La reja de los ventanucos (Macotera)

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Según iba a casa, un gato se asomaba por uno de los cuadrantes de la reja del sobrao de Inda. Me miraba con sus ojos fijos y se lamía el morro de arriba porque terminaba de deglutir los últimos despojos de un ratón desprevenido, que jugaba alrededor del queso de la ratonera. Las ventanas del sobrao de Inda son pequeñas, pero útiles: dan luz y ventilación a todo el recinto. Para dificultar la entrada a cualquier intruso, se le colocaba una reja sencilla, compuesta de dos barrotes cruzados, sin más.

Los ventanucos no sólo eran puntos de luz y de ventilación de sobrados, sino también ejercían la misma tarea en salas, portales y cuartuchos. Era raro tropezarse con grandes ventanas antes de 1918, en que comenzaron a alzarse viviendas de ladrillos de dos plantas con grandes ventanales y balconadas. Hasta esa fecha, tenemos referencia documental de que las casas eran todas de una planta y construidas de tapial y adobe. El adobe es una masa de barro mezclado a veces con paja, moldeada en forma de ladrillo y secada al aire, que se emplea en la construcción de paredes o muros. Había personas, que se dedicaban “ex profeso” a la fabricación de adobes; yo recuerdo a Eugenio Manchego sacando barro del Arroyo, verterlo en una pequeña hondonada, mojarlo con agua del regato y amasarlo con los pies y, luego, la masa la iba moldeando en un mencal de madera, humedecía la superficie superior con un puñado de agua, soltaba la pieza del mencal y dejaba las hileras expuestas al sol hasta que se secaban. El adobe y el tapial eran los únicos materiales de construcción y de una solidez y de una utilidad extraordinarias. Los muros llegaban a tener el grosor de un metro. Cuando mi padre mandó derribar las paredes de la vieja vivienda para edificar la nueva, los obreros despegaban los adobes como si estuvieran subidos en una plataforma. Y nuestros antepasados construían así por su gran sentido práctico, pues los inviernos eran muy crudos y los veranos muy calurosos; este tipo de vivienda mantenía el escuálido calor en el invierno y las conservaba frescas en verano.

Por ello, asimismo, se abrían pequeños huecos en las paredes como focos de luz y centros de ventilación, y se protegían con sencillas rejas de cualquier imprevisto. Algunos dicen verjas, en lugar de rejas; hoy se dice verja aplicada a la cerca; en cambio, la reja toma más fuerza en el caso de guarecer ventanas y balcones. Una imagen que tiende a conservar aquellos usos que las nuevas técnicas se están cargando sin piedad; pero nos corresponde hacer historia de un tiempo lejano que no fue mejor ni peor.

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Articulo extraido de la bibliografía de Eutimio Cuesta Hernández sobre Macotera. Cedido voluntariamente por el autor macoterano. Muchas gracias por colaborar en este proyecto.