiago y seguía con aquellas tertulias nocturnas en la terraza del Moreno, en que se disfrutaba abriendo el álbum de los recuerdos del año anterior, del otro, hasta perderse en el tiempo; y, luego, durante el día se estaba a la expectativa: es día seis o siete de agosto: ya se está a punto de poner los carros y hay que volar a coger sitio para poner las escaleras. “Los carros” ya algunos habían llevado las escaleras a la tená de alguna trasera próxima a la plaza para no perder vez. Y surgían las discusiones: “Yo la puse antes”. Las atábamos con alambre al radio de la rueda del carro e íbamos a cuidarlas para que no nos quitaran, porque la noche anterior había aparecido alguna tirada en el encañao o en un tejado del rincón de la señora Servanda. Y, luego, había que hacer los hoyos para poner los trillos; en aquella época, los burladeros eran trillos, fue después, cuando se fabricaron con cuatro tablas y se pintaban; era la oportunidad de demostrar al personal que Pachín, Vidal, Salinero o Pedro Cajarines eran hábiles con el pincel. Yo también me recuerdo de las corridas de toros que celebrábamos los muchachos por la tarde, mientras el señor Jeromo y después Zahoril y Antonio Calderas daban aquellos golpes, que retumbaban, montando el toril y colocando las portás. Y también recuerdo cómo, más arrimado a san Roque, los hombres y los mozos se sentaban en la acera de la señora Servanda y probaban el vino de la cuba de san Roque; los montones de sandía bajo los soportales de la señora Guadalupe; los tenderetes; el carro de los helados; el toque de campanas a toro suelto...
Después el Ayuntamiento se las veía y deseaba para juntar carros para montar la plaza y decidió entonces arrendar la primera plaza portátil del pueblo y se instaló en la plaza de la Leña. Recuerdo que, ese año, organizamos un festejo taurino para los niños; trajimos unas churras para el evento; el año anterior, les preparamos idéntico espectáculo en la plaza Mayor, como despedida de una larga tradición.
En años sucesivos, se instaló la plaza portátil en las eras, en el espacio que hoy ocupa el parque infantil.
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