Los huertos familiares (Macotera)
El folleto “5.000 huertos familiares en Salamanca”, publicado por Falange Española, se inicia con este titular “El paro estacional, plaga social del campo de Salamanca”. “ Se tenderá a dotar a cada familia campesina de una pequeña parcela, el huerto familiar, que le sirva para atender a sus necesidades elementales y ocupar su actividad en los días de paro”
(Párrafo 4º, libro V del Fuero del Trabajo).
“ El día 23 de noviembre de 1946, en jornada de imborrables recuerdos se entregaron, en Santiago de la Puebla, los títulos de beneficiarios de huertos familiares a 124 jornaleros agrícolas del aquel pueblo”. Santiago fue el primer pueblo beneficiario de los huertos en la provincia de Salamanca”.
Nunca había tecleado el ordenador con música de fondo, pero el tema de los huertos familiares me llevó a combinar las ideas con el tarareo del cantar; aquel cantar con el que el señor Agapito Blázquez, junto con el señor Jeromiche, su hija Vicenta, Remigia, Mónica la Porreta y su hermana Quica, Anita Cajarinas y Rosa Cabañas alegraron el carnaval del 48.
Macotera, Macotera,
que desconsolada estás,
ha venido la crecida
por el huerto familiar.
Todos pedimos un huerto
para poder comer pan,
luego viene la crecida
y todos quedamos igual.
Son varios los decretos que regulan la puesta en marcha de los huertos familiares. Hemos leído el de 23 de julio del 42 y el de 17 de abril del 47, pero el que refunde toda la normativa anterior, es el de 14 de junio del 50. Entre otras cosas, explica la dimensión social de los huertos: “...el disfrute de ellos mediante el abono de un pequeño canon a obreros agrícolas cabezas de familia que, con el cultivo de dicha clase de unidades, podrán obtener productos de consumo directo que completen su modesta economía familiar y que darán empleo a su actividad laboral durante los paros estacionales”. A lo largo de su articulado, va desgranando las normas a que deben atenerse los beneficiarios: El disfrute del huerto no podrá ser transferido por actos intervivos. Al fallecer el titular del huerto, el disfrute de éste corresponderá a la viuda y, en defecto de ella, a sus hijos solteros que continúen viviendo bajo el mismo techo; en otro caso, será destinado titular del huerto aquél de los hijos cuya familia sea más numerosa, siendo preferido en circunstancias análogas el varón antes que la hembra; y el de más edad, al menor. En ningún caso, podrá corresponder al mismo beneficiario, el disfrute de dos o más huertos familiares. La extensión de los huertos estará comprendida entre 45 y 178 estadales.
Andan diciendo los ricos que no quieren a los pobres, tenemos un patatal que le zumban los c...
Macotera, Macotera, que desconsolada estás, que ha venido la crecida por el huerto familiar.
Según el Decreto del 14 de junio del 50, los beneficiarios de los huertos están obligados:
- A verificar la explotación del huerto a uso y costumbre de buen labrador y en forma directa y personal.
- A satisfacer, puntualmente, el canon anual de disfrute que, en ningún caso, podrá ser superior al 2% de la cantidad resultante de sumar el precio de adquisición de la tierra y el coste de las obras o mejoras que hubiere sido preciso realizar al efecto.
- El incumplimiento de alguna de estas obligaciones será causa de pérdida del disfrute del huerto.
El mismo efecto producirá el advenimiento del beneficiario a mejor fortuna o el abandono de la vecindad del término municipal donde estaba asentado el huerto. Este es el Decreto a que debían atenerse todos los huertos familiares; sin embargo, los huertos familiares de Macotera, como debió suceder en otros pueblos vecinos como en Santiago, los ayuntamientos no tuvieron que adquirir fincas del Instituto Nacional de Colonización para su transformación en huertos, pues ellos disponían de prados comunales, que les permitieron llevar a cabo esta función social sin tener que recurrir a un gravoso desembolso. Pero, a pesar de esta situación ventajosa, tuvieron que vencer otros inconvenientes: la oposición de los labradores que se sintieron perjudicados por la reducción de pastos para sus ganados y por las expropiaciones de fincas a que éstos se vieron sometidos por el Gobierno Civil, en cumplimiento de la ley del 27 de abril de 1946, reguladora de la expropiación de inmuebles de carácter rústico por causa de interés social; en este caso, don Diego Salas Pombo, por la resistencia que ofrecieron algunos labradores, tuvo que tomar medidas tajantes, ya que el Ayuntamiento no podía, por sí solo, vencer la resistencia de algunos propietarios ni poseía predios que pudiese destinar a solventar la demanda de una numerosa población obrera.
Salas Pombo consciente de la situación económica del pueblo, en su visita a Macotera, por motivo de l a inauguración del monumento al Sagrado Corazón de Jesús, el 10 de junio de l949, se reunió con las autoridades locales, jefes de la Hermandad y de las Secciones Económica y Social y les dio cuenta de la concesión de una subvención de 24.037 pesetas para saneamiento de los huertos y apertura de accesos. Por la tarde, realizó una detenida visita a la zona adonde se encuentran los huertos, conversando ampliamente con las autoridades y los propios beneficiarios. Salas Pombo entregó los títulos a los beneficiarios de los huertos el día 18 de mayo de 1947, domingo. Así lo narra el cronista de La Gaceta: “En la mañana del domingo, el gobernador civil hizo entrega en Macotera de 206 títulos de beneficiarios a otros tantos jornaleros agrícolas. El acto revistió gran solemnidad, pronunciando el gobernador civil un amplio discurso, en el que expuso las ideas del movimiento con relación a los problemas económicos y sociales de la agricultura”.” Dice el folleto de Falange Española: “Ahora, en los pueblos donde la Falange dio huertos familiares, todo es distinto. La alegría domina. El aspecto desolador y miserable ha desaparecido. Quedan los pueblos sucios y descuidados, pero, en el rostro de los obreros, antes hambrientos y resentidos, hay ahora una señera alegría, la tranquilidad por saber sus hogares a salvo del hambre y la gratitud al Caudillo, que ha hecho posible este milagro falangista y provinciano”. En el libro “Veinte años de paz en el movimiento bajo el mando de Franco”, se recoge la relación de los huertos familiares de la provincia. De Macotera dice: “Se repartieron 206 huertos, de una extensión de 0,11 has (98 estadales, una cuarta, menos 2 estadales), que ocupan una superficie total de 33,36 has (74,5 huebras), más los 30 huertos que repartió la Hermandad. Cuando la Hermandad distribuyó sus huertos familiares, en el momento de cobrar los pastos y rastrojeras, cada labrador dejó dos pesetas por huebra para contribuir a los gastos de su puesta en funcionamiento. Por este concepto, se recaudaron 14.875 pesetas. Además, la Hermandad percibió una subvención de 3.000 pesetas, como ayuda para abonar los gastos de escritura. Miguelín el Guchina tenía su huerto familiar en la Carramolino, cerca de la huerta del señor Eugenio el Barquillo junto con el de otros cinco obreros, entre ellos, Francisco Manolajas e Higinio Gavilán. En el título de beneficiario de Miguelín, su huerto figuraba con el nº 30 y era de aquellos que concedió la Hermandad. Los huertos de ésta eran más extensos que los que otorgó el Ayuntamiento en el “prao”, ocupaba una superficie de 98 estadales. Los obreros beneficiarios de los huertos del prao pagaban 25 pesetas de renta anual; en cambio, los jornaleros, que obtuvieron su huerto de fincas expropiadas a la Hermandad, abonaban 40 pesetas al año. Los huertos familiares fueron un alivio para los obreros: “No nos faltó el caldero de patatas ni de fréjoles ni de tomates ni de manzanas ni de ciruelas ni de melocotones... Mataron muchas hambres. Allí sembrábamos de todo. Recuerdo que yo tenía dos manzanos que daban unas reinetas riquísimas. El mayor problema, que tuvieron los huertos, fue el agua. Yo tenía un pozo muy bueno, pero en el prao había poca agua, se las veían y deseaban para regar los cuatro o cinco canteros que cubrían los noventa y ocho estadales. Regábamos a cigüeñal y sacábamos quince o veinte calderos de agua y se agotaban, y mientras se recuperaba un poco el pozo, escardábamos los cuatro hierbajos y nos daba aún tiempo para echarnos un cigarro y un cacho “parlao” con el vecino. Las mujeres y los muchachos nos echaban una mano, pues nosotros teníamos que ir a segar o a ganar el jornal por las fincas de Salamanca y Ciudad Real. Recuerdo que me pagaron por cuatro meses, (120 días), en una finca de Ciudad Real, 1.000 pesetas. En cuatro meses, ganamos mil pesetas después de pagar el comestible. Pero, con el huerto, teníamos para saciar el hambre. Con los céspedes, que se arrancaron del “prao”, se construyeron varias casetas donde guardábamos las herramientas y nos cobijábamos en los ratos de descanso: eran frescas en verano y calientes en invierno”, nos comenta Miguelín. La junta de huertanos la presidía Antonio Catalán, el jefe social (el hombre del traje de pana, como se le conocía en toda España) y figuraron como vocales: Pedro Capucho, Pablo Chaga, Jesús Ajerillo, Heliodoro y Ramiro Corrocho... Atendían los problemas 'y conflictos que se daban entre los beneficiarios. Los huertos ya no tienen razón de ser. Muchos obreros emigraron al extranjero y lo abandonaron. Aún se siguen cultivando algunos a la orilla del río. Se pueden contar con los dedos de la mano. El Ayuntamiento recuperó los restantes, ha cercado la zona y la ha repoblado de chopos.
Viva el señor Salas Pombo, viva Antonio el Catalán, por ellos dieron los huertos para poder trabajar.
Macotera, Macotera, que desconsolada estás, que ha venido la crecida por el huerto familiar.
Relación de los huertos familiares, su extensión parcial y total, de los pueblos próximos, según se refleja en “Veinte años de paz en el movimiento bajo el mando de Franco”.
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