Terradillos, por Jesús de Alba García
Terradillos se encuentra, en el punto de intersección del paralelo 40.50 Norte, y el meriadiano 5.30 Oeste.
La cuota más alta se encuentra en el alto del monte, 959 metros ; la más baja, en la desembocadura del regato del pueblo en el río Tormes, es 615 metros.
El clima es continental: clima riguroso en donde las diferencias de temperatura entre el invierno y el verano son enormes; los veranos son cálidos y los inviernos muy fríos; las precipitaciones medias anuales de 400 a 600 mms. , aproximadamente. La temperatura media entre 10 -13 grados.
La vegetación principal esta dominada por la encina, algunas herbáceas. Por ser pobre el terreno, se está iniciando la repoblación forestal con plantas apropiadas al clima y cualidad del terrero.
Contenido
- 1 Datos históricos
- 2 La Iglesia
- 3 La Iglesia de Nuestra Señora de Otero
- 4 Ermita de Santa Bárbara
- 5 Fuente de Santa Teresa
- 6 Fuente de la Charca de Arriba
- 7 Granillos de oro
- 8 La Fuente del Caño
- 9 Caminos desaparecidos
- 10 La vida en el pueblo
- 11 Curiosidades
- 12 Costumbres y Tradiciones
- 13 Flora y Fauna de Terradillos
Datos históricos
Terradillos, se trata de un topónimo enigmático, pues puede tener tres posibles orígenes, indoeuropeo, asiático y árabe. Podemos descartar su procedencia árabe, pues, al descubrir un dolmen en sus inmediaciones, se abre la perspectiva de que se trate de un vocablo de origen indoeuropeo, que puede significar límite, frontera, margen.
Dolmen hace mención a un monumento que forma parte de la arquitectura funeraria del Neolítico, período incluido en pleno cuaternario actual. El dolmen es un monumento de piedra cubierto o no de tierra, que servía de enterramiento. Neolítico se llama al periodo prehistórico comprendido entre el 5.000 y el 2000, antes de Cristo.
El dolmen de Terradillos de las Piedras Hitas desapareció sobre 1940; tenía estructura circular de unos nueve o diez metros de perímetro, y una altura, aproxima de dos metros; se accedía a él por medio de una escalinata de cinco pasiles. Construido con grandes pizarras, en posición vertical y horizontal, cubierto el conjunto por una capa de tierra.
Estas pizarras fueron utilizadas para cercar el camino del caño, y, de esta forma preventiva, impedir que el ganado entrase en lo sembrado. Al enterarse los Padres reparadores de tan expolio, se personaron en el lugar, excavaron el montículo y evitaron que varios objetos de valor desaparecieran, y, hoy, forman parte de conjunto de restos arqueológicos, que se conservan en el museo del convento de san Jerónimo de Alba de Tormes.
Calzada Romana
Aunque no dispongamos de documentos escritos para certificar el origen y la historia de Terradillos, sí disponemos de restos arqueológicos que certifican, con cierta evidencia, la presencia e influencia de dos culturas al menos, como la Neolítica (dolmen), la cañada romana, calzada de la Vizana y el puente romano de pizarra, que cruza el regato de Terradillos, antes de afluir en el río Tormes. Evidencias que demuestran que Terradillos ya existía, como poblado, antes de la invasión romana.
Si partimos de Alba de Tormes, nada más pasar el puente, giramos a la derecha en dirección al río; a unos cuatrocientos metros, dejando a un lado las viviendas y corrales de los ventorros, cruzamos la carretera; a partir de este punto, tropezamos con un tramo de camino de piedra, restos de la antigua calzada romana.
Si continuamos hacia arriba, al llegar a la alcantarilla de la carretera, cruzamos, de nuevo, a la derecha y, aquí, volvemos a encontrar más restos. En nuestro paseo, rebasando la carretera de Palomares, la calzada continúa paralela a la carretera, hasta llegar enfrente al pueblo de Terradillos.
Observamos que, en Terradillo, se pierde el trazado, oculto por la propia carretera, aunque vuelve a ser visible unos kilómetros más adelante. Su construcción está realizada con bloques de piedra, poco trabajados, asentados sobre el mismo suelo y, por lo general, de medida irregular.
La calzada, posteriormente, fue utilizada, como cordel, por el que transitaba el ganado en sus rutas a Salamanca a la feria o a otros lugares de trashumancia. No nos ha quedado ningún ejemplar de los antiguos miliarios, columnas de piedra de granito, con los que se marcaban las distancias, y que se alzaban cada mil pasos.
Cañada de la Vizana
Una de las tradicionales rutas de la trashumancia que discurre por la provincia es la conocida por la Cañada de la Plata, o de La Vizana, procede de las montañas de León y, tras atravesar la provincia de Zamora, penetra en la de Salamanca por la población de Ízcala, en Topas, con un recorrido de 120 kilómetros en el tramo salmantino. La vía se dirige hacia el sur en paralelo a la carretera nacional 630, a la izquierda de la misma. Se aproxima a la capital, en cuyo casco urbano se adentra por los paseos de Torres Villarroel y de Canalejas, saliendo a cruzar el Tormes por el Puente Romano. Enlaza con otras vías ganaderas, y prosigue hacia el sur hasta solaparse con la Cañada Soriano Occidental dejando la provincia cerca de Montemayor del Río.
Originalmente, se trataba del itinerario utilizado para las migraciones estacionales entre el sur y el norte del occidente peninsular de poblaciones de astures y vacceos, principalmente. El antiguo trazado se reforzó con la construcción de la calzada romana, hacia el siglo II a.C., convertido, en ese momento, en la principal vía de comunicación de las regiones por las que transcurre hasta bien entrado el siglo XIX. En época romana, se pavimentó el Camino de la Plata, y se le dotó de puentes que aún perduran, así como de miliarios (rollos graníticos que indican las millas) y mansíos (mesones), como en Puerto de Béjar, (lugares para el descanso de los viajeros), y que originaron nuevas poblaciones, como Calzada de Béjar.
Durante el período de apogeo de la Mesta de Castilla, la Cañada Real de la Plata (o La Vizana) se situó, parcialmente, sobre la propia calzada romana, siendo utilizada masivamente para el traslado de ganado, hasta la aparición del ferrocarril y la carretera. La Vía de la Plata se utilizó también, masivamente, por árabes y cristianos durante las luchas por las tierras de la meseta, y no menos importante fue el uso que, durante el medievo, se le dio como ruta de peregrinación a Santiago, de ahí el nombre de Camino Mozárabe del Sur, con que también se ha identificado y, además, en un año especial como este 2010 declarado Jacobeo.
De la ciudad de Salamanca, parten varios ramales que comunican la capital con los distintos puntos de la provincia e incluso, con las provincias limítrofes. Entre ellos, se encuentra el tramo que une Salamanca con Alba de Tormes, y que se le conoce como vereda de Alba. Su Itinerario sigue los siguientes lugares: Salamanca, Carpihuelo (oeste), urbanización Alba Honda, Calvarrasa de Arriba, urbanización El Encinar, urbanización Los Cisnes, urbanización El Pinar de Alba, Terradillos (este) y Alba de Tormes. Longitud: 21,7km . Precisamente, el tramo, que cruza Terradillos.
Calzada de los Carboneros o de Ciudad Rodrigo
De Alba de Tormes, parten varios ramales de veredas, que se dirigen en varias direcciones; entre ellos, se encuentra el de Peñaranda – Alba, que se prolonga, posteriormente, hasta Ciudad Rodrigo; este ramal cruza por el término de Terradillos, cuyo tramo conocemos, en el pueblo, con la denominación de calzada de los Carboneros o Ciudad Rodrigo.
Aprovechamos el espacio para definir las características de las vías pecuarias, que constituyen la red de nuestro país, y, que, en su día se utilizaron para la trashumancia del ganado, que subían y bajaban a las dehesas de Extremadura y las montañas de norte en busca de pasto. Teniendo en cuenta su anchura, se clasifican en Cañadas, las de 75' 22 metros; Cordeles,los de 37' 61 metros ; Veredas, las de 20'89 y las Calzadas de menor anchura En 1865, se inauguró la línea férrea León- Astorga; en 1968, se prolongó a Brañuelas y, unos años más tarde, a Plasencia--Cáceres. Estos tramos intermedios dejaron de utilizarse para la trashumancia, y el traslado de los rebaños se empezó a llevar a cabo por medio de los trenes de mercancía y camiones.
Puente Romano
Quizás formara parte de la calzada romana. Hay que destacar que es muy escasa la documentación de la época sobre la construcción de puentes romanos. Son obras conocidas por su solidez y firmeza. En ocasiones, apreciaban el diseño con el nivel que podía alcanzar el agua. El caso, que nos ocupa, nos lleva a la conclusión de tener todas las características de puente romano, construido para librarse de las crecidas más que como paso de uso ordinario; es bien sabido que el caudal del regato de Terradillos es mínimo... Al construirse otro puente paralelo, se libró de todo tránsito, conservando su estado actual.
Existen muchos puentes, cuyo único mérito es poseer bóvedas de piedra con una antigüedad imprecisa, que también son llamados romanos. Hablando de dimensiones, el puente tiene una longitud de seis metros y medio; dos y medio de altura y tres metros de luz en su arco.
Más datos históricos
Otros datos históricos, que disponemos de Terradillos, datan de diciembre de 1224, hallados en el Archivo Municipal de Alba de Tormes. Hacen referencia a la repoblación del Alfoz de Alba de Tormes, que llevó a cabo el rey leonés, Alfonso IX, después de la devastación sufrida por la tierra de Alba de las huestes del rey castellano, Alfonso VIII.; por lo que, podemos deducir que ya existía la aldea de Terradillos a principios del siglo XIII. En dicho documento, Terradillos figura con la grafía de Terradielos. Es curioso e importante el texto, porque manifiesta el nombre de los componentes del jurado y de los repobladores, que se asentaron en el lugar y de la propiedad, que se le asignó a cada uno. El jurado estuvo integrado por don Gil e Ximeno; los repobladores: Domingo Blasco, a quien le adjudicaron tres obradas; a don Gil, dos obradas; a Muno Blasco, tres obradas y media; a Xemeno, doce obradas; a Peidro Remondo, sesenta y cinco obradas.
A comienzo del siglo XV, estaba dividida en cuatro cuartos: Cantalberque, Rialmar, Allende el río y Alba y sus aldeas (Palomares, Martinvalero, Amatos, Tejares y Las huertas); Terradillos pertenecía al cuarto de Allende el río, y su término lindaba con el de Alba. Formaban parte del cuarto de Allende el río, junto con Terradillos, Fresno, Amaya, Martinamor, Pocilgas, Gonzalomuñoz, Valdemielque, Sieteiglesias, Encinas, Beleña, Matamala de Conejera y Pedro Martín.
El libro de lugares y aldeas del Obispado de Salamanca. Manuscrito de los años 1604 - 1629: dice: “Terradillos tiene 35 vecinos; una iglesia nueva con tres naves y su capilla mayor, con techumbre de madera; es este lugar anexo a San Miguel de Alva, de la cual dista media legua. Las cargas ordinarias son 1.200 maravedís”.
La Maza tenía, por esos años, 2 vecinos, con Iglesia en estado ruinoso, pertenecía a la de S.Miguel de Alva. El Catastro del Marqués de la Ensenada, año de 1752, nos cuenta de Terradillos que perteneció a Ducado de Alba, cuya titular es doña Mª Teresa Álvarez de Toledo. La propiedad del terrero de Terradillo era concejil y poseían grandes yugadas hacendados foráneos. Por los pastos le pagaban a la Duquesa, cada año, veintiséis fanegas de cebada, El término se dividía en dos hojas, la Sequera y el Caño: por lo que, se siembra un año y el otro queda de descanso, La superficie de su término, incluidos tierras de labrantío, prados, montes (un monte alto y bajo al sitio del Garabato y los Quiñones) y tierras inútiles: pedregales y Pizarrales, asciende a dos mil doscientas huebras. Sus tierras eran idóneas para la siembra de trigo y centeno, que labraban los veinte labradores, que, ese año, tenía Terradillos. Además, había tres mozos de labor, tres pastores, un herrero, un sastre, que, a la vez pastoreaba un rebaño pequeño de cabras de su propiedad y un maestro de primeras letras, que, a la vez, era sacristán, y por los dos cargos percibía 300 reales. Dos pobres de solemnidad. El cura venía los domingos a decir misa, residía en Alba, pues era el beneficiado de la iglesia de san Miguel, de la que era aneja la iglesia de Terradillos. También residían en Alba el cirujano y fiel de fechos, éste recibía por sus servicios, 68 reales. Terradillos contaba con 34 casas. Entre los apellidos más frecuentes, se encontraban Merino, Martín, Santos, Polo, Collantes, Aparicio, Zapata, Etc.
Madoz, en su Diccionario Geográfico – Estadístico -Histórico (1845-50), comenta de Terradillo: “Se componía de 69 casas. Una escuela pública, a la que asistían 30 niños de ambos sexos, Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción , de la que depende, como anejo la de Nuestra Señota de Otero, que, hasta el año 1842, fue matriz de los arrabales de Alba; contiguo a la iglesia, hay un cementerio que, en nada perjudica a la salud Pública. Confina el término por el Norte, con Palomares; al Este, con el anterior y Alba de Tormes; al Sur, con Torrejón y Velaviejo de Abajo, y, al Oeste, Valdemierque. Se encuentran en él diferentes manantiales de excelentes aguas”.
13 de junio de 1857, según la Comisión de Estadística del Reino, el número de habitantes en Terradillos era de 260; el de La Maza , 49; el de Alcubilla 13; y el de los Perales, 29. El resumen general de la provincia de Salamanca: Alba de Tormes, 20.924 h; Béjar, 36.538 h; C. Rodrigo, 42.820 h; Ledesma, 26.812 h; Peñaranda, 25.931 h; Salamanca, 41.720 h; Sequeros 30.402 y Vitigudino, 38.626. Año de 1882, en la calle la Rosa vivían seis familias; en calle la Iglesia, 12; en la Fuente, 13; en el Clavel, 13, en el Manzano, 8; en Ochavo, 2; en la Corona, 29; en el Ventorro, 1 en los Perales, 2, en la Maza, 3; en la Alcubilla 1.
Año de 1900-20. A 31 de Diciembre de 1900 la población de Terradillos, de hecho, era 231 varones y 221 hembras; la de La Maza, 51; la del apeadero de la Maza, 5; la fábrica de la Maza, 12, la de Alcubilla, 9; la de diez casillas de la vía, 40; la del Ventorro, 11; la de los Perales, 12; la del Bar ero, 3 la de Escobela, 15.
El censo electoral en 1917 del termino municipal era de 118 electores; por entonces, la mayoría de edad, para tener derecho al voto, era de 25 años cumplidos, y nada más varones. De estos, solamente, dos no sabían leer ni escribir: el mayor de 80 años, el menor, de 25. El censo de edificios habitados era de 91 habitados; inhabitados, 7. En la década de los 80, se comenzaron a construir las urbanizaciones de El Encinar y Los Cisnes, dando lugar a dos grades núcleos urbanos, donde se concentra la mayoría de habitantes del municipio de Terradillos. Estas dos urbanizaciones han contribuido a que Terradillos, en tres décadas, haya ocupado el duodécimo lugar de las poblaciones de la provincia de Salamanca.; en cambio, la sede del municipio, Terradillos, no ha aprovechado estas tres décadas de bonanza para fomentar el desarrollo industrial y la creación de empleo, dada la cercanía privilegiada a la localidad de Alba de Tormes.
La inmensa mayoría de la población laboral vive del sector servicios e industrial en Salamanca y en la propia localidad; y muy pocos se dedican a la agricultura y ganadería La crisis está ocasionando el aumento de desempleo en un porcentaje importante en la población.
La Iglesia
La Iglesia está situada a las afueras, mirando hacia el pueblo; es de tres naves, con nueve arcos de distinta proporción, en piedra de cantería. Tiene cuatro columnas dentro de la Iglesia , que dan apoyo a los arcos, que separan las naves. Su extensión es de 18 metros de longitud por 14 metros de anchura; en el estado actual, parece que puede ser de principios del siglo XVII. No hemos encontrado datos históricos. Tiene un rico artesonado mudéjar, posiblemente, de finales del XV, muy deteriorado, y que será el primero que acuse la destrucción, ante el pésimo estado que tiene la cubierta, sometida, durante largos años, a no pocas goteras.
Posee tres retablos de estilo barroco (el del altar mayor, en buen estado), que, muy posiblemente recibiera de otras iglesias existentes en Alba de Tormes, pues no parecen originales de la misma Iglesia de Terradillos. A la Iglesia la circunda el cementerio parroquial, que afecta no poco a la misma iglesia, y que, en su caso, necesitaría un buen saneamiento para preservar su seguridad y solidez. Desde la parroquia, en distintos momentos, se ha instado al Excmo. Ayuntamiento, para que provea de nuevo cementerio a este pueblo, dado que, al anexionársele las urbanizaciones de El Encinar y Los Cisnes, ya no sería suficientemente capaz, coma para atender cualquier demanda, que, desde allí, pudiera surgir. Esto facilitaría cualquier trabajo u obra de saneamiento; y el cementerio ya encuentra en funcionamiento desde hace unos años.
Iglesia Parroquial
En 1853, La iglesia contaba con cinco altares de traza elemental: el altar mayor, cuyo retablo muestra, en su camerino, la imagen de la Patrona de la iglesia, Nuestra señora de la Asunción , que custodian dos pequeños niños de cuerpo entero y sin vestidos, y las efigies de san Pablo, san Bartolomé, san Jerónimo, san Antonio y san Blas, y un Crucifijo con la Cruz pintada de verde; en el extremo superior, un cuadro con Nuestra Señora con el Niño en los brazos, pintada en lienzo y con marco dorado.
Altar Mayor
Altar de Jesús Nazareno, con retablo dorado, en él su titular, mesa de altar, con ara y una Cruz pequeña de madera con el Crucifijo pintado en ella.. A un lateral, una Cruz grande de piedra, llamada “Huera” (hueca?). Este retablo mostraba siete tablas pintadas, de finales del siglo XV o principios del XVI, de la Escuela Flamenca.
La tabla mayor representa el martirio de San Bartolome ; en buen estado. No se pueden precisar sus dimensiones, pues se halla incrustada en la cresta del retablo. Otras cuatro tablas, cuyas dimensiones son: 64 x 60 cms.. Representan: un cardenal a caballo, como si fuera de caza, en buen estado; una mujer arrodillada, recibiendo el bautismo, algo agrietada; la conversión de una doncella, y un martirio, ambos también bien conservadas. Las otras tablas, más pequeñas, representan unos bustos de mujer: dos en cada una; posiblemente, Santa Águeda y Santa Bárbara; y Santa Catalina y Santa Apolonia. Una de estas dos tablas está algo arañada.
Altar de Jesús Nazareno
Con autorización del señor Obispo, estas siete tablas (con escenas de la vida y martirio de san Bartolomé, siglo XVI), fueron trasladadas, en calidad de depósito, al Museo Diocesano. Se hallan en la sala del piso primero. nº 1.
Igualmente, fueron trasladadas dos esculturas: una de Santa Lucía (Anónima, del siglo XVI) y otra de San Jerónimo, de la escuela de Berruguete, del siglo XVI. Estas dos esculturas están instaladas en la sala segunda, nº 6 y 7, respectivamente. (Fecha: 7 de mayo de 1957). Estas tablas fueron restauradas, en Madrid, por Bellas Artes, en 2008.
Altar de la Virgen del Rosario
En el retablo del lado del Evangelio (altar de la Virgen del Rosario) se hallan incrustadas siete tablas pintadas del siglo XVI, de la Escuela Flamenca. La tabla mayor representa la Asunción , se encuentra en la cresta del retablo; se desconocen sus dimensiones, y se ve bastante deteriorada.
Cuatro tablas, cuyas dimensiones son: 64 x 60 cms., representan: una la Visitación de Nuestra Señora (algo picada); otra, una mujer en el lecho amamantando a un niño, con otros personajes que presencia la escena (parece la Natividad de san Juan Bautista); otra, la Anunciación ; y la cuarta, la Presentación del Niño Jesús.
Las otras dos, más pequeñas, tienen por motivo: el Nacimiento de Jesús y la huida a Egipto. Estas siete tablas fueron enajenadas, con la autorización del señor Obispo; las adquirió la Universidad de Salamanca, por la cantidad de ciento cincuenta mil pesetas, (Fecha: 17 de febrero de 1953).(Los datos, referentes a las tablas, fueron extraídos del Inventario de los bienes de la Iglesia , fecha julio de 1942)
Otros retablos
Altar de Santa Bárbara, con retablo dorado, mesa de altar, con su ara.
Altar de Nuestra Señora, con retablo dorado, mesa de altar, con ara, sagrario y con Cruz Pequeña con peana y Crucifijo de metal
Altar de santa Águeda, retablo dorado, con Cruz pequeña de madera y Crucifijo pintado en ella.
Otros detalles decorativos de la iglesia era la presencia de un cuadro grande, pintado en lienzo de san Francisco, con un marco todo muy viejo; y otro más pequeño, y, en el mismo estado de san José, la Virgen y el Niño.
Tribuna
Tenía una tribuna en la parte trasera, y que ocupa el arco central. Aquí se colocaba el coro para cantar la misa en los días señalados. Esta parte daba acceso al campanario con dos campañas grandes y, en la espadaña de la torre, otra más pequeña. Además de las campanas, existía un carracón para tocar a los oficios divinos en Semana Santa. Hoy, en día, las campanas han perdido su sonido en la mayoría de las ciudades por las molestias que generan.
El libro de lugares y aldeas del Obispado de Salamanca.. Manuscrito de los años 1604 - 1629: dice: “Terradillos tiene 35 vecinos; una iglesia nueva con tres naves y su capilla mayor, con techumbre de madera; es este lugar anexo a San Miguel de Alva, de la cual dista media legua. Las cargas ordinarias son 1.200 maravedís”.
Restauración de la Iglesia
El 25 de septiembre de 1991, cae un rayo sobre la espadaña de la Iglesia , que rompe la parte superior y arroja cascotes y campana sobre la tribuna de atrás, recorre todo el tendido eléctrico y afecta a la misma cubierta, ya en mal estado. Se notifica el accidente al seguro y, después de muchos “tiras y aflojas”, se consigue una indemnización de 650.000 pesetas.
Ante el estado en que se halla la Iglesia , los arquitectos, don José Luis Garzón y del aparejador, don Luis Maldonado, de la Junta de Castilla y León, estiman un presupuesto de obra de treinta millones de pesetas. Su aprobación se publica en el B.O. de Castilla y León, del 6 de agosto de 1996, en el apartado de Restauración y Conservación arquitectónica”, se incluye la restauración de la Iglesia de Terradillas, con la cantidad de 27.753.919 pesetas. Sale la obra a concurso, con un plazo de seis meses, y se le adjudica a la Empresa Yánez S.L, por un importe de 26.310.715 pesetas.
Su aprobación se publica en el B.O. de Castilla y León, del 6 de agosto de 1996, en el apartado de Restauración y Conservación arquitectónica”, se incluye la restauración de la Iglesia de Terradillas, con la cantidad de 27.753.919 pesetas.
Sale la obra a concurso, con un plazo de seis meses, y se le adjudica a la Empresa Yánez S.L, por un importe de 26.310.715 pesetas.
La obra, en sus inicios, tropezó con algún inconveniente. El arquitecto de la Junta , don Gonzalo Martínez Bueno, exigió l retirada de todos los panteones del cementerio eclesiástico, que circundan la Iglesia , lo cual no fue fácil, pues su ejecución tocaba sentimientos vivos y profundos en los familiares; el Ayuntamiento tampoco facilitó las cosas, pues no dejaba colocar una grúa e incluso, cobró por licencia de obra 446,196 pesetas, (cantidad que, posteriormente, entregó a la iglesia para contribuir en la adquisición de mobiliario y otros enseres, necesarios para la Iglesia ).
Las obras se iniciaron a finales de febrero de 1997. Informa el aparejador que la cubierta se encontraba en muy mal estado, que podía haberse venido abajo en cualquier momento. No se pudo aprovechar nada del maderamen que tenía. La principal reforma que se acomete es dar más altura a la nave central, lo que le da mayor esbeltez y elegancia al templo, sobre todo, cuando se observa desde fuera.
A finales de 1997 y principios de 98, el Ayuntamiento realiza las obras de acceso a la Iglesia y al nuevo cementerio municipal; la parroquia le cedió la parte del cementerio y el osario.
El 2 de febrero de 1998, se firma el acta de recepción de obra, dejando constancia la Iglesia de algunas deficiencias en el acabado de restauración.
Una vez, concluida la obra, había que dotarla de instalación eléctrica, equipo de megafonía, nuevos bancos, armarios... Elementos que se pagaron con las 650.000 pesetas, del seguro por el accidente del rayo, con las 446.198 pesetas, que percibió el Ayuntamiento de licencia de obra y por la colaboración de los vecinos. En 2008, se instaló la calefacción con el coste de 6.631 euros; la mayor parte del presupuesto fue aportado por la mayoría de los feligreses, la diócesis de Salamanca contribuyó con 2.400 euros y el Ayuntamiento, con 1.500 euros.
A finales de 1998, se lleva a cabo la restauración de los artesonados de las capillas laterales, que no se había contemplado en el presupuesto anterior; el presupuesto de la Junta ascendió a 1.973.350 pesetas.
A finales de 2004, la Consejería de Cultura de la Junta , nos concede 30.000 euros, para la restauración de los retablos; mantenemos contacto con la Delegación Territorial , para ver si es posible concluir esta obra con la restauración del retablo central,
Se clausura el cementerio eclesiástico, por Decreto del Sr. Obispo, con fecha del 19 de abril de 1996.. En los años 80, se hizo cargo de la parroquia don Francisco Delgado Hernández, y, gracias a él, hoy podemos disfrutar de un legado heredado de nuestros antepasados, sin sus gestiones y su plena dedicación, hoy, la iglesia estaría sumida en ruina total.
Tablas
Asunción de la Virgen: Estilo: Renacimiento. Hacia 1520. 88,5 x 87,5. Con marco: 102,5 x 102,5 cm
Temples grasos y voladuras oleaginosas sobre tabla.
El autor divide la composición en dos partes; en la superior, la celestial, aparece la Virgen en una nube resplandeciente, acompañada por un importe coro de ángeles, que dirigen su mirada hacia Ella. La Virgen, muy joven, vestida con manto azul, de rodillas y con las manos juntas, levanta la vista hacia el cielo, en un claro deseo de ver ya a su Hijo.
La parte inferior, la terrenal, en un paisaje rocoso, ocupada por los discípulos de Jesús, que contemplan, de pie unos, y arrodillados otros, muy sorprendidos toda la escena en torno al sepulcro vacía. Muy llamativa la decoración de tonalidad renacentista.
La anunciación de la Virgen María.
Estilo: Renacimiento. Hacia 1520. 63,5 x 52. Con marco: 78 x 67 cm.
Temples grasos y voladuras oleaginosas sobre tabla.
La escena transcurre en el interior de una habitación, que se abre a una segunda estancia mediante una puerta volteada por arco de medio punto, animado con motivos florales; la segunda habitación, con una cama con dosel engalanado con cortinas alzadas anudadas.
En primer plano, aparece la Virgen, adoptando una bella actitud, orando con un libro abierto entre las manos, y sentada sobre unos cojines y una alfombra animados con motivos hispanomusulmanes. La Virgen viste túnica rosácea, manto azul y va tocada a la moda norteña: María es tratada en esta pintura como una señora de distinguida clase social.
A su derecha, el arcángel que, con vistosas alas desplegadas, ha comenzado a hablarla, y, de su boca, sale el mensaje divino.. Viste túnica talar blanca y capa dorada, animada con un rico bordado y pedrería, y porta, como símbolo, la vara o palo de mensajero.
Descanso de la huida a Egipto.
Estilo: Renacimiento. Hacia 1520. 47 x 33. Con marco: 62 x 48 cm.
Temples grasos y voladuras oleaginosas sobre tabla.
En el primer plano, la Virgen sentada en el suelo y recostada en el tronco de un árbol; sujeta en sus brazos al Niño Jesús, desnudo, ientras lo acerca a su rostro; La Virgen viste túnica rosácea, manto blanco y velo de color anaranjado. Dos ángeles sobrevuelan la escena, mientras que, a los pies de María, hay un cesto y un hatillo. El paisaje con tonalidades verdosas y azuladas..
Nacimiento de la Virgen María
Estilo: Renacimiento. Hacia 1520. 64 x 61. Con marco: 77 x 72,5 cm.
Temples grasos y voladuras oleaginosas sobre tabla. En una cama engalanada, con cortinas alzadas y cubiertas con una manta roja, aparece santa Ana, con toca y ropa blanca de lienzo, dando el pecho a la Virgen, envuelta en paños; detrás de la cama, san Joaquín y un criado muy joven, portando un paño o faja; delante, una criada de pie, que acompaña a santa Ana en actitud de ayuda; en primer plano, una criada, de rodillas, limpia el aposento y prepara el baño de la Virgen.
La Natividad
Estilo: Renacimiento. Hacia 1520. 32,5 x 46,5. Con marco: 62 x 48 cm. Temples grasos y voladuras oleaginosas sobre tabla.
Una sala con columnas clásicas da paso, con varios escalones que dan acceso, al lugar del Nacimiento de Jesús. Preside la escena el Niño, recién nacido y desnudo, en un pesebre cubierto por un gran paño blanco; a su lado, la Virgen; al otro, san José; ambos arrodillados, adoran al Niño. La Virgen viste túnica rosácea y manto azul; san José, apoyado en un cayado, lleva un manto rojo. El Niño está rodeado de cinco ángeles: uno le acaricia dulcemente; a la izquierda, en segundo plano, otros ángeles tocan varios instrumentos.
Presentación del Niño Jesús en el templo
Estilo: Renacimiento. Hacia 1520. 66 x 53,5. Con marco: 80,5 x 68,5 cm. Temples grasos y voladuras oleaginosas sobre tabla.
En esta tabla, el artista da tanta importancia al espacio como al tema principal. Se muestra el momento en que María y José presentan al Niño ante los sacerdotes del templo. La Virgen vista túnica rosácea, manto azul y velo blanco, como corresponde a las mujeres desposadas; san José luce túnica verde, manto rojo, sombrero y, lleva, en su mano derecha, un bastón y un cestillo con dos tórtolas o palomas, la ofrenda a la que obliga la ley, si se era pobre. El anciano Simón, con túnica blanca, capa bordada y tocado con mitra, coge a Jesús, desnudo, en sus manos y descubre que es el enviado de Dios.
Visitación de la Virgen
Estilo: Renacimiento. Hacia 1520. 62,5 x 59. Con marco: 77 x 72,5 cm. Temples grasos y voladuras oleaginosas sobre tabla.
La escena transcurre en el exterior de un edificio y a la puerta de una ciudad o castillo. María visita a su prima santa Isabel, porque ambas van a concebir un hijo; Isabel, madre de san Juan Bautista, se arrodilla ante María, en actitud de reverencia. Ambas visten de forma muy sencilla; María viste túnica rosácea, manto azul y velo blanco, e Isabel, manto rojo y toca blanca. El paisaje al fondo, donde se aprecia un conjunto de casas, muralla, castillo y montañas. Estas tablas fueron compradas, por la Universidad de Salamanca en 1952, a la iglesia de Terradillos; el Obispado también se quedó con otras siete, que se encuentran en el Museo Diocesano.
Las tablas componen un ciclo dedicado a la vida de la Virgen María, que formaban parte de los retablos de Nuestras Señora del Rosario y de Jesús Nazareno de la iglesia, dedicada a Nuestras Señora de la Asunción. La tabla de la Asunción ocupaba el espacio central superior del retablo, encima de la imagen de la Virgen del Rosario, y las otras seis se disponían, de tres en tres, en las calles laterales del retablo. Se desconoce la identidad del artista, que se esconde bajo el seudónimo de Maestro de Terradillos. Dice Gómez Moreno del autor: “que ruraliza el arte de Juan de Flandes, dotando a las tablas de una fuerte personalidad”.
Panyagua llegó a considerar a este artista: “uno de los grandes, no muy original, no muy avanzado en su tiempo, pero sí cuidadoso y abierto a novedades italianas (rafaelescas), a veces, muy fino en armonías tenues”.
Álvarez Villar comenta “que, en estas tablas, tanto las estructuras arquitectónicas como el plegado de los paños, tratamientos de los cuerpos y caras se ajustan a los cánones del primer tercio del siglo XVI, con vinculaciones rafaelescas, y detalles que acusan la mano de un destacado pintor, que es lástima ignoremos”.
No olvidemos que Juan de Flandes trabajó en el retablo de la capilla de la Universidad de Salamanca, y el autor de las tablas pudo ser uno de los discípulos y colaboradores. De la observación de las tablas, extraemos la perfección y el demonio de la composición de las figuras, así como de la luz y del paisaje.
La Iglesia de Nuestra Señora de Otero
En 1840, el Sr. Obispo ordena fijar residencia en Terradillos a D. Benito Cuéllar y Fuentes, cura párroco de Santa. María de Otero y su anejo Terradillos, para mejor servicio de la diócesis, atendiendo a los Perales, Otero y sus anejos de la parte de acá del río.
En libro parroquial de Terradillos 354/16. Documentos, se lee: “Nuestra señora de Otero, situada en despoblado, por cuya razón, el Ilmo. Sr. D. Agustín Lorenzo Varela y Termes, dignísimo Obispo que fue de esta diócesis, acordó la supresión de la parroquia el 8 de julio de 1842, y que Nuestra Señora de Otero se uniese e incorporase a la de Nuestra señora de la Asunción de Terradillos, con todos los pueblos de su término, situados a la izquierda del río Tormes. Sosteniendo la ya Iglesia de Otero sólo en concepto de ermita, atendiendo a la misa parroquial y todos los demás actos.
Espero efecto de una solicitud presentada por Antonio Marqués el 17 de Julio, que si bien la parroquia de Nuestra Señora de Otero quedaba como anejo de Terradillos.
Se facultaba al párroco a que continuara celebrando dos misas en los días festivos en Nuestra. Señora de Otero, siempre que los feligreses conserven, a costa suya y con la mayor decencia, el templo y cementerio en donde se hallan depositados los restos mortales de sus seres queridos.. Los objetos que, según ellos, lo prometían, y si bien, hasta ahora, lo habían hecho así. Ha sido a costa de desvelos, amonestaciones y disgusto de su párroco, prescindiendo del caso que a los enfermos hay que administrarlos los Santos Sacramentos de penitencia y extremaunción desde Terradillos, por hallarse ésta a la mitad del camino y, por consiguiente, soy de opinión de que dicha Nuestra. Señora de Otero, que, sólo, en el concepto de ermita, en los términos que depuso el Ilmo. Sr. D. Agustín Lorenzo Varela y Termes”.
La iglesia de Santa María de Otero estaba provista de tres altares:
Altar Mayor, con retablo de madera dorada, en el camarín la imagen de Nuestra Señora, al ambos lados las efigies de san Blas y san Roque; a los costados del Sagrario, dos angelitos de cuerpo entero.
Altar de san Andrés, con retablo de madera dorada, presidido por un cuadro de san Andrés, pintado en lienzo.
Altar del Santísimo Cristo, retablo también de madera dorado, con el Santísimo Cristo que se venera en él; en uno de sus extremos, la imagen de santa Águeda.
En 1855, el señor Visitador ordena se traslade a la Iglesia de Terradillos un Cristo de gran tamaño, cuya imagen se retocó, haciéndole Cruz y peana; en 1864, el Cristo, así reformado, se le denomina Santísimo Cristo de la Salud , por carecer, anteriormente, de nombre alguno.
En 1866, se le dota de otro Cristo de yeso, con la Cruz pintada de verde, el cual, habiendo venido un sujeto a rifarlo sin permiso, se le recogió por orden de Obispo, el 30 de marzo de 1864, y se destinó a esta iglesia.
“En 1861, sólo había dos casas en pie en Martín Valero, y estaban sin morador; allí vivió el ermitaño y tres hijos. La mayor parte de los vecinos se fueron trasladando a Palomares. En ese año, Palomares tenia 50 vecinos, 181 habitantes, 42 casas habitadas y 5 sin habitar. (libro 2 de matriculas de la Iglesia ).
En 1950 no quedaban vecinos en el pueblo, pero la Ermita seguía atendida todos los días en apertura y limpieza por Milagros, vecina de Terradillos, que vivió en la calle el Caño, casada con Juan el andaluz (de Jerez), sin hijos, hija del tío Jesuso que por entonces se ganaba la vida vendiendo quincalla para la costura por los pueblos cercanos con una cesta holgada del cuello.
Ermita de Santa Bárbara
Terradillos es un pueblo muy dado a las descargas eléctricas, producidas por las tormentas, sobre todo, las que se forman en el Garabato. Hace unos años, por esta causa, hubo que lamentar desgracias personales cerca de la ermita de Otero, cuando una cuadrilla de segadores se encontraba haciendo labores de recolección. Para liberarse del agua o pedrisco, se refugiaban debajo de los haces, fabricando una especie de choza; pero las descargas eléctricas son otra cosa.
Quizás, antiguamente este fuese el motivo de construir una capilla o ermita en honor a la patrona de las tormentas, Santa Bárbara.
En este lugar de Santa Bárbara, había una ermita dedicada en honor a la Santa. Sobre los años 80, aproximadamente, lo poco que quedaba de sus ruinas, fue demolido; consistía en tres paredes rectangulares de unos 20 x10 metros; posiblemente, en la parte, que miraba al saliente, se abriría su puerta.
Según contaron nuestros antepasados, la ermita estaba provista de un pequeño altar, con un pequeño retablo donde se asentaba la imagen de la Santa; más tarde, fue trasladada a la Iglesia, así como, su campana, que hoy halla instalada en el campanario de la Iglesia.
Todo el entorno de la ermita de Santa Bárbara, resultó ser un lugar idóneo para la extracción de las pizarras, que sirvieron para la construcción de viviendas, cercados y otros usos.
Varios vecinos del pueblo se dedicaban a estos menesteres.
Fuente de Santa Teresa
Al lado de la carretera, enfrente de las casas de los Perales, se encuentra la fuente de Santa Teresa; dicha fuente muestra una pequeña capilla con la imagen y un breve poema de la Santa andariega. Posiblemente, se la bautizó con el nombre de santa Teresa, debido a que haría posibles descansos y aliviaría su sed, más de una vez, en sus viajes de ida y vuelta, entre Salamanca y Alba de Tormes.
Aledaño a la fuente, al otro lado de la carretera, se hallaba la casa de camineros, cuya familia se preocupaba de su limpieza y de ponerle unas flores del campo, cuando el tiempo lo propiciaba.
Sabemos que llegó a Alba, por primera vez, el 25 de enero de 1571, como fundadora del Monasterio de las Madres Carmelitas y también tenemos referencia que, aquí, pasó los últimos quince días de su vida, hasta su muerte el 4 de octubre de 1582.
Esta Santa, prototipo de la mujer española (junto a Isabel de Castilla), fue nombrada Doctora por la Universidad de Salamanca (Honoris causa), con motivo del III Centenario de su Canonización, el día 7 de octubre de 1922, efeméride presidida por los Reyes, don Alfonso XIII y doña Victoria Eugenia. Al día siguiente, los Reyes asistieron a las celebraciones de su Centenario en Alba de Tormes, antes de regresar a Madrid. Nos dejó verdaderas obras de literatura, en prosa y en verso; uno de sus poemas se puede leer al visitar la fuente en nuestros obligados descansos. En todos ellos, nos demuestra la alegría de sus sentimientos, por los que luchó durante toda su vida. No se tienen datos sobre posibles visitas de la santa Teresa a Terradillos; pero, lo que sí cierto, que pasó por sus proximidades en sus viajes a Salamanca.
Fernando Araujo en su guía de Alba de Tormes, Cap. 1º de Salamanca a Alba nos dice:… en su viaje llegan los Perales cuyas dos casas no tardamos en ver; a la derecha dejamos una charca; subimos después una cuesta bastante pendiente y pronto divisamos hacia el misma lado, y a muy pocos pasos de la carretera la Fuente de Sta. Teresa, monumento sencillísimo erigido en 1877 por la piedad del sapientísimo obispo de Salamanca D. Narciso Martínez Izquierdo, lumbrera del púlpito y de las tribunas parlamentarias y académicas, para encerrar manantial inagotable de agua fresca y pura al que va unido piadosa leyenda. Y siguiendo el camino continua…Ya pasamos por delante de Terradillos que dejamos a la derecha, a la izquierda se divisan los arrabales de Alba, Palomares, que es el mayor, Amatos que le sigue y la Ermita de Otero en un alto… Cuenta Fernando Araujo que decidieron efectuar una gira a Alba de Tormes desde la ciudad de Salamanca siendo fiel custodiada de las reliquias de Sta. Teresa de Jesus. El viaje se puede hacer por ferrocarril o por carretera, deciden hacer el viaje por carretera, en coche de caballos, muy adornados, de los que de vez en cuando suelen aparecer por algunas aldeas de esta provincia. Posiblemente a la altura de la casilla del alto la legua echarían la vista atrás para despedir de momento los monumentos de la ciudad. Fue uno de esos viajes al llegar a Alba de Tormes en días de efervescencia popular eminentemente cristiana, fijarían la idea tan feliz como apropiada cual era la de levantar una grandiosa Basílica a la gloria de Sta. Teresa de Jesús, pensamiento elaborado en la iniciativas tan fecundas y eficaces del sapientísimo Obispo de Salamanca R.P Tomás Cámara. D. Narciso Martínez Izquierdo nació en Octubre de 1830 en Rueda de la Sierra, (Guadalajara) fue el primer titular de la diócesis de Madrid, Diputado en Cortes, Senador. Nombrado Obispo de Salamanca el 31-1-1874. Murió en Madrid el 19-4-1886, Domingo de Ramos, cuando se disponía a celebrar la misa, fue abatido por tres disparos del perturbado sacerdote Cayetano Galeote.
Fuente de la Charca de Arriba
A primera vista, nos presenta indicios evidentes de que se trata de una construcción romana, aunque no dispongamos de ningún documento que lo certifique; pero su trazado y la colocación de las piedras muestran las características propias de las construcciones romanas; afirmación que no resulta descabellada, pues, a poca distancia, transcurre la calzada romana, un elemento más que subraya la presencia romana por nuestros pagos, y que avalan la posible existencia de Terradillos en esa época histórica.
Se trata de un manantial, protegido por una construcción de granito, flanqueado por unas paredes de poca altura y cubierto por una bóveda, en la que los materiales encajan a la perfección, con un pequeño orificio por el que desagua el agua sobrante.
Son muchas las fuentes, que los romanos nos legaron en ese periodo de esplendor; así como, hermosos teatros, acueductos, puentes y calzadas, que serpentean por el territorio nacional. En la época romana, el agua potable era un regalo de los dioses, y el agua termal una bendición.
Granillos de oro
Este lugar, separado del pueblo, se encuentra ubicado entre el regato y la vía del ferrocarril; se le conoce con el nombre de Granitos de oro, debido a los pequeños bloques de cuarzo cristalizado, que salpican su espacio; estos pequeños bloques fueron arrancados por la reja en la labor de la tierra: algunos trozos se muestran limpios y, en otros, con asalmonadas por combinación del cuarzo con otro tipo de minerales.
Hacia 1960, un labrador observó cómo la reja de su arado levantaba una especie de lápida o pizarra, que resultó ser la tapadera de una tumba, en la que reposaban los restos de una persona; se trabaja de una especie de ataúd, fabricado todo con pizarras. Su curiosidad le animó a seguir excavando y descubrió la existencia de uno y otros enterramientos, hasta dar con siete similares, con la singularidad, de que uno de ellos era de un pequeño.
Analizado el contenido, se trataba de seis esqueletos de personas adultas, dispuestos en posición del saliente, salvo, el del niño, que miraba al poniente. Se hallaron un brazalete metálico, unas monedas y un pincho de hueso.
Podemos argumentar que la procedencia histórica de este hallazgo corresponde a la época visigoda, (allá por el siglo VI, d. de C). Avalan nuestra aportación el hecho de que las siete tumbas o fosas se hallaban delimitadas por pizarras, característica propia de los enterramientos visigodos, así como, la identificación de su ajuar funerario; Podemos añadir, como confirmación, los hallazgos visigodos encontrados en algún pueblo vecino, y también el hecho de que solían asentarse en villas romanas o en el poblados próximos a las calzadas o veredas.
Los restos exhumados se trasladaron al cementerio de la localidad, y sería importante descubrir su ubicación para someterlos a estudio.
La Fuente del Caño
Esta fuente, en los años 60, fue canalizada para abastecer de agua al pueblo. Se instalaron dos caños en lugares estratégicos para servicio y comodidad del público, ya que, por aquellos años, aún no disponía de agua en las viviendas. Sus aguas son superficiales y sosas, y, a pesar de su situación somera, su manantial nunca se ha secado.
Unos vecinos del pueblo, que extraían piedras para un cercado, a unos trescientos metros del lugar, descubrieron la canalización o conducción del agua de dicha fuente, lo que pone de manifiesto que su procedencia se hallaba ubicada en otro lugar del término. Avalan esta afirmación, el que, unos años después, cuando se procedía a abrir cañeras para la acometida de las aguas a las viviendas, se hallaron nuevos tramos de canalización. Se comprobó que los materiales, que utilizaron para la fabricación de dicha conducción, eran teja, ladrillos y cal.
En ponencia presentada y publicada, con motivo del primer Congreso sobre obras públicas romanas, celebrado en Mérida, el 15-11- 2002, se dice: "Para la captación y conducción de agua casi siempre se usaban los mismos materiales, galerías abovedadas o cubiertas con losas, un canal mejor o peor definido en la solera, si el terreno lo exigía, el revestimiento se podía impermeabilizar utilizando mortero de cal en el revestimiento de las piezas de mampostería o de ladrillos”.
Con estos datos, se puede asegurar como la presencia de posibles restos romanos, en Terradillos.
Caminos desaparecidos
Por causa de la concentración parcelaria, algunos caminos que, principalmente, se usaban como peatonales o por caballerías, han desaparecido.
Bien conocido era el camino nuevo,(desde la Iglesia a la carretera); las pitaneras (desde el hoyo de la Aldehuela a las pitaneras ); el camino del caño (desde el polear ,casilla del caño, al caño); la rades, (desde eras de arriba, casilla del moyo, las rades); el camino de Carpio (desde calzada de los carboneros, casilla de la Elena , montorio, continuando hacia Carpio, aquí el termino de Terradillos se adentra en esa parte, en la urbanización el Pinar de Alba); el camino de La Maza , (desde la charca de arriba, carrerancha, La Maza; el camino de los perales, (desde la charca de arriba a los Perales ).
La vida en el pueblo
Terradillos, como muchos pueblos, vivía en la pobreza, hambre y enfermedades. Faltaban alimentos; la sanidad dejaba mucho que desear; las mujeres daban a luz en sus casas sin medios higiénicos, sólo con la ayuda de la partera; muchos niños fallecían en los primeros años de su vida por falta de medios y medicinas; quien poseía recursos para engordar el cerdo, aseguraba parte de la comida para la familia durante el año.
Por eso, la matanza era una fiesta: una gran fiesta en la que asistía toda la familia y amigos. Era todo un acontecimiento, una especie de ritual: Se iniciaba el día con el trago de aguardiente, y se trataba de aliviar el cosquilleo del ardor del licor con la degustación de unas pastas y algún higo, que, como estaba próxima la Navidad, se compraban como prueba. Venía, después, la matanza del cerdo, la recogida de la sangre para hacer las morcillas, el chamusco y el abrirlo para extraerle las tripas y las vísceras, sobre todo, el hígado, que se comía mientras las mujeres lavaban las tripas en los barreños. Los muchachos metíamos prisa a la mujeres en la espera de la vejiga, que hinchábamos para jugar al balón, que era nuestro entretenimiento favorito.
La comida se hacía a base de garbanzos, tocino nuevo, chorizo añejo y relleno; y, después, seguía la ceremonia: había que deshacer el marrano, con mucho cuidado, para no estropear los lomos o los jamones o los picos; se apartaba la carne y se mezclaba con la de res, que, para ello, se había sacrificado y compartido con tres o cuatro vecinos. Se picaba la carne y, ocurrió que, algún despistado se llevó algún cacho de dedo, por empujar, con descuido, la carne que rebosaba en la pequeña tolva de la máquina. Y siempre mientras las mujeres hacían el adobo o cocían las morcillas, que posaban sobre una parva de paja, para que se escurrieran bien antes de colgarlas, y el caldo de agua con la sustancia de las morcillas, que reposaba en la caldera, colgada de las yares: el caldo baldo, que se llevaba a casa de las vecinas con un cacho de probadura, los hombres dábamos buena cuenta de la jeta, que turrábamos al calor de las ascuas candentes de los trozos de encina. El día después, se destinaba a embutir los chorizos y a limpiar y a esperar después, que la matanza curara, pues no estaba todo seguro con aquellos hielos y fríos, que resecaban la matanza, se afarolaba.
Otro recuerdo, que guardo en mi memoria, hace referencia a una costumbre singular; al anochecer, las amas de casa acudían al gallinero y metían el dedo en el culo a sus gallinas, y así conocían el número de huevos, con que podían contar el día siguiente; en cambio, había otras gentes, que no podían celebrar la fiesta de la matanza ni meter el dedo en el culo de la gallina y ¿de qué vivían? No creáis que las casas gozaban de las comodidades que tienen hoy. Las viviendas, normalmente, eran pequeñas; había que dormir varios en la misma cama o en el suelo o en el pajar, acurrucado en una manta; y matábamos el frío con el calor de la lumbre, que, en muchos casos, se hacía con cuatro burrajos y cuatro palos; la puertas no ajustaban y el frío entraba por todos los sitios; el agua se congelaba en los cantaros dentro de las casas; en los inviernos, se formaban enormes chupiteles, que colgaban de los aleros de los tejados, y que chupábamos los muchachos, como la casi única golosina que podíamos saborear entonces. Había que romper el hielo de la charca para que pudiera beber el ganado.
La única fuente de riqueza de que disponía el pueblo era la agricultura y la ganadería. Se cultivaban cereales y la ganadería era su complemento con pequeñas piaras de ovejas, algo de vacuno y mular, que se empleaba para labrar el campo. La producción era deficiente, pues no se abonaba bien y las inclemencias del tiempo tampoco acompañaban su maduración. El año se hacia muy largo. Varios vecinos trabajaban por cuenta ajena, a jornal, donde les llamaban para hacer alguna labor de escarda o para la recolección, como segadores o mozos de era. Los días en que no se podía ir a trabajar, se juntaban en las Costanillas, el lugar de reunión, donde se divertían jugando a la calva, rayuela y otros juegos. Las mujeres, después de hacer sus tareas, se reunían a las puertas de sus viviendas para coser, hacer calceta, hilar lana o bonitos bordados. También eran bienvenidos los titiriteros, que hacían las delicias de mayores y pequeños.
Como vicios mayores, tenían el vino y el tabaco. La petaca, hecha de material, algunas decoradas con mucho gusto, el mechero, un tubo de cobre, mecha de algodón, y una rueda estriada que rozaba en una piedrecita, y producía la chispa que prendía la mecha y el librillo del rey de espadas o de abadie constituían el bagaje el fumador.
Como podéis imaginar no siempre existió la luz eléctrica; por eso, la gente, antiguamente, vivía y trabajaba de sol a sol; pero era necesaria la luz de noche y los artilugios más frecuentes fueron el farol, el carburo de lucilina y el candil.
Uno de los elementos básicos de subsistencia es el agua. El agua para el consumo se abastecía desde las fuentes públicas o de pozos abiertos en los corrales de la vivienda. Para traer el agua de las fuentes, se solían utilizar los cántaros de barros. Normalmente, la acarreaban las mozas, que era también una forma de distracción, en sus idas y venidas, y de pretexto, para tener encuentros con el novio o con el chico que andaba alrededor. Para lavar, había costumbre de ir, con la carga de ropa, al río Tormes, tanto en verano como en invierno; y, en realidad, eran ratos de convivencia y de asueto, pues, en aquellos años, no se disfrutaba de tanta libertad como ahora.
Si hablamos de atuendos, antaño, no se hablaba de modas ni existía el Corte Inglés ni esas tiendas de escaparates deslumbrantes. Prevalecía el traje típico, que se solía utilizar en festividades muy señaladas, pero predominaba, incluso los domingos, la sencillez y el recato en el vestido. En el vestido de las señoras mayores, destacaba el color negro: negra era la saya; la negra, la blusa; negro el pañuelo, cruzado; y negro, el pañuelo de la cabeza. Siempre vestía de luto; los hombres no hacían de menos a las mujeres, pues también predominaba el negro como el color preferido para sus pantalones de pana, para sus calzones, chalecos y chaquetas; sólo eran blancos los trapos de lienzo de las albarcas y la camisa; hasta la visera y bilbaína eran negras.
Por aquellos años, Terradillos contaba con tres bares, tres panaderías, dos zapateros, dos barberos, canteros, carboneros, cortacinos, labradores, ganaderos, lecheros… Como industrias, una fábrica de embutidos y una fábrica de ladrillos. Las fincas y las casillas de Renfe contaban con puestos de trabajo. Familiar era el alguacil que, situado en lugares estratégicos, hacía sonar su bocina, para que todos los vecinos escucharan los bandos del señor alcalde: “Se hace saber por orden del señor alcalde…”
Como medio de transporte se utilizaba el tren y el coche de línea. Las estaciones de tren estaban ubicadas en la Maza y Alba de Tormes. Se habilitaba un apeadero, frente a Alba de Tormes, para facilitar la llegada de los peregrinos por las fiestas de Santa Teresa.
El paso del ferrocarril no favoreció mucho el desarrollo del pueblo, los pasos a nivel, a pesar de las barreras, presentaban inconvenientes, principalmente, para el paso de ganado. Otro problema: los incendios en las cosechas a causa de las chispas que expulsaban las máquinas de vapor.
Cuando se construyó la línea Salamanca-Medina, lo vieron como un maleficio: “traería malos espíritus”. Sobre los medios de comunicación, me viene a la mente la imagen del accidente de coche de línea, Salamanca – Piedrahíta. Bajaba la cuesta, enfrente de Terradillos, se le rompieron los frenos y volcó frente al jardín del obispo. Hubo varios heridos de diversa gravedad.
No nos podemos olvidar de la bicicleta, medio necesario para deslazarse al trabajo o fiestas; y como vehículo, en aquellos años del estraperlo: se cargaba un saco de harina de 100 kilos en el soporte y se conducía hasta la ciudad por la noche.
Curiosidades
En los años de 1870, varios pagos al Estado se hacían en papel timbrado, sellado y numerado. El presupuesto municipal de 1910, detalla el dinero, que empleaba el Ayuntamiento, en vino, huevos y aguardiente, con los obreros encargados en arreglar caminos, en la vigilia de los Santos, en el segundo día de Pascua, el día de San Antón, en la fiesta de las Águedas, el martes de antruejo (carnaval)… En ese año, el cántaro de vino costaba 17'75 Pts/litro; el de aguardiente, 0'60; y la docena de huevos, 2 reales. Por tocar el tamboril (en 1914) el día de Nuestra Señora pagó 4 pesetas.
Por 1948, era necesaria la guía para transportar legumbres de una localidad a otra.
Por 1950, empieza a utilizarse el D.N..I.
Se torpedeaba a las nubes, que amenazaban tormenta con cohetes granífugos, y así se evita los daños que éstas pudieran ocasionar a las cosechas.
Por 1951, en la finca de la Maza, pastaba ganado bravo.
El sueldo anual de los empleados del Ayuntamiento: secretario 5.500 pesetas; auxiliar, 1.500; depositario 500; y alguacil, 500.
Por 1952, se comienza a construir la escuela de niñas. El presupuesto ascendió a 53.833,79 pesetas. El Ministerio de Educación contribuyó con 40.000 Pts ; el Ayuntamiento, con 8.597'76 y el Gobierno Civil, con 5.236'03. Se inauguró en enero de 1953. Fue construida con pizarra de la zona y cal. Tres grandes ventanales facilitaban luz natural. Más tarde, sirvió de bar y, posteriormente, fue destruida en 2009. Por 1953, existía oficina de colocación y paro, teniendo preferencia, para ocupar un puesto de trabajo, los residentes del lugar.
Por 1955, la familia Moro de Alba de Tormes cedió la línea eléctrica a favor del pueblo, pasando el servicio a Electra de Salamanca.
Un segador ganaba en 35 días, 3.800 pesetas; y un atador, 3.400 pesetas. Cuando moría un animal y su carne se podía consumir, se repartía, en parte proporcional, al número de cabezas que cada propietario tenía en su género. Se hacían cuatro cuartos a sorteo, y se valoraba su precio.
Por 1960, había que dar cuenta de la lana obtenida del esquileo de las ovejas Se vacunaban los perros contra la rabia.
Exista el subsidio de viudedad.
Carros y bicicletas necesitaban licencia y matricula para poder circular.
El precio del pan de 2.000 y 1.500 gramos , respectivamente, era de 13 y 9'90 pesetas, El litro de aceite, 13,05.
Se solicita descaste de conejos con lazos, cepos o hurones en la Maza y el Raso.
Antes de utilizarse los herbicidas, se percibía gran cantidad de aves y mamíferos: perdices, liebres, águilas, oropéndolas, jinetas… El campo parecía un zoológico natural, para los amantes de la naturaleza.
La peste porcina africana se diagnostica en Terradillos, se inmoviliza el ganado porcino en un área de 10 kilómetros alrededor de la zona.
Por 1978 se concede a Terradillos la instalación del servicio telefónico.
Costumbres y Tradiciones
Correr los gallos
En muchos pueblos de España, se vivía la costumbre de correr los gallos, como una tradición festiva; en Terradillos, solía celebrarse el tercer día de la Conversión de san Pablo. Consistía el evento en juntar dos carros por las pértigas, por esa parte, la más alta, se pasaba una maroma a la cual se ataban unos gallos por las patas; en el otro extremo de la marona quedaba a merced de una persona, que lo subía y bajaba, cuando el jinete se acercaba con su montura a la altura de las aves, con la intención de arrancar la cabeza del animal.
Después de presenciar el espectáculo, acompañado con la bota de vino, se celebraba el trofeo del ganador, acompañado de aplausos de la concurrencia.
Finalizado el acto, se encaminaba la tropa al lugar, donde se había encargado la preparación de los animalitos, sacrificados, para la cena. Acudían mozos y mozas al banquete y, después, se organizaba un baile que duraba hasta las doce de la noche, tope que les habían puestos los padres.
Los Quintos
Los quintos o mozos, que eran llamados a filas, organizaban una especie de ronda, y acompañados con la música recorrían las calles del pueblo, tocaban a las puertas de los vecinos y, sobre todo, donde había mozas, y les daban el aguinaldo, que solía ser dinero o algo en especies, que servía, más tarde, para organizar una merienda de despedida, que finalizaba con un baile, al que se invitaba a las novias, mozas y juventud.
La marcha de los quintos era una oportunidad para que los chicos saliesen, por primera vez, en su vida del pueblo; lo que provocaba algún recelo y alguna preocupación en las novias y en las madres; angustia por lo desconocido, que conllevaba cierto peligro y más en el ejército.
El día del sorteo acudían algunos mozos a la ciudad para recibir la noticia de la suerte más directamente; al regresar al pueblo, todo el mundo, pendiente de ellos, preguntaba donde les había tocado " pa" España o "pa" África; si la afirmación era la segunda, el miedo entraba en el cuerpo del mozo, de su familia, de la novia y de los demás. Ceuta, Melilla, Tetuán, Tánger, El Aiun, Villa Cisneros, Canarias, todo esto sonaba a desconocido. Cuando al cabo de un año o dos (según el reemplazo) regresaban, se les veía más gordos, más guapos, comentaban los vecinos. No era nada anormal, pues, aunque la alimentación y la limpieza, en el ejército, dejaba mucho que desear, se regresaba más "pulido". Allí había que obedecer, pero el trabajo era más suave que en el pueblo; algunos volvían más espabilados; otros, no tanto. Existía un refrán que decía. “Fue cesto y regresó aguaderas, cuatro senos más”
La Cencerrada
Este acontecimiento resultaba muy interesante. Cuando se casaba un viudo o viuda, se iba a la ventana de la casa, donde dormían, a darles la serenata, con cencerros, tapaderas, latas o cualquier artilugio que metiera ruido: cuanto más mejor. Antes de ese día, se investigaba el lugar donde pasarían esa luna de miel. Nadie soltaba prenda; era muy difícil adivinarlo, pero a fuerza de insistir, casi siempre se acertaba. Otras veces, la serenata la recibía el vecino o algún familiar. En general, esta broma resultaba graciosa, pero, alguna ocasión, la broma terminó en gresca.
Pagar el vino
Si algún forastero entablaba relación con una moza del pueblo, los más amigos o los más lanzados le invitaban a pagar el vino, comentándole que era una costumbre y, desde ese momento, pasaría a ser un amigo más. En el caso de que se negara, daba a demostrar malas intenciones, una relación insegura y, durante un tiempo prolongado, no era bien visto. Algunos no lo pagaron y acabaron remojados en el pilón del pueblo.
Los quincalleros u hojalateros
Personas "manitas" que, con un martillo, unos alicates, un soldador y unos remaches reparaban todo tipo de cacharros. El taller siempre era la calle. Si el utensilio, a arreglar, tenía un agujero grande, no había problema, se le cortaba un remiendo a la medida con otro viejo, se le ponían unos remaches, un poco de soldadura de estaño y como nuevo, aunque estuviera lleno de remiendos.
También demostraban sus buenas cualidades, cuando el gato se subía a la mesa y tiraba el plato de barro o china al suelo, haciendo de él veinte pedazos. ¡Qué habilidad y paciencia para juntar las piezas, pegarlas con una pasta, que hacían con harina, agua o lo que fuera; hacían un agujero con un punzón a las piezas, que lo precisaban, se hacía una grapa con alambre, se introducía en los agujeros, se remachaba con un martillo, y quedaba el puchero tan útil como nuevo.
Domingo de las tortillas
El lugar elegido por los jóvenes, para pasar la tarde de tortillas, son los Valles, el único tipo de terreno que presenta una orografía un poco ondulada en todo el termino de Terradillos, apartado del pueblo y resguardado de las inclemencias del tiempo. Otras pandas eligen otros lugares.
La tortilla es el plato favorito, acompañado de chorizo, vino, empanada y flan. Grandes y pequeños salen en pandas, se elige un lugar adecuado donde los otros no puedan molestar. Se trata de una fiesta campestre, donde se convive y la armonía reina entre las cuadrillas, y la alegría nos hermana más.
El Cartero
Personaje, conocido por todos, y que no podemos olvidar. Se divisa su silueta en el horizonte, con su uniforme, con su gorra y con su cartera al hombro recorre caminos y pueblos, andando o en bicicleta; venciendo las inclemencias del tiempo para entregar las cartas y telegramas, y así tener noticias de los remitentes. Conoce a todos a todos los vecinos; la correspondencia no se perdía; era portador de noticias: era mensajero. No había recibos de agua, ni de luz, tampoco de bancos, solamente conversaciones escritas. En la escuela, se enseñaba cómo escribir una carta, teniendo, en cuenta, a quien se dirigía. No solamente, repartía el correo: era familiar, también recadero; se le encargaba algunas compras, que el cumplía con amabilidad: desde unos menudos de cordero para la chanfaina, una bobina de hilo o unas pastillas de la botica…
Este agradecimiento se recompensaba con un café, un dulce o una copita, las menos veces, unos céntimos y otras, con muchas gracias o un Dios se lo pague.
Flora y Fauna de Terradillos
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- Trabajo realizado por Don Jesús de Alba García.