Curiosidades para un paseo sosegado
Sólo un balcón se mantiene cerrado. La leyenda habla de los lances amorosos entre su joven propietaria y un estudiante enamorado. El padre de ella cerró con un puntal esa balconada. Puede verse en el segundo nivel de ventanales junto al lienzo sur del Consistorio.
La Piedra Franca es uno de los símbolos de la ciudad, por su color dorado, por el relajante color que cubre esta ciudad amarilla. Las canteras se encuentran en Villamayor, a cinco kilómetros de la capital. Se trata de una arenisca de fino grano que con el tiempo se endurece. Su color variará en función de la concentración del óxido de hierro. En la capital charra, veintisiete monumentos histórico-artísticos se recubren con esta piedra.
Los cimientos y mampostería son de piedra tosca traída de las canteras de la Pinilla (junto a Carbajosa de la Sagrada); el granito –piedra pajarilla– procede de las canteras de Calzadilla; las vigas proceden de pueblos madereros de la Sierra de Gredos (Hoyocasero); la pizarra de “a sepultura” es de Mozárbez; la cal morena llegó desde Navarredonda, Linares y Escurial de la Sierra; el ladrillo provenía desde los alfares de Babilafuente y los tablones son de Alcazarén y Aguasal.
Se agasajó a todos los obreros cada 10 de mayo, aniversario del comienzo de la obra, con un refresco de vino, pan, queso y aceitunas. Las obras de la fachada del Ayuntamiento costaron 24.400 reales y la albañilería otros 15.000 reales.
En tiempos El paseo del rector fue el ceremonial que alcanzó mayor solemnidad. El elegido, entre estudiantes de familias nobles, era conducido a la Plaza Mayor. Al día siguiente se realizaba el examen en el Paraninfo de la Universidad, para luego a ritmo de trompetas y de tambores marchar hacia la catedral donde se le entregaban los emblemas de su grado: el libro, el anillo de oro y el birrete de doctor.
Se cuentan nueve puertas: A nivel del suelo se entra en la plaza por San Martín, Prior, Concejo, Zamora, Toro y San Pablo y, accediendo mediante escaleras, por las puertas de Pinto, San Fernando y Ochavo. Aparecen dos pasajes en el Pabellón de Petrineros (poniente).
Los balcones del Pabellón Real y de San Martín en los dos últimos pisos son independientes mientras que en el Pabellón del Ayuntamiento y Poniente van en hilera.
El arquitecto Pío García Escudero, en 1992, realiza los primeros planos completos –por ordenador– de la plaza tras un año de intenso trabajo. La plaza cuenta con gentes que están ahí desde siempre: Tomás el limpiabotas, Guillermo el barquillero, Fermín el quiosquero, Julián “Pilo” que es el camarero más antiguo, Paco Novelty... sin olvidarnos al fallecido poeta Remigio González “Adares” o Antonio Mesonero que regentó, cual prestidigitador, “La Covachuela”.
En Salamanca el mejor modo de llegar a verse es “Quedar bajo el reloj”. Ese reloj se encontraba hasta el siglo XVIII en la torre de San Martín y en 1852 se traslada a la espadaña del Ayuntamiento. Es de tipo Morez. Por medio de caída de bolas y tres cuerpos sonaba a los cuartos, medias y horas en un total de 912 campanadas al día. Se alumbró con dos quinqués de aceite que se apagaban a las 23,30 h. En 1965 se sustituye el mecanismo por otro mecánico que sólo dará 24 campanadas diarias. En 1991 la mecánica pasa a ser electrónica. Desde 1994 vuelve a sonar en cuartos, medias y horas. Para llegar a él, por dentro, es necesario subir decenas de peldaños irregulares. El primer relojero fue Santiago Marcos y José Cascón es el actual relojero encargado de su mantenimiento.
Se remataba la obra consistorial por un basamento coronado. Esa corona real se retiró en febrero de 1873 con la instauración de la Primera República. La maqueta original es de 1745, obra del carpintero José Gonzalo Bordado y del herrero Francisco Calderilla, supervisados por García de Quiñones y García Verruguilla. El frontal se realizó en cedro (Ayuntamiento) y los otros paneles en pino. Sus dimensiones son: 100 x 110 x 45 cm.
El medallón de Felipe V se repite en tres ocasiones: En el arco de San Fernando junto a Isabel de Farnesio, su esposa, y en dos medallones del Pabellón Real pues reinó antes de la abdicación de su hijo, Luis I, y tras la muerte de éste.
Los Reyes Católicos, Felipe I y Juana de Castilla, así como Juan Carlos I y doña Sofía están unidos. Cada pareja comparte un medallón.
La plaza tiene unos cuarenta números de vecindario aunque acaba en el 24. Hay cuatro entradas directas a los inmuebles y el resto son accesos secundarios.
Los balcones son de hierro forjado. Recorren de forma continua las ventanas del primer piso de las fachadas. Sirven de antepechos independientes a las ventanas de los dos pisos superiores. Cuentan con balaustres de tres nudos y sus soleras y pasamanos se asientan sobre suelo de pizarra. Son obra de Jerónimo Sánchez y de Pedro García. Se les pagó al peso, por las arrobas y libras de hierro usado. Los cuarterones de madera que cierran las balconadas se colocan en la primera década del siglo XX, unificándolos en noviembre de 1942, por orden municipal.
En el aspecto trágico, ha de buscarse el Arco del Mercado, donde se lee en un lateral bajo una cruz: “AQUÍ SE MATÓ UNA MUGER, RUEGUEN A DIOS POR ELLA. AÑO DE 1838”. Unos años antes, en 1802, fue ejecutado el bandolero Chafandín y toda su cuadrilla, naturales de la zona vallisoletana de Pesquera. En este foro falleció corneado el torero Pedro Romero y, también, murió un camarero electrocutado el 18 de julio de 1936.
En un par de piedras por encima de esta frase, junto a una mancha de oxalato, puede verse una firma que dice “Miguel-Antonia, 1770”.
Diferentes películas se han rodado utilizando este marco: La aldea maldita (1930), de Florián Rey; La princesa de Éboli (1954), de Terence Young; La ironía del dinero (1954), de Edgar Neville; Ama Rosa (1960), de León Kilimvsky; Nueve cartas a Berta (1965), de Martín Patino; No le busques tres pies al gato (1968), de Pedro Lazaga; Españolear (1969), de Alfonso Paso; Doctor, me gustan las mujeres, ¿es grave? (1973), de Ramón Fernández; El curso que amamos a Kim Novak (1980), de Juan José Porto; Los Paraísos perdidos (1985), de Martín Patino; Caminos de tiza (1987), de José Luis P. Tristán Shacky Carmine, (1999), de Chema de la Peña; Octavia (2002), de Martín Patino; De Salamanca a ninguna parte (2002), de Chema de la Peña... así como multitud de documentales.
En 1916 se manifiestan los cocheros para que no se retirase la parada de sus coches de línea.
Tres toros de cartón-piedra, de los diecisiete que se ocuparon de promocionar la Capital Cultural Europea, se colocaron en la Plaza Mayor. Uno de ellos fue decapitado.
El medallón que ocupó Godoy está situado entre la esquina de Petrineros y San Martín. Se encuentra borrado. Los estudiantes de la Universidad obligaron a picarlo cuando el “Príncipe de la Paz” cayó en desgracia, derrocado tras el Motín de Aranjuez. Siendo gobernador el Marqués de Zayas se levantaron los estudiantes de la Universidad, obligándole a que trajese una pica pedrero y mandase a éste picar diche medalla de Godoy.
Durante el asedio de Wellington a los franceses apostados en Salamanca, se dañó el medallón de Alfonso XI. Una vez liberada la ciudad se acordó que este general británico tuviese un nuevo medallón. Tras 150 años de espera, junto a él se encontrará el guerrillero salmantino Julián Sánchez, El Charro.
Rematando las obras se unificó el mobiliario urbano para hacerlo acomodarse a los 12 bancos de granito, con una iluminación artística que cuenta con 804 puntos de luz, de los que 112 son faroles de estilo fernandino.
Cuatro sellos se emitieron en junio de 2002, durante la XL Exfilna, junto a un matasellos y una medalla conmemorativa.
Hay diferentes escudos: Dos de Salamanca, tres escudos reales y cuatro que son de la ciudad. De los apellidos de los pobladores iniciales de este espacio destacan los de la viuda del Conde de Grajal (cuya casa ocupa nueve arcos), la Marquesa de Alcañices, Felipe Solís, el canónigo Antonio de Paz y familia (quizás los más bellos escudos) y del regidor perpetuo Narciso Álvarez de Rueda.
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