Niños expósitos de Macotera en el siglo XIX
Cuando revisaba los libros de bautismo de la iglesia con otros propósitos, observé como, a veces, se interrumpe la relación de los padres, que identifican el nombre de los hijos, por el de hijo de padres desconocidos. Me llené de preocupación y, a la vez, de curiosidad, porque el hecho se repetía con relativa frecuencia. Niño expósito es aquel recién nacido que sus padres abandonan a la puerta de una iglesia o a la ventana o puerta de una casa particular, aprovechando la oscuridad y la soledad de la noche. Hoy, aún se lee la noticia y quizá los motivos sigan siendo los mismos: la situación económica de los padres, que no pueden alimentar una boca más; hijo de madre soltera, que no puede aguantar la presión, que ejerce sobre ella, la moral social y religiosa por su desliz, y la incomprensión de los padres y hermanos, que actúan, en ocasiones, como cómplices en el hecho. La sociedad era intransigente con la joven que rompía el principio de la virginidad; y la propia madre, en ocasiones, se deshacía del hijo para evitarle la afrenta y humillación de que iba a ser objeto por parte de una sociedad severa e hipócrita; una sociedad que, fanatizada por la honra, condenaba a un elevado porcentaje de niños a una muerte segura. Esta actitud nos lleva a la reflexión: ¿qué es más trascendente a la luz de la moral y de la libertad humana la honra o la vida de una ser humano? La primera noticia de un niño expósito de Macotera, data de 1664, que no quiere decir que sea el primer niño abandonado en Macotera. El dato lo recogí en el Tomo III de Historia de Salamanca, en “Sociedad salmantina en la Edad Moderna”, de Clara Isabel López Benito: ”El colegio de huérfanos de Salamanca había sido fundado por la familia Solís, destacada también por sus numerosas fundaciones en favor de las mujeres de mal vivir; sin embargo, en 1555, aquél estaba sometido a probanza porque las autoridades eclesiásticas dudaban de que desempeñara una verdadera labor social. Ignoro si funcionaba, en 1664, pues, desde Macotera, se envió un niño huérfano y abandonado a otra institución similar, el Hospital donde los recogen en Salamanca”. Estas instituciones, en un principio, se sostenían gracias a las limosnas y donaciones testamentarias de personas adineradas de la ciudad de Salamanca, hasta que los reyes toman conciencia de la situación lamentable en que malviven estos niños abandonados y adoptan medidas encaminadas a remediar su estado y lograr su reinserción en la sociedad. Una vez aparecía el niño expuesto a la puerta de una casa o de una iglesia, y tras proceder por el párroco a su bautismo, era entregado a un transportista que, con un certificado del cura o de otra autoridad se encargaba de llevar al pequeño hasta la casa de Expósitos. Este transporte se hacía en pésimas condiciones, metidos en cestos o alforjas, como si fuesen garrapos. Muchos de ellos morían en el camino. Esta, ordinariamente, se hacía de un modo inhumano, llevándoles a sus espaldas algún hombre en alforjas o cestos, sin lactarse en el camino, sino por alguna casualidad y muy poco, yendo sumergidos en sus inmundicias y en sus lágrimas de modo que casi todos morían. (El problema del niño expósito en la España Ilustrada, de Carreras Pachón. U de Salamanca, 1977. Pag. 59) Con el tiempo las cosas cambiaron a mejor. Un grupo de señoras, llamadas conductoras, era el encargado de recoger a los niños abandonados en su lugar de origen, darles la lactancia durante el trayecto y de depositarlos en la Real Casa cuna. Es el medio de traslado, que se utilizó con los veinte niños expósitos de Macotera, habidos en el período 1818 a 1892. Esta conducción más humana permitió que los veinte niños macoteranos ingresasen en la Inclusa sin grandes sufrimientos ni trances de muerte. Estos centros de beneficencia recibían a los niños y buscaban, inmediatamente, un ama de cría. Una vez ingresaba en la Inclusa el pequeño, se extendía en el libro de ingresos un asiento con sus datos personales, y en el que se recogían, también, las circunstancia en que había aparecido y la certificación de bautismo del párroco que le había bautizado.
Efectuado este trámite, el niño pasaba a manos de una mujer: la madre de los niños. Su función era buscar un ama de cría y procurar, en todo, el buen abrigo de la criatura. Mientras encontraban la nodriza, dos o tres señoras amamantaban a los niños durante su permanencia dentro de la casa. A estas mujeres, se les denominaba amas internas. Se les pagaba un salario y la manutención que consistía en tres comidas: una ración de carnero al mediodía, pasas para almorzar y dos huevos y pasas por la noche. Antes de ser recibidas, como amas internas, debían sufrir un reconocimiento de leche por el médico y por el ama mayor, y se les reconocía la leche cada 15 días. (Marginación social y mentalidad en Andalucía Occidental. Expósitos en Sevilla 1613 – 1910”, de Álvarez Santoló L.C.).
Las amas de cría
Acudían a la Inclusa a ofrecer sus servicios. Se les entregaba el niño y ellas se lo llevaban a sus casas. Normalmente, compartía la lactancia con su hijo natural. Estas mujeres solían ser personas extremadamente pobres que encontraban en la casa de expósitos un medio para aliviar su maltrecha economía. Percibía cuatro reales a la semana por dar la teta al niño, su cuidado e higiene. Poco se podía esperar de ellas con tan míseros estipendios. Entonces, un peón de albañil cobraba cuatro reales diarios. Lo que recibían estas pobres mujeres no llegaba ni con mucho al salario mínimo. De los veinte niños macoteranos, criados por estas nodrizas, únicamente, sobrevivieron cuatro. Murió el 80 por ciento. Se les daba la teta durante año y medio, más, si pareciese necesario; y el niño se quedaba otro año y medio más con el ama de cría, llamado de destete. En este caso, se le doblaba el salario, cuarenta reales al mes. Culminado este tiempo de crianza, se devolvían los niños a la Inclusa y los diputados y mayordomo buscaban una persona que les prohijara. Si no se alcanzaba este propósito, se quedaban en la casa, y, cuando cumplían once o doce años, se buscaba una persona que le enseñase un oficio. Lo más frecuente era que, una vez aprendida una profesión, se quedase al servicio del maestro. Algunos, muy pocos, ingresaron en el seminario. Esta medida era casi excepcional, pues los pocos que sobrevivieron continuaron con la madre de cría, se le abonaba a ésta un salario hasta que el niño comenzaba a ser útil en los trabajos del campo. En 1866, un joven de 25 años, expósito, nacido en Nava del Cabaco, se afincó en Macotera, montó una barbería, se casó con una macoterana y tuvo ocho hijos de familia. Su descendencia se extiende por la piel de toro. ( Fuente. Expósitos en Salamanca a comienzos del s. XVIII, de M. Fernández Ugarte. Salamanca 1988)
Ciñéndonos, concretamente, a los expósitos de Macotera, hemos limitado nuestra investigación al período 1818 – 1892, sin obviar algunos casos que se dieron a finales del siglo XVIII, como el de aquella niña que se expuso a la puerta de la ermita de Virgen de la Encina, que, en su bautismo, se le puso el nombre de María de la Encina (año 1774). En ningún caso de los veinte, que tuvieron lugar en este espacio de tiempo, figura una cédula que indique el motivo del abandono de la criatura. La papeleta es tan escueta, que se reduce a informar de que el pequeño ha recibido el bautismo de socorro y se le ha puesto el nombre reseñado. El párroco, en su certificación de bautismo, en algún caso concreto, define la vestimenta con que apareció el niño. “Sus ropas eran pobres y tenía pendiente un escapulario del Carmen y una papeleta en que decía: haber sido bautizado de socorro y se le pone por nombre Miguel”. “Trajo enbueltos una camisa de algodón, un pañal y un trozo de colcha encarnada y azul claro, un pañal viejo, un crucero blanco, una baieta pagiza y un gorro de musolina de varios colores”. Como ejemplo de alguna cédula más expresiva, correspondiente a algún niño forastero de 1750, se dice lo que sigue: “Soy hijo de la iglesia, nieto de San Pedro, recibí agua del Espíritu Santo y no he recibido los santos óleos; José Iglesias me llamo; daime la teta, veréis como la mamo”. Las mismas partidas de bautismo señalan la ubicación en que se depositaron las criaturas. Entre los lugares preferidos, se encuentran las calles Retuerta, plaza Mayor, Huertas, Plata, Cuesta, Pez, Santa Ana y plaza del Mercado. No podemos precisar si las casas en que se exponían los pequeños eran de gente pudiente o no. Da el nombre de los propietarios de la vivienda, pero no expresa su profesión. En dos casos, indica que el niño se expuso a la puerta del beneficiado cura don Pedro Maestre; y, en otro, a la ventana de la morada de don Pascual Sánchez, el boticario. El padrino del bautismo solía ser el alcalde del pueblo; como hecho excepcional, en dos administraciones, fue madrina la mujer del alcalde; y, en otros tres, los dueños de las casas en que apareció el recién nacido. Una vez que el cura les administraba el sacramento del bautismo y les imponía los santos óleos, eran entregados a unas señoras, las conductoras, que les alimentaban y atendían en el trayecto a la ciudad. No sabemos lo que percibían estas amas por su trabajo, pero sí recogen los asientos de los libros de expósitos, el lugar de procedencia. La mayor parte eran de Santa Marta; alguna otra era vecina de Peñarandilla, Cabrerizos y Salamanca. Los niños en la Inclusa recibían un segundo nombre que se añadía al de pila. Nuestros niños figuran en la relación con estas identidades: Germán de San Antonio; María de la O Pascuala; Juan Isidro; Nicolasa de María de Loreto; Julián; Ramona Antonina; Josefa San Millán; Francisco de San Felipe; Vicente Blázquez; Antonio Católico; Manuela Castillo; Mª Victoria Santiago; Miguel San Benito; Juan Antonio Bueno; Gertrudis de la Iglesia; Juan de San Roque; Mª Antonia Pastor; Elena Magín; Agustina Católica. Los libros de asientos de expósitos también dejan constancia de las amas de cría que amamantaron a los niños macoteranos; así como si fallecieron o sobrevivieron. Las amas fueron vecinas de San Martín del Castañar, Valderrodrigo, Escurial de la Sierra, La Alberca, Parada de Arriba, Tejares, Ledesma, San Martín del Castañar, Salamanca, Galinduste, Carrascal del Obispo, Sanchón de la Sagrada, Cilleros de la Bastida, Navarredonda de la Rinconada, Garcibuey y La Bastida.
En las siguientes tablas, se recoge el número de expósitos fallecidos y supervivientes macoteranos en el período 1818 – 1892.
Franjas de Edades Número de fallecidos Porcentajes 0 a 1 mes 4 20 % 1 a 3 meses 1 5 % 3 a 6 meses 4 20 % 6 a 9 meses 1 5 % 9 a 12 meses 1 5 % 12 a 18 meses 3 15 % 18 a 24 meses 2 10 % Total 16 80 %
Número de supervivientes Porcentaje 4 20 %
Fichero
28 de mayo de 1818, Fray Pedro de Jesús María, religioso de nuestro padre San Francisco y conventual de Peñaranda de Bracamonte, bautizó “sub condicione” a un niño, que apareció a las nueve de la noche anterior en la puerta del cura párroco, don Pedro Maestre, y se le puso por nombre Germán de San Antonio. Hijo de padres desconocidos. Fue su padrino, Antonio Sánchez Blázquez, alcalde de esta vecindad. Ingresó en la Real Casa Cuna de Salamanca el día 31 de mayo de 1818, a las siete de la Mañana, acompañado de la certificación de bautismo, expedida por el cura de Macotera, en la que figuraba su nombre y las condiciones en que apareció. “Vino embuelto en unos trapos”. Murió el 22 de junio de 1818. Se le amamantó durante veintidós días. Al ama de cría o nodriza, se le pagaba por criar al niño y cuidado en su casa, cuatro reales semanales, veinte reales al mes.
10 de septiembre de 1831, don Pablo López Carreira, cura párroco, bautizó a un niño expósito que, a las cinco de la mañana del mismo día, apareció delante de la puerta de la casa de Pablo Blázquez Cuesta. Se le puso el nombre de Pablo. Fue su padrino Pablo Blázquez Cuesta El día 13 noviembre, entregó en la Real Casa Cuna Dorotea Romualda, vecina de Peñarandilla, un niño con certificado del párroco y justicia del lugar de Macotera, por el que consta fue aparecido, a las cinco de la mañana del día diez, a la puerta de Pablo Blázquez Cuesta, vecino de dicho lugar. Fue bautizado con el nombre de Pablo y, en la casa cuna, se le añadió del patrocinio. “Trajo de embueltas unos andrajos inmundos”. Al día siguiente de su ingreso en la casa cuna, se le encuentra ama de cría, Anastasia Ruano, de San Martín del Castañar. Parece ser que, desde que apareció el 10 de septiembre hasta el 13 de noviembre, que se entregó en la Real Casa, debió cuidarlo Dorotea Romualda de Peñarandilla. Pablo del Patrocinio fue uno de los pocos niños que sobrevivió.
25 de enero de 1834, don Pablo López Carreira, cura párroco, bautizó “ sub condicione” a una niña expósita, aparecida la noche del día anterior, a la ventana de la casa del boticario don Pascual Sánchez, vecino de esta villa. Se puso por nombre María de la O Pascuala. Fue su padrino, don Pascual Sánchez. El 27 de enero de 1834, se entregó en esta Real Casa de Expósitos a una niña, conducida por Joaquina Martín, vecina de Cabrerizos, de justicia en justicia desde el lugar de Macotera, con certificado del párroco y de la justicia. “Venía embuelta en una gerga negra y un trozo de colcha encarnada y azul claro, un pañal viejo y camisa de lienzo, gorro de paño negro con encage de mosolina”. La crio Teresa Holgado, vecina de Valderrodrigo, desde el 28 de enero hasta el 3 de febrero de 1834. Vivió siete días desde su ingreso.
15 de mayo de 1854, don Remigio Sánchez, teniente cura del lugar de Macotera, bautizó a un niño, que apareció en este pueblo, en la noche del día catorce, expuesto a la puerta de Francisco Bautista con una papeleta que decía: “No está bautizado, se le pondrá de nombre Isidro Sánchez Domínguez”. Parecía haber nacido en la misma noche o en el día anterior. Se ignora quiénes son sus padres. Se le puso por nombre Juan Isidro. Fue su padrino Juan Hernández, Alcalde de este pueblo, natural y vecino de él, casado y labrador. El día 17 de mayo de 1854, a las seis y media de la tarde, Margarita Gil, vecina de Santa Marta, entregó en esta Casa Cuna un niño, conducido por tránsitos desde Macotera. Resulta de la fe de bautismo, que también entregó la conductora, que fue bautizado con el nombre de Juan Isidro. “Trajo embueltos: una camisa de algodón, un pañal, un crucero blanco, una mantilla de baieta pagiza, un gorro de musolina de lana varios colores y un fagero”. Lo crio Teresa García, vecina de Escurial, desde el 18 de mayo hasta el 1 de octubre de 1854, en que falleció.
6 de diciembre de 1864, don Remigio Sánchez, teniente cura del lugar de Macotera, bautizó, bajo condición por haber duda, a una niña, que apareció, en la mañana del mismo día, a la puerta de Manuel Bueno Zaballos, vecino de esta villa, de padres desconocidos, a quien se puso por nombre Nicolasa. Fue padrino de la administración el señor alcalde primero constitucional de esta villa, don Juan Bautista Cosmes. El día de diciembre de 1864, María Antonia Martín, vecina de Cabrerizos, entregó en esta Casa Cuna, a las dos de la tarde, la niña arriba expresada que, conducida por tránsito de la justicia, venía de la villa de Macotera. Traía fe de bautismo, de la que hizo entrega la conductora a la vez. En la casa, al nombre de Nicolasa, se le añadió el de María de Loreto. La crio Juana Pascual, vecina de La Alberca desde el 11 de diciembre de 1864. Fue una de las que sobrevivió.
13 de noviembre de 1865, don Antonio Sánchez Bautizó a un niño, que apareció, a las ocho de la mañana del día 12, a la puerta de la casa de Julián Hernández Cuesta, de padres desconocidos, a quien puso por nombre Julián. Siendo su padrino, Julián Hernández Cuesta y su hija Juliana Hernández, soltera, ambos de esta villa de Macotera. El día 15 de noviembre, Carmen Sánchez, vecina de Santa Marta, lo depositó en la Real Casa, junto con la certificación de bautismo del cura párroco de Macotera. Lo crio Lorenza Castellanos, vecina de Villamor desde el 17 de noviembre 1865, hasta el 16 de febrero 1866, en que murió.
31 de agosto de 1867, don Remigio Sánchez, teniente cura de la villa de Macotera, bautizó a una niña que, según declaración del señor alcalde, apareció depositada, la noche del día 30, a la puerta de la casa de Juan Blázquez Sánchez, hija de padres desconocidos, a quien puso por nombre Ramona. Fue su padrino el señor alcalde, Antonio Madrid Blázquez. El día 1 de septiembre de 1867, a las seis y media de la tarde, Carmen Sánchez de Santa marta entregó en esta Casa Cuna la niña arriba expresada que, por tránsito de justicia, venía conducida desde Macotera, así como la fe de bautismo. En la casa se añadió a su nombre el de Antonina. La crio Gregorio López, vecina de Parada de Arriba, desde el seis de septiembre de 1867, hasta el 23 de agosto 1869, en que murió.
10 de noviembre de 1868, don Antonio Blázquez bautizó a una niña, que se halló a las ocho de la noche del día 9, junto a la puerta de la casa de nº 12 de la calle del Pez, habitación de Juan Rubio Caballo. Se la puso por nombre Josefa, hija de padres desconocidos. Fue su padrino, José Antonio Salinero, teniente alcalde de dicha villa. El día 12 de noviembre de 1868, la conductora Carmen Sánchez, Vecina de Santa Marta, hizo entrega en la Casa Cuna, junto con el certificado de su bautismo. En la Casa se le añadió el sobrenombre de San Millán. La crio Pilar Sánchez, vecina de Tejares, desde el 14 de noviembre de 1868, hasta el 26 de agosto de 1869, en que falleció.
1 de febrero de 1871, yo el párroco bauticé a un niño que, en la noche anterior, había aparecido expuesto en la calle de Santa Ana y habitación de Cristóbal Jiménez Bueno, con vestiduras decentes y una cédula que decía “haber nacido en el día 31 de enero anterior, a las cinco de la mañana, y bautizado con agua de socorro”. Se le puso por nombre Francisco, hijo de padres desconocidos. Fue su padrino, Francisco Zaballos Barbero, teniente de alcalde, casado y labrador. El 4 de febrero de 1871, le entregó una mujer de Santa marta en la Casa Cuna, junto con su fe de bautismo. Se le añadió el nombre de San Felipe. Lo llevó para su lactancia Catalina Rodríguez, vecina de Ledesma, el 9 de febrero de l871. Sobrevivió.
8 de diciembre de 1873, don Remigio Sánchez, teniente cura de la villa de Macotera, bautizó a un niño que, según declaración del alcalde, apareció, a las siete de la mañana, desamparado a la puerta de la casa de Silvestre Sánchez, vecino de esta villa, sin que se supiera su procedencia, siendo, por consiguiente, de padres desconocidos. Se le puso por nombre Vicente Blázquez y fue su padrino el alcalde, Antonio Nieto Cuesta. El día 11 de diciembre de 1873, Sinforosa Delgado, vecina de Santa Marta, lo depositó en la Real Casa, junto con su fe de bautismo. Lo crio Bonifacia López, vecina de San Martín del Castañar, desde el 12 de diciembre de 1873, hasta el 29 de junio de 1875, en que falleció.
12 de agosto de 1874, don Remigio Sánchez, teniente cura de esta villa, bautizó a un niño, que había sido expuesto, a las once y media de la noche del once del actual, a la puerta morada de Ana María Sánchez Bautista de la misma vecindad, sin documento alguno que pudiera acreditar su procedencia ni quiénes son sus padres; se le puso por nombre, Antonio Católico, así aparece de la certificación del juez municipal y oficio de remisión, del que hizo entrega juntamente la conductora, habiendo sido inscrito su nacimiento en el Registro del Juzgado de aquella municipalidad. El 14 de agosto de 1874, a las 4 de la tarde, Petra Martín, vecina de Santa Marta, entregó en esta casa al niño arriba expresado. Lo crio María Sánchez, feligresa de la iglesia de Sancti Spìritus de esta ciudad, desde el 20 de agosto de 1874, hasta el 23 de enero de 1875, en que murió.
3 de diciembre de 1874, Yo párroco bauticé a una niña que fue expuesta, a las ocho de la noche del día dos, a la puerta de la casa morada de Antonio Bautista Pérez, de la misma vecindad, sin documento alguno. Se le puso por nombre, Agustina Católica. A las 10 de la mañana del día 6 de diciembre 1874, María del Carmen, vecina de Santa Marta entregó la niña arriba expresada en la Real Casa, así como su fe de bautismo. La crio Cecilia López, vecina del Arrabal del Puente desde el 12 de diciembre de 1874, hasta el 18 de diciembre de 1874, en que falleció.
4 de abril de 1875, don Remigio Sánchez, teniente cura de esta villa, bautizó a una niña que apareció, a las 10.30 de la noche del día tres, a la puerta de la casa habitación de Roque Campos Blázquez, vecino de esta villa, y fue denunciada al señor alcalde, Manuel Bueno Sánchez, hija de padres desconocidos, a la que se le puso por nombre Manuela Castillo. A las 8.30 de la mañana del 7 de abril 1875, Nicolasa Barrado, vecina de Santa Marta, la depositó en la Real Casa junto con la certificación del bautismo. La crio Trinidad Martínez, vecina de Galinduste desde el 9 de abril, hasta el 1 de agosto de 1875, en que murió.
22 de mayo de 1875, don Remigio Sánchez, teniente cura de esta villa, bautizó a una niña, que apareció en el mismo día, a la puerta de la casa habitación de José Gómez Espinosa, nº 22 de la plaza Mayor de esta villa, de padres desconocidos. Se le puso por nombre, María Victoria, siendo su padrino el alcalde, Juan Losada Blázquez. A las 7 de la mañana del 24 de mayo 1875, se entregó en la Real Casa por la conductora Victoria Vicente, vecina de Santa Marta, y se le añadió el sobrenombre de Santiago. La crio Felisa Mateos, vecina de Escurial de la Sierra, desde el 6 de junio de 1875. Se trasladó a Gumersinda Terán, de la misma vecindad, el día 15 de junio de 1878.
9 de enero de 1877, yo el párroco bauticé “ sub condicione”a un niño que, en la noche del día ocho, había sido expuesto, a las 2 de la madrugada del día 8, a la ventana de la casa habitación de José Castelló, en la calle de la Huerta, el cual tenía, al parecer, de tres a cuatro días, sus ropas eran pobres y tenía pendiente un escapulario del Carmen y una papeleta en que decía haber sido bautizado de socorro, y se le puso por nombre Miguel del Castillo. Fue su padrino el alcalde, Miguel Oreja. A la una de la tarde del día 12 de enero de 1877, fue depositado por Ceferina Becares, vecina de Santa Marta, en la Real Casa. Se la añadió el nombre de San Benito Lo crio Lorenza Elvira, vecina de Carrascal de Obispo, desde el 14 de enero, hasta el 12 de julio de 1877, en que murió.
19 de mayo de 1877, don Remigio Sánchez, teniente cura de esta villa, bautizó a un niño que apareció a las 2 de la mañana del diecinueve, a la puerta de Antonio Blázquez Vicente, vecino de esta villa, siendo sus padres desconocidos. Se le puso por nombre Juan Antonio. Fue su padrino el alcalde, Juan Bueno Bautista. A las 3 de la tarde del día 21 de mayo de 1877, se entregó en la Real Casa de Expósitos por Carmen Sánchez, vecina de Santa Marta. Lo crio Plácida Abarca, vecina de Sanchón de la Sagrada. Falleció el día 14 de agosto de 1877.
25 de febrero de 1879, yo párroco bauticé a una niña, que se halló expuesta en la calle Retuerta, en casa habitación de Manuel Sánchez Sánchez, natural y vecino de esta villa, entre las doce y una de la madrugada de dicho día, y como de uno a dos días nacida, a la que puse por nombre Gertrudis, siendo de padres desconocidos. Fue su padrino el alcalde, Juan Bueno Bautista. El 28 de febrero de 1879, a las tres de la tarde, fue entregada en esta Casa Cuna por Isidra Barrado, vecina de Salamanca, venía conducida desde la villa de Macotera. Al ingresar en la Casa se le puso el nombre de Gertrudis de la Iglesia. Falleció el 2 de marzo de 1879.
28 de marzo de 1890, yo bauticé a un niño que, en la noche anterior, halló expuesto a la puerta de su casa el vecino de esta villa, Nicolás Jiménez Bueno, habitante de la calle de la Cuesta, el cual venía envuelto en un trapo blanco de algodón, una mantilla de jerga pajiza, otro trapo de lana remendado, unas mangas de percal encarnado con motas blancas y negras y puntilla, y dos pañuelos; al parecer, había nacido en el día anterior. Se le puso por nombre, Juan de San Roque, siendo su madrina, Juliana de San Ildefonso, de esta vecindad. A las 6 de la tarde del día 30 de marzo de l890, ingresó en la Real Casa. Fue criado por Manuela Sánchez, vecina de Cilleros de la Bastilla, desde el 31 de marzo, hasta el 14 de julio de 1890, en que murió.
30 de septiembre de 1892, yo el párroco de esta villa bauticé a una niña, que había sido expuesta, a las ocho y media de la noche del día 29, a la puerta de la casa nº 11 de la calle de la Plata, que habita Cesáreo de San Alejandro, vecino de esta villa, envuelta en pobres vestiduras, hija de padres desconocidos. Se le puso por nombre María Antonia, siendo su madrina, María Antonia Nieto Sánchez, mujer del alcalde, Juan García Blázquez. A las 3 de la tarde del día 3 de octubre de 1892, entró en la Real Casa y se le añadió el nombre de Pastor. La crio Josefa Hernández de Arriba, vecina de Navarredonda de la Rinconada, desde el 4 de octubre de 1892, hasta el día 12 de agosto de 1893, en que falleció.
7 de octubre de 1892, yo el párroco bauticé a una niña, que había sido expuesta, a las siete y media de la noche del día 5, a la puerta de la casa que habita, en las afueras de la población, Juliana de San Ildefonso. Estaba envuelta en pobres vestiduras, hija de padres desconocidos. Se le puso por nombre Elena, siendo su madrina, María Antonia Nieto Sánchez, esposa del alcalde, Juan García Blázquez. El día 9 de octubre de 1892, se depositó en la Casa Cuna y se le añadió el nombre de Magín. Tuvo tres nodrizas: Ángela Martín, vecina de Ledesma, desde 10 de octubre hasta el 21 de agosto de 1893; desde ese día, la amamantó Teresa Jiménez, vecina de Garcibuey; al día siguiente (22 de agosto), se trasladó a casa de Isabel Pérez, vecina de la Bastilla. Murió el 21 de septiembre de 1894.
Fuentes: (ADSA. Libros de Bautismos, años 1818 –1892 (ADPSA. Expósitos, libros de Asientos, años 1818 – 1892)
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