Macotera. Su origen
Resulta harto complicado dar una respuesta convincente sobre el origen de Macotera, pues carecemos de testimonios escritos y litográficos, que puedan aportarnos alguna luz sobre este enigma. Por ello, hemos tenido que acogernos a las conclusiones a que han llegado los analistas, como resultado de una ardua tarea investigadora.
En el caso del topónimo Macotera, hemos hurgado en un trabajo monográfico, que publicó la Diputación Provincial de Salamanca en 1999, en el que se presenta un extracto del trabajo de campo que llevó a cabo don Antonio Llorente Maldonado, profesor de la Universidad de Salamanca. Este estudio versa sobre el análisis minucioso de dos mil quinientos topónimos de diversos lugares españoles, publicado “En memoria de Antonio Llorente Maldonado”, aparecido en "Salamanca, revista de estudios nº 43".
En el apartado que hace alusión a Macotera, manifiesta que se trata de un topónimo prerromano de procedencia indoeuropea, opinión que fundamenta en la explicación que da María Lourdes Albertos en su obra “Onomástica personal primitiva de Hispania”, partiendo de la raíz 'mak' (grande); y siguiendo la teoría de Albertos, Llorente deduce que el topónimo Macotera podía considerarse como un término híbrido, compuesto por las voces 'Maccus', (hombre de grandes mandíbulas) y de 'Altaria', otero, cerro; por lo que significaría, según Maldonado, 'otero de Maccus', o sea, otero o cerro de hombre de grandes mandíbulas.
Algún otro autor ha manifestado que Macotera tuvo sus primeros cimientos en un castro o poblado prerromano. Si así fuere, como también argumenta el origen de su nombre, nos atrevemos a afirmar que sus primeros pobladores pertenecieron al pueblo vacceo. “Los vacceos ocupaban el reducido territorio que se extiende al norte (y este) del Tormes hacia el límite de la provincia (Salamanca), la Armuña (y Campo de Peñaranda) de dedicación cerealista “La organización tribal de los vettones”de Manuel Salinas, página13)
El género de vida de los vacceos era agrícola - pastoril; se trataba del pueblo más culto de los que habitaban el territorio occidental de la región, como demuestran su floreciente industria lanera y la práctica del colectivismo agrario, que se va incrementando, paulatinamente, con la tala de alguno de sus montes. “De los vacceos sabemos que conservaban un régimen tribal muy puro, siendo los campos comunes, los partían anualmente y, tras la cosecha, se ponían juntos los frutos dándose a cada uno una parte, el que retenía algo de la cosecha sin entregarlo a la comunidad era castigado con la pena de muerte”. “La organización tribal de los vettones”de Manuel Salinas, página 47)
Podía ser la primera simiente de las tres fuentes de riqueza que han practicado, durante siglos, la población de Macotera: la agricultura, el ganado lanar y el comercio de la lana.
El pequeño castro fue el elemento más emblemático para los vacceos junto con el trabajo colectivo de la agricultura.
El poblado se levantaba bien en un lugar elevado de fácil defensa o en la confluencia de dos arroyos o junto a un río o fuente. Entre los vacceos no es raro encontrar algún castro escondido en el bosque. Pudo ser el caso de Macotera. Estos castros se rodeaban de fosos y los amurallaban con tierra y adobes. Sus casas, en un principio, fueron redondas, más tarde, rectangulares. El centro de la casa estaba presidido por la lareira o espacio donde se encendía fuego sobre una meseta de piedra para cocinar. Se colocaban, junto a la pared, bancos corridos y guardaban en ellas grandes vasijas para depositar los granos, bebidas y alimentos. Su techumbre era de ramaje, por la que salía el humo de la lumbre; sus pisos, de tierra y canto. Adosado a la casa, situaban su molino circular para triturar el grano.
Se alimentaban de carne y bellota molida con la que elaboraban una especie de pan de cierto sabor dulzón y bebían un vino mezclado con miel y una especie de cerveza obtenida de la fermentación de la cebada. Aderezaban sus guisos con manteca y desconocían la existencia del aceite. Vestían sayos oscuros y las mujeres trajes bordados de colores. Dormían sobre camas de paja que amontonaban, cada mañana, después del descanso.
Adoraban a Ataecina, la Perséfona griega, diosa hija de Deméter, personificación del cereal nuevo de cada año. El agricultor le ofrecía las primicias de sus cosechas, que colmaban su era. Celebraban su fiesta bebiendo agua con cebada.(Frazer J.G La rama dorada. Magia y religión. Pag 453)
Otro aspecto, que queremos comentar al menos, es el sitio o lugar en que se estableció el poblado. Nos sorprende que Macotera no esté asentado a la orilla de un río o en un cruce de caminos o en un lugar estratégico, como es la posición normal de casi todos los pueblos. Pero, si lo fundaron montado sobre un cerro, lógicamente, debió tener agua, porque, sin agua, es imposible que un ser vivo prenda y se desarrolle, y un grupo humano lo es.
Recientemente, hemos leído que Peñaranda se fundó a la orilla de una gran laguna. Quizá ocurriera igual con Macotera; lo que no ofrece duda es que su zona acuífera se sitúa dentro de las dos depresiones que abrazan el núcleo urbano, y por las que transitan las aguas de lluvia que dos arroyos depositan en el río Margañán.
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