Las cuatro esquinas (Macotera)
Las cuatro esquinas dan entrada a la calle de la Leche y a la calle Retuerta. Su nombre de cuatro esquinas se lo ponen las esquinas correspondientes a ambas calles. También vierten en las cuatro esquinas tres calles: Obispo Jaime, Oriente y Botica, pero no influyeron nada a la hora de su bautizo. Las cuatro esquinas fueron el centro de los juegos de los niños que nos criamos en las calles aledañas. Aquí jugábamos al carrete, a los cuadrines, al peón y al mahón, y las muchachas, al cachimbo. También recuerdo que, desde aquí, partían los grupos cuando jugábamos a los “tres nabos hay en la cuba”; y aquí nació el acertijo: “Cuatro esquinas, cuatro gatos, cada gato mira a tres, ¿cuánta gatería es? La gente mayor tomaba el sol en la fachada de la señora Isabel la carnicera (antiguamente, de Antonio Blázquez Bautista) y, cuando había bodas, salían las vecinas (y aún lo hacen) a curiosear a la novia y su cortejo; antaño paraba siempre aquí el tamboril para echar unos bailes y las máscaras en los carnavales. Es un buen lugar de observación, pues se trata de un paso obligado de toda la gente que vive y va a Santa Ana. Cercaban las cuatro esquinas, por su izquierda, la fachada del tío Azúcar. Yo nunca supe cuál era su nombre, lo averigüé hace poco y, en ese momento, me enteré de que la casa de Rogelio Gallinero (calle La Botica), era también de su propiedad. Azúcar (el mote de azúcar no sé si le viene porque se trataba de un hombre de temperamento bondadoso o porque era demasiado goloso) llamaban a Pablo Bautista Madrigal. La bodega de la esquina pertenecía a Remigio Bautista Zaballos, que residía en la calle de la Plata; por la derecha, la cerraba el lagar de Jerónimo Gómez Bueno, número uno de la calle Retuerta. Recuerdo que vaciaban la uva al lagar a través de una ventana que se abría a esta calle, lindera con la casa de mi amigo Román (hoy de María, la de Domingo el Roble); por la espalda, tenía la pared de la vivienda de Alonso Zaballos Madrid (casa de la señora Mª Alfonsa la Virgen, hoy de sus nietos, los hijos de Francisca). En la lámina, se destaca la casa de Javier Pérez Blázquez, Morroncho. Esta casa, amplia, de labrador, que daba su trasera a la calle Mediodía era propiedad de Jerónimo Gómez Bueno. Javier vivía en una casa pequeñita, pared por medio de la de Jerónimo, que abría su puerta a la calle Oriente. Javier se la compró, la derribó y edificó la mansión que aparece en el dibujo. Fue una época dorada (hacia 1925) para la vivienda. Aparece la figura de Evaristo el albañil, con quien trabajó siempre José Antonio Blázquez. Se sustituyó el adobe, por el ladrillo, y la fiebre por la vivienda amplia, lujosa, de dos plantas, de vastas cocinas, de salas con bellas y decoradas alcobas y alacenas, corrales con enormes cuadras, pajares y traseras. (señal de que lo había fresco) se puso de moda. En las cuatro esquinas se edificaron con este modelo: la casa del tío Azúcar y la de Javier Pérez Morroncho. Y, por otros lugares, la de Paco Molinero, Mateo Molleta, Antonio Cantarillas...Un largo etc. Unos años antes, se construyeron el cuartel de la Guardia Civil, el matadero nuevo (1918) y la fuente del Carril.
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