Puerta carretera (Macotera)
Nosotros decimos portás de portada, puerta ancha y alta, que permite entrar y salir los carros de los corrales, aun con barcinas. Las portás dan a la trasera de la casa, a la calle paralela a la de la entrada principal. Esto es lo más usual, aunque hay portadas que abren a una calle lateral de la vivienda e, incluso, se presentan los dos accesos (casa y corral) en la misma fachada. Yo recuerdo que, en la calle de La Plata, había una casa con antecorral, o sea, que aparecían en primer lugar las portás, la tenada para el carro y aperos y el corral con las gallinas y cuadras y, al fondo, la puerta de entrada a la casa. Pero existen corrales con portás independientes de la casa en todas las calles, principalmente, abundan a pares en las calles Aceras de Arriba y de Abajo.
Las portás son un medio de cerramiento pesado y muy consistente. Yo no puedo calcular el peso de unas portás, pero ha de ser considerable, y debe de ser así, pues se solían reforzar los flancos con fuertes y amplios muros de ladrillos macizos, que servían además de cobijo natural de las portás, (y de arrumacos parejiles), junto con las tenás, contra los efectos erosivos de los fenómenos atmosféricos.
José Luis nos ha seleccionado para su lámina las portás de la casa de Juan Alonso el Vivas, en la calle “Las Nieves”, actualmente, desaparecidas. Se trata de una puerta con postigo Las puertas con postigo vienen de muy largo, ya, en el siglo XII, el Poema de Mío Cid habla de ellas: “Vio las puertas abiertas, los postigos sin candados”.
Las puertas carreteras, como su nombre indica, era para permitir el acceso de los carros; por lo tanto, tenían que ser amplias y consistentes. Su construcción era de suma solidez: se seleccionaban cuatro largueros fuertes, a los que se ensamblaban a espiga otros tantos travesaños del mismo grosor. El bastidor era reforzado por escuadras en sus vértices para evitar el posible desmarque con el movimiento frecuente del abrir y cerrar. Sobre esta estructura, se fijaban las tablas, que solían ser enterizas, con clavos de cabeza circular, que se remachaban por la parte interior. El larguero, próximo a la pared, soportaba el peso y el giro de la puerta, en su parte superior, se labraba en forma cilíndrica y se introducía en un agujero que se abría en la viga cargadera; en su parte inferior, se resguardaba el flanco del larguero interior con una escuadra, (el quicial o quiciero) que finalizaba en un espigón o gozne, que se introducía en el tejuelo de una pieza de metal, fijada en el quicio de la puerta.
Para sujetar ambas puertas, se utilizaba la falleba o el cerrojo. La falleba, varilla de hierro, sujeta al larguero exterior por varios anillos, giraba accionada por un manubrio; la parte superior, doblada en ángulo, para fijarse a un clavo que pendía del cargadero. El cerramiento completo se finalizaba con un palo redondo, (arriba con una argolla de sujeción), que se introducía en un agujero en tierra, forrado por una pieza de hierro.
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