María de las Mercedes Sánchez Sánchez

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María de las Mercedes Sánchez Sánchez nació el 18 de junio de 1936 en la localidad salmantina de Sanchón de la Ribera. La bautizaron con el nombre de su abuela, fallecida al poco de dar a luz a su madre Amelia. Durante años, su abuela María de las Mercedes fue recordada en la comarca como una mujer de extraordinaria belleza con el sobrenombre de el Sol de la Zarza. Su abuelo se llamaba Juan Sánchez Hernández. Conocido por distinguirse en la Guerra de Cuba, concretamente, en Puerto Rico. Fue durante años el Secretario del Ayuntamiento.

Pasó gran parte de su infancia en la ciudad de Zamora. Ya en aquellos años sintió un interés por la pintura y las artes aplicadas, concretándose durante su adolescencia en cuadros de gran y pequeño formato.

Tras diplomarse en la carrera de Magisterio por la Universidad de Salamanca, algo que realizó en tan sólo un año, empezó la carrera de Farmacia, realizando el primer curso, aunque no pudo acabarla al contraer matrimonio en 1960. Llegó a ejercer su magisterio, valga la redundancia, en la localidad salmantina de Brincones y en la madrileña de Las Navas del Marqués, concretamente en el Castillo de la Nava.

Hija de un capitán de Infantería, héroe de la Guerra civil española, llamado Felicísimo Sánchez Ballesteros, y de un ama de casa, Amelia Sánchez Rodríguez, se crió en un ambiente burgués de clase media alta en plena Postguerra.

Mujer de fuertes creencias religiosas, nacida en el seno de una familia hondamente católica, siempre ha abogado por la tolerancia hacia otros credos, aunque reconoce que en los colegios de monjas donde se educó, había un ambiente altamente represivo, al que no fue ajena, avivado por la famosa Sección Femenina de Falange Española, que en aquella época tenía mucho poder y que ella presenció como perdía poco a poco. Su carácter quedó marcado por el enfrentamiento de ella y su familia con ese aparato represor.

En 1960 se casó con el Dr. Emilio Herrero Marcos, Caballero de la Orden de la Cruz del Cardenal Cisneros, con el que tuvo siete hijos: Emilio, Juan Ignacio, Francisco Javier, Jesús Rafael, Ángel, Miryam y David.

Tras un largo período en que solo se dedicó a las artes aplicadas, en 1.989 ingresó en una academia de pintura local, donde aprendió a perfeccionar su pintura, no sólo en el taller, sino también al aire libre, pintando tanto bodegones como otros géneros de taller como el urbanismo de Salamanca y otros rincones de la geografía nacional: Alcántara (Cáceres), Águilas (Murcia), Mojacar (Almería), etc., sintiendo una predilección especial por el Sur. También ha realizado viajes a paises extranjeros, tales como Andorra, Austria, Francia, Italia, Portugal, Suiza y Chile.

Estudio de su obra

Nuestra pintora respondió con precocidad a la demanda del Siglo XX de pintar la vida con realismo. Pinta composiciones alternando bandas horizontales claras y oscuras en contraste, acentuando la plenitud de las figuras.

Entre sus influencias se encuentra la de Diego Rodríguez de Silva Velázquez (tiene obras con objetos en los cuadros sin apoyo de elementos externos) y las estampas orientales (sobre todo tejidos): ausencia de modelado y el carácter plano y luminoso de los objetos, son dos influencias fundamentales.

Busca fundar la pintura moderna en la tradición, como los impresionistas, con factura clara y visión naturalista.

Potencia la limpieza del color. Los colores no están atentos al claroscuro. Aboga por la conquista del color por el color. Por eso el tema es un pretexto (bodegones, paisajes salmantinos, etc.). En sus cuadros lo que interesa son los colores lozanos, luminosos.

Su obra tiene tres etapas:

1ª) Etapa de juventud:

Antes del gran parón en su producción. Empezaba a manejar la pintura. Mención especial merecen sus obras Cobertizo en el valle, con fecha de 18 de junio de 1.953. Y En el corral del 19 de junio de 1.953. Ambas pinturas están realizadas con la técnica del óleo sobre lienzo, y miden 108 x 75 cm cada una de ellas. La artista ha reconocido que les puso fecha tiempo después de haber pintado ambos cuadros. María de las Mercedes al realizarlos pudo tener menos de 17 años. Su firma es simplemente Merce.

En el corral y Cobertizo en el valle pertenecen a una colección particular.

2ª) Etapa de reencuentro con la pintura:

En una academia local lima las imperfecciones del pasado.

3ª) Etapa de plenitud:

La etapa actual, superados los problemas de técnica, su paleta muestra ya claras diferencias respecto a la de la academia local y sus paisajistas, con un mayor dominio de tonos más claros y menos mezclados.

En sus cuadros, se ve un acorde de amarillo, verde y azul (estricta aplicación de la ley de contraste complementario).

Ni la academia local ni Zacarías González Domínguez, otra de sus influencias, abordan en esta fecha cuadros de tal audacia y franqueza en el empleo de los colores primarios.

Como Claude Monet, ganó la batalla del aire libre. Suponía dotar a los cuadros de una atmósfera respirable, en que la luz se erigiera en protagonista. Por eso el tema se convierte en un pretexto.

Subordina el motivo a la sensación coloreada hasta el borde de su desaparición.

Empieza a fundir los contornos con la luz, dejando atrás las composiciones muy controladas anteriores. Virtuoso arabesco de pinceladas largas, astilladas y ondulantes.

Desea pintar directamente los colores, pero apoyados en la naturaleza. Todo es color. Pero evita el escollo del relieve, que oscurece su paleta.

Se produce una desmaterialización o disolución de la forma por efecto de la luz.

Los elementos compositivos del cuadro vibran sutilmente con la luz, efecto que la pintora traduce a través de largas y suaves pinceladas. Con una sobria concentración en el diálogo entre cielo y agua en sus paisajes, que se reparten la superficie de la tela.

Establece un complejo juego de pantallas visuales a base de pinceladas muy libres.

Influencia de Pierre-Auguste Renoir: el uso de una pincelada larga y la forma de encuadrar la figura, reduciendo al mínimo la sensación de profundidad espacial.

La captación de los efectos que la luz produce sobre los objetos es una preocupación constante. La introducción de los elementos de la naturaleza en un marco espacial muy concreto (recurso muy habitual en el período impresionista) le sirve para componer una vibrante armonía de sombras coloreadas.

La disposición de los objetos y la precisión del dibujo, acusan la influencia de Pila Díez. El fondo a base de planos de color liso conecta con los experimentos de Párraga (pintor levantino) en los años ochenta.

Fija la belleza del instante preciso y profesional, el pequeño encanto del entorno, muestra una compleja organización del espacio a base de primeros planos picados y contrapicados, una nueva temática cotidiana inaugurada por el Impresionismo en el Siglo XIX.

Aunque María de las Mercedes no disuelva la forma, la influencia del Impresionismo se revela en el uso de tonos claros que matizan los contornos.

Comenzó pintando a la manera de Joaquín Sorolla Bastida, reinstalando el caballete frente a la naturaleza. Pero terminó pintando como una evangelista del color y la palabra pictórica.

Reivindica la violencia de las pinceladas, por eso tiene una potente unidad formal reforzada por los enérgicos trazos de pincel que remiten al Ferdinand Victor Eugène Delacroix de sus etapas más coloristas.

El grosor de la materia busca interpretar la fusión de la luz con el objeto. La solidez de la forma se mantiene, pero se plasma en el cuadro como si se tratara de una masa vibrátil y activa.

Su tipo de distorsión, que practicó en sus naturalezas muertas durante estos últimos años, contiene el germen del concepto espacial de la abstracción a la que nunca ha desacreditado, aunque solamente cuenta en su obra con una obra abstracta, sin título, del año 2003, cuya técnica es el óleo sobre tabla, siendo sus dimensiones de 33 x 27 cm.

La recuperación del volumen es la tarea amorosamente emprendida por María de las Mercedes. Pero eliminando el tradicional claroscuro, da a las formas nueva plasticidad a base de contrastes de color.

Como Piero della Francesca, cuando pinta retratos, modela seres impasibles que parecen iluminados por una luz que brota de su seno.

El ambiente sosegado de sus paisajes es producto de un arduo proceso de depuración, hecho que atestigua el carácter dinámico de los numerosos estudios previos.

La diversidad de elementos de la naturaleza y su rígida quietud, que contrasta vivamente con la expresividad de las composiciones de Pierre-Auguste Renoir o Claude Monet (pintores que tanto le han influido), son aspectos de su obra que, junto a su técnica abocetada, desorientan al espectador actual.

Sin duda, divulga el estilo de su maestra de la academia local; suele ir al Sur de España (Murcia y Almería), algo que le influye en su colores.

En su obra, se detectan también influencias de Edgar Degas y Camille Pissarro, sintetizando los colores, con un naturalismo que tiende a desparecer en su obra actual. A veces, conjuga la aplicación no naturalista y plana del color (de los tejidos orientales) con el dibujo basto.

Profesa profundos sentimientos religiosos por todo lo que le rodea.

Cambio de rumbo producido en su pintura cuando estuvo en Aveiro (Portugal):

Muestra la plácida solidez de las campiñas y una brillante gama cálida empleada. Continúa el ascetismo religioso de los temas religiosos de corte protestante, es decir, identificar a Dios con la naturaleza, como Vincent van Gogh, de la meseta castellana a este otro escenario impactante, la costa norte de Portugal.

Uno de sus mayores empeños es encontrar equivalencias pictóricas para los misterios del Norte luso. Se acerca, conceptualmente, al pathos de obras clásicas de artistas como José Gutiérrez Solana o Julio Romero de Torres, de los cuales, en algunos aspectos, se considera “discípula”. A través de los calendarios con ilustraciones en color de Fosforeda Española (institución que posee muchos cuadros del artista) conoció la obra de Romero de Torres durante su infancia, también conoció por la polémica suscitada en la época, la obra de Gutiérrez Solana, y no hay que olvidar la influencia parcial tácita de Salvador Dalí, ya que ha entrado en contacto con litografías originales de este pintor surrealista.

Su obra no es conocida a nivel nacional, sólo es “un poco conocida” en Salamanca, Águilas (Murcia), Segovia, Madrid, Santander y Tarragona. La obra de la artista supone en el arte actual una rémora estilística, no es innovadora, es retardataria e incluso reaccionaria, una pintura claramente burguesa con un fin esencialmente decorativo pero, no obstante, posee un gran virtuosismo técnico.

Las exposiciones han sido muy limitadas, y de ámbito local, aunque es preciso puntualizar que un retrato que pintó, a partir de una fotografía de la Madre Teresa de Calcuta cuando era una adolescente, que realizo en 2.005, decora el convento de las Misioneras de la Caridad de Calcuta en la India (Missionaries of Charity of Calcuta in India). El cuadro está pintado en tonos negros y grises, siendo una fiel interpretación de una fotografía en blanco y negro de principios del Siglo XX. Y según su autora, que donó el lienzo a las Misioneras de la Caridad, EL CUADRO ES UN CLARO Y HUMILDE ALEGATO PARA CANONIZAR A LA MADRE TERESA DE CALCUTA (THE PICTURE IS A CLEAR AND HUMBLE CLAIM TO CANONIZE MOTHER TERESA OF CALCUTA).

Por desgracia, María de las Mercedes, reconoce que el retrato tiene más de devoción por la Beata Madre Teresa, que calidad artística, ya que se arriesgó demasiado al intentar realizar un retrato a partir de una fotografía, que como es lógico en todas las instantáneas de principios del Siglo XX, no tiene mucha definición. Además, hasta este momento, nunca había pintado lienzos cuyo tema fuera el retrato de cuerpo entero.

Muestras

1ª) Exposición convocada por el Excelentísimo Ayuntamiento de Segovia en 1996, en la cual presentó tres obras: La mesa de la abuela (finalizado en 1992), Homenaje a Bretón y Camino a Tamames nº 2 (1993).

2ª) Exposición convocada por el Excelentísimo Colegio Oficial de Médicos de Salamanca en 1997, donde presentó dos obras: Espiritualidad castellanista (finalizado el 23 de noviembre de 1996) y Camino a Tamames nº 1 (finalizado el 8 de febrero de 1996).

3ª) Exposición individual titulada Mª de las Mercedes Sánchez Sánchez: “Reminiscencias”, en un céntrico hotel de Salamanca entre 2001 y 2002.

Presentación del catálogo de la exposición:

Nuestra artista nació en la villa charra de Sanchón de la Ribera el 18 de junio de 1.936. Hija de los ilustrísimos señores D. Felicísimo Sánchez Ballesteros y Dª Amelia Sánchez Rodríguez, mostró desde niña un precoz interés por el arte, algo que se concretó en su pintura de aquellos años en una aplicación ortodoxa de la gama cromática y de la perspectiva, que por aquellos años seguían las directrices del academicismo.

Diplomada en Magisterio por la Universidad de Salamanca, comenzó la carrera de Farmacia en la misma universidad, la cual no pudo completar por contraer matrimonio con el Dr. Emilio Herrero Marcos, con el que tuvo siete hijos.

Nunca abandonó del todo su afición por el arte. Hace exactamente 11 años ingresó en un taller local de pintura donde perfeccionó su estilo. Podemos comprobarlo en las fechas de sus cuadros, las cuales van desde 1.990 a 2.000. Toda una década de su creación artística está representada en esta muestra, siendo el óleo sobre lienzo el catalizador de su potencia creativa.

La paleta cromática no es fija, va de los tonos pastel a los tonos tierra, en una convivencia sin sobresaltos, que ayuda a comprender la intimista voluptuosidad de esta pintura.

Es la primera vez que nuestra artista realiza una exposición monográfica, dado que en 1.996 presentó tres obras en una exposición convocada por el Excelentísimo Ayuntamiento de Segovia y un año después presentó dos obras más en una exposición convocada por el Excelentísimo Colegio Oficial de Médicos de Salamanca, pero hasta ahora nunca había expuesto en solitario.

Especial interés merecen las obras Girasoles (nº 11), con una clara influencia del maestro holandés Vincent van Gogh, Jarra con Flores (nº 7), de clara abolengo decimonónico y Encina de Sanchón de la Ribera (nº 8), representando este último lienzo el tema predilecto de María de las Mercedes: las encinas. Tema que volvemos a ver en Encinas de Palacios del Arzobispo (nº 9) y Encina Solitaria (nº 10).

La mayoría de la creación artística de Mercedes ha sido concebida a partir de composiciones recreadas en el estudio o pintando al aire libre, pero también podemos ver en la exposición una interpretación de la pintura impresionista, concretamente de la obra del artista francés Hilaire Germain Edgar Degas. La interpretación de nuestra artista fue titulada Intimidad de Mujer (nº 2).

En el año 1.998, el que escribe estas líneas realizó un estudio de esta artista como proyecto de fin de carrera, y que puede encontrarse en la exposición. Lamentablemente sólo un cuadro de los que aparecen en el susodicho estudio está en la exposición, aunque todo lo que se dice en él, sigue siendo vigente para toda la obra de María de las Mercedes.

Por último, es deseo de la artista, que esta exposición esté dedicada a la memoria de su madre Amelia y de su marido Emilio, ambos fallecidos recientemente.

David Herrero Sánchez (Lcdo. en Historia del Arte). COMISARIO DE LA EXPOSICIÓN