La puerta trasera de la iglesia (Macotera)
Ya hemos comentado, en otras ocasiones, que las obras de la iglesia de Macotera debieron finalizar a principios del siglo XVI, y que financió sus gastos el Duque de Alba don Fadrique. El amigo José Luis, en el rincón macoterano de hoy, nos invita a fijar nuestra atención en la lámina de la puerta trasera de la iglesia, bello estandarte donde los haya, que no se le admira, como merece, por hallarse escondido entre las prisas de la última esquilá a misa y el escaso trayecto de la calleja por motivos obvios; pero ahí está como un elemento más del conjunto monumental de nuestra iglesia.
Es de estilo hispano - flamenco, como lo es su interior y la portada principal. La nota que lo define es la presencia de las bolas que ornamentan las roscas de todos sus arcos y la delicadeza y elegancia de sus adornos. La puerta se ve cobijada por un arco conopial, (apuntado en su centro) con dos arquivoltas modeladas con curvas convexas y cóncavas, que se apoyan en dos finas columnas adosadas, colocadas sobre un alto plinto con basa poligonal. Este arco conopial lo recubre un gran arco de medio punto de grandes dovelas (piedras labradas o ladrillos en forma de cuña); enmarca la portada una moldura, apoyada en repisas lisas y adornadas con una fila de bolas; en la parte superior, figura una pequeña hornacina, también decorada con bolas, en cuyo interior hay un pequeño crucifijo.
La puerta inicial, completamente desvencijada, fue sustituida por otra nueva en 1702. En la construcción de las nuevas puertas, se emplearon trescientos sesenta y siete reales en mano de obra, madera y clavos, y las viejas se vendieron por treinta reales a Cristóbal de Horcajo, vecino del lugar. En 1956, Antonio García Confitín construyó las puertas actuales; en la parte superior, figura una cruz tumbada tallada en la madera y los clavos que unen las tablas a la armadura son de forma triangular.
En 1712, el visitador ordenó que se rebajase el suelo, que estaba más alto que el piso de la iglesia por la parte de la puerta pequeña, y que se empiedre, dándole corrientes hacia fuera para desviar las aguas y evitar que entren en la iglesia, pues estaban causando mucho perjuicio; en 1802, se tuvo que recomponer dicho enrollado.
En el 1761, el visitador mandó hacer un cancel para la puerta trasera de la iglesia y lo vuelve a ordenar en 1774: “y que se aga un canzel decente para la segunda puerta de la yglesia para hacerla más cómoda y evitar el mayor gasto de zera”. Se encargó el cancel a unos carpinteros peñarandinos; se pagaron 3.200 reales por la madera y el trabajo; 480 reales, por los herrajes; 144,5 reales, a dichos carpinteros por asentarlo; 100, de gastos de manutención; 18 que se dieron al herrero por aguzar los picos que se gastaron en el asiento y 70, por traer el cancel de Peñaranda.
El párroco ordenó poner alambradas a las ventanas, pues el gasto en cristales era considerable; la trasera de la iglesia fue el centro de juego de los niños de la plaza y aledaños, y sus paredes sirvieron de frontis para el juego de pelota hasta que en 1882, se edificó el frontón.
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