Vaceas
Según relata Polibio, durante las campañas del general cartaginés Aníbal en la península, tomó la actual ciudad de Salamanca denominada por el historiador Helmántica.
La ciudad por aquel entonces solo estaba poblada en dos de sus cerros, el de San Vicente y el de las catedrales, una población tan pequeña motivó que sus habitantes se rindieran ante el poderoso ejército de Aníbal. Las condiciones que impuso el general para respetar la ciudad y sus habitantes fueron la de un pago de 300 talentos de plata y juramento de obediencia. Los habitantes aceptaron, pero tras la marcha del ejército los vaceos, decidieron no aceptar estas condiciones. Aníbal se enfureció y regresó para castigar a la ciudad, capturó a todos los hombres y permitió a sus tropas saquear la ciudad, quedándose unos pocos soldados vigilando a los prisioneros.
Es entonces cuando entran en acción las vaceas, quienes eran consideradas como inofensivas por los cartagineses. Estas ocultaron bajo sus ropas las armas, y convencieron a los guardias de que les dejaran estar con sus maridos, aprovechándose de la ingenuidad de los guardias lograron armar a los hombres y junto con estos mataron a los guardias y se enfrentaron a los cartagineses. Cuenta Polibio que Aníbal se quedo tan impresionado por la valentía de las vaceas que decidió perdonar a la ciudad y marcharse para nunca regresar.
En la antigua muralla de Salamanca había una puerta denominada arco de Anibal (al final de la actual calle Tentenecio), su nombre se debe a que se le atribuye la entrada en la ciudad por ese punto, aunque es dudoso que así fuera.