Segunda Fase (1750-1756), Plaza Mayor de Salamanca
La obra se reanudó después de todas las dificultades señaladas siguiendo en líneas generales el mismo reglamento que se utilizó en los dos pabellones primeros y que había redactado Rodrigo Cavallero y Llanes. Existían algunas diferencias con la obra anterior, en ésta el Ayuntamiento no corría con los gastos de toda a la obra, más bien la mayor parte de la obra la iban a realizar particulares, por lo que se desechó el método de administración global que se utilizó en la primera fase. Ya no iba a ser un mismo equipo de carpinteros, albañiles y demás obreros quienes iban a realizarla, sino que las contratas particulares realizarían cada una de las viviendas. Esta es la causa por la que en 1751 se empiezan a levantar simultáneamente muchas de las casas y también las casa Consistoriales, realizándose las obras a la vez en ambos lienzos de la plaza.
Los Corregidores de la ciudad velaban por el exacto cumplimento de las normas que había dictado el Consejo de Castilla respecto a la construcción. Las obras que dependían directamente de la Ayuntamiento seguían las mismas normas que en la primera fase y se nombraron delegados de fábrica, depositarios y sobreestantes que se encargaban del buen funcionamiento del trabajo. El maestro mayor de la obra fue Andrés García de Quiñónes al haberse preferido su proyecto al de Larra Churriguera, pero no era el único arquitecto pues la Universidad, el Cabildo y las otras entidades y personas que hacían viviendas en la plaza también tenían sus propios arquitectos, pero debían estar subordinados al maestro mayor. Armonizar criterios no fue fácil y a veces produjo roces y enfrentamientos sobre todo con Larra Churriguera que era arquitecto de las casas de la Universidad y del Mesón de la Solana. No aceptó muy bien el que se le quitara el puesto de maestro mayor y aprovechando el cargo que tenía no dejaría de intrigar y molestar. Como aparejadores de la obra estaban el hijo del maestro mayor jerónimo García de Quiñones y Manuel Antonio Salgado, aunque más adelante sólo va a quedar Jerónimo.
En la obra existían los operarios fijos y los que se contrataban eventualmente, los primeros fueron numerosos al principio de la obra bajando su número en los últimos años. Como curiosidad diremos que entre mayo de 1751 y 1752 trabajaban a sueldo fijo 25 cuadrillas de operarios sólo en la labra y asiento de la piedra, sin embargo entre junio de 1753 y mayo de 1754 encontramos sólo a dos asentadores, 6 carpinteros y 15 albañiles.
Los tallistas de los adornos de las Casas Consistoriales serán Miguel Martínez y Antonio Montero y va a ser Gregorio Carnicero hijo del famoso escultor Alejandro Carnicero el que hace los angelotes de la fachada. Los escudos de los que luego hablaremos en las distintas casas particulares no los harán tallistas de demasiado renombre, sino que los harán los canteros que tallan los muros. También trabajará en la plaza por primera vez un empedrador, Manuel Martín que desde 1751 a 1754 pavimentará las entradas a la plaza desde el Corrillo, Prior y Concejo y las aceras de los pabellones Real y de san Martín.
A pesar de los muchos cambios que estas dos alas de la plaza han sufrido, podemos ubicar en ellas las primitivas viviendas gracias a los escudos nobiliarios que se les permitió hacer en sus fachadas. Estos escudos se labraron sobre los balcones del primer piso y a ellos nos iremos refiriendo. La primera casa de la acera de Petrineros empezando por el Corrillo era propiedad de la Catedral que se pone en contacto con García de Quiñónes para que dispusiera lo que se necesitara. Se firmó la traza y se procedió a hacerla asentando las basas de los dos primeros arcos que le correspondía hacer y el 21 de Junio de 1751 ya se podía vivir en ella. Daban a la plaza dos balcones que llevan encima un escudo con un jarrón de azucenas propio de la Catedral. La segunda casa pertenecía a la Real Clerecía de San Marcos ocupará tres arcos y tendrá que abrir cuatro balcones, uno de los arcos será de mayor anchura que el resto pues daba entrada a la calle Prior. Se pidió permiso al Ayuntamiento para abrir un balcón volado sobre esa calle. Sobre los balcones lleva cuartes del escudo real como el castillo, el león, el de las dos Sicilias y las quinas del escudo de Portugal y se le permitió poner sobre el arco de entrada de la calle Prior el león de San Marcos. La casa que se empezó en julio de 1750 ya estaba terminada en mayo de 1752. La tercera casa era del Colegio mayor San Bartolomé, ocuparía tres arcos y tres balcones que llevan escudos con las bandas de Anaya.
La siguiente casa pertenecía a la Cofradía de los Caballeros Veinticuatro y sobre los dos balcones podemos ver un escudo vacío rodeado por una cadena alusivo a los presos de quienes se ocupaban estos caritativos caballeros. Las siguientes casas las ocupaba el Comendador Bartolomé Cabeza de Vaca, este caballero dio excusas para su edificación por lo que el Ayuntamiento se la expropió y la construyó a su costa. Vemos que hay dos escudos en blanco y no llevan las armas de la ciudad como sería lógico; quizás se pensó que la Universidad se iba a quedar con ella pues tenía la casa lindera. La siguiente casa pues, es la de la Universidad que intentó darle cierta suntuosidad poniendo una espadaña semejante a la que enfrente tenía el Pabellón Real, pero que la normativa de uniformidad impuesta en esta zona de la Plaza se lo impidió. Sobre sus tres balcones vemos las armas de la Universidad castillo, león y en el central la tiara pontificia con las llaves. A continuación de la Universidad tenía el Conde de Grajal su palacio adornado con torreón. Era una gran casa y ocupará nueve arcos de esta zona. Ya conocemos los pleitos que tubo con el Ayuntamiento y como fue uno de los causantes del parón que sufrió la plaza. Empezó la obra desmontando la antigua torre del palacio y después se tuvieron que unir las casas con la nueva línea de la plaza. Se puso especial cuidado en hacer el portón grande de la casa, lo que hoy es el pasaje de la Caja de Ahorros, que llevaba a la entrada principal del palacio. Si nos fijamos bien el arco es un poco más ancho que los laterales, aunque de su misma altura para dar más facilidad a la entrada de carruajes. Sobre los nueve balcones vemos las armas del conde de Grajal correspondientes a los apellidos Rodríguez de Villafuerte y Grajal. Estos blasones llevaban seis palos y lobos pasantes que se repiten alternándose y en el blasón central se yuxtaponen.
Después de lo que había sido torreón de la casa de Grajal estaba el callejón de los Toros, que conducía al mesón del mismo nombre, propiedad del Monasterio de Moreruela de Zamora. En esta zona se juntaban este pasaje y la calle Concejo y el ángulo ofrecía un problema arquitectónico difícil de resolver. Fue García Quiñónes quien preparó los dibujos de los pórticos y en ellos se reflejaban los pilares y repisas sobre los que se habían de asentar los múltiples arcos de este esquinazo por el que entraba en oblicuo la calle Concejo, por ello cobró 200 reales. Esta casa de la esquina lleva en el balcón que da a la plaza el escudo de la ciudad pues la compraría y levantaría el Ayuntamiento, aunque después la cedería a cambio de una casa al lado de las Casas Consistoriales. El arco que da entrada a la calle ya pertenece a la acera de las Casas Consistoriales.
Sobre este arco que es más ancho que los demás se reedificaron las casas de Juan Manuel del Castillo Portocarrero, Marques de Liseda y ocupan dos balcones que llevan las armas de la casa. La siguiente casa pertenece a Don Felipe Solís y Gante ocupa cuatro arcos y cuatro balcones con blasones donde vemos lobos empinados a un árbol o el sol del apellido Solís. La casa siguiente hace medianía con las Casas Consistoriales y era el famoso Mesón de la Solana, cuyo propietario era Antonio de Paz y Estrada, cuyos blasones con morrión y cimera vemos sobre tres balcones, sobresaliendo sobre los demás.
El edificio siguiente lo ocupan las Casas Consistoriales que centran esta acera. Su fachada se adelanta sobre la línea que lleva el resto de los edificios y el número de pisos se reduce a dos. Se levantan sobre cinco arcos, el central escarzano y los cuatro laterales de medio punto. Es en esta zona donde se concentra la mayor ornamentación del conjunto y en ella se alternan el gris del granito y el dorado de la piedra de Villamayor para dar más significación y realce a la fachada. Después de ellas se encontraba la casa de don José Narciso Álvarez de Rueda, regidor perpetuo de la ciudad, ocupan dos arcos y dos balcones y llevan sus armas. Para construir las casas que faltaban y cerrar la plaza sobre el Pabellón Real, se hacen primero los arcos de las casas y de la desembocadura de las calles, para levantar después las fachadas y unir las casas a estas fachadas. Los solares habían sido expropiados por el Ayuntamiento pues sus dueños no querían hacer las casas. Se hacen los tres últimos arcos y otros dos más anchos correspondientes a la entrada de la calle Toro y a la de las escalerillas de Pinto. Sobre los balcones de la acera del Ayuntamiento se ponen las armas de la ciudad pero sobre los de la acera del Pabellón Real no se pone ningún escudo imitando el resto de esa fachada. Vemos que los dos primeros arcos van pegados llevando cada uno de ellos sus propios pilares y los balcones superiores quedan más juntos que los del resto del pabellón. La plaza se termina en esta zona uniendo los dos bloques el 29 de Abril de 1755. Así pues las obras de la plaza durarán desde 1729 a 1755, tardando 26 años en construirla. De ellos hay que quitar 15 años que estuvo parada, desde 1735 a 1750, teniendo una duración real su construcción de poco más de diez años.
Los materiales.
Se siguen utilizando los mismos materiales que en la primera fase, piedra tosca en los cimientos, mampostería para las paredes maestras interiores y para las fachadas sillería franca. En las Casas Consistoriales se utilizó el granito en los arcos y pilares del pórtico para una mayor solidez, pensando en las torres que luego no se llegaría a levantar. También se utilizaría como adorno en frisos y cornisas alternando con la piedra de Villamayor. El mármol también se utilizó en la plaza, concretamente 6 bloques para tallar en ellos escudos en la planta noble del edificio.
La piedra de granito se seguía trayendo de las canteras de Calzadilla del Campo junto a Ledesma y el resto piedra de Villamayor. Cuando se agotaba la piedra disponible se cogía prestada de otras obras de la ciudad. Así en 1754 se adquirieron 31 carros de piedra franca de la obra de la Clerecía. También se aprovecho la piedra del derribo del torreón del palacio del marques de Grajal que estaba en la plaza. La piedra se traía en carros propiedad del Ayuntamiento que cuando se terminó la obra se vendieron al Colegio de la Vega.
La pizarra que se usó en los balcones, en las juntas de las cornisas la suministraban pizarreros de Mozárbez. La cal morena y blanca venía de los pueblos de la Rinconada y Linares y los ladrillos para tabiques y bovedillas lo suministraban los tejares de la ciudad. La madera se contrató casi en su totalidad a un vecino de Alcazarén pueblo cercano a Olmedo, toda ella de pino de buena calidad.
Los recursos para levantar las obras dependientes del Ayuntamiento en esta segunda fase procedían de las mismas fuentes que las primeras, los pluses de los bienes y propios de la ciudad, así como de los arbitrios e impuestos municipales. Entre los primeros sobresalían las rentas de las casas que se habían hecho en los otros dos pabellones, así como los arriendos de balcones y los tablados en las fiestas que se celebraban en la plaza. . Las arcas municipales se encontraban bastante maltrechas a la hora de empezar la nueva edificación, pues no sólo tenían que pensar en las obras sino también en la expropiación y adquisición de algunas casas de la plaza cuyos propietarios no querían o no podían realizarlas. Teniendo en cuenta esto el rey había permitido contraer una deuda de 8.000 ducados. Las operaciones económicas que se conocen relativas a la construcción de esta segunda fase nos demuestran una gran complejidad y es casi imposible averiguar el coste que le supuso al Ayuntamiento. Rodríguez de Ceballos que es quien mejor ha estudiado la plaza calcula que en los dos lienzos el Ayuntamiento, desde 1750 a 1755, se gastó la cantidad global de 902.209 reales y 97 maravedís. Si lo sumamos a los 1.073.323 reales y 10 maravedís de los dos primeros pabellones nos encontramos con que la plaza le costó al Ayuntamiento casi dos millones de reales. A esto habría que añadir, si quisiéramos saber por cuanto salió la plaza, lo que se gastaron los demás propietarios que hicieron obra en la plaza.
Artículo publicado en el boletín nº 96 del Boletín de la Asociación Cultural "Amigos de Macotera"
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