Plaza de Toros (Plaza Mayor de Salamanca)

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Desde sus inicios, una extensa tradición taurina ha estado ligada no sólo al campo charro, sino también a la historia de Salamanca. En el escudo heráldico de la ciudad ya aparece el toro, junto a la encina, como dos figuras veneradas. Un siglo antes del inicio de la construcción de la Plaza Mayor, escribió Pedro de Medina: Tiene una plaza muy grande; acontece en ella lidiar toros y jugar cañas juntamente, sin impedir el lugar del trato donde compran y venden, ni a otra cosa alguna. Los primeros festejos de toros se celebraban en lugares al aire libre como la Plaza del Mercado, la del Azogue Viejo, la Plaza de San Martín o la del Concejo. Sin embargo, ningún marco llegó a ser tan notable coso taurino como el de la monumental Plaza Mayor.

En 1691 se lidiaron 20 toros, por la canonización de San Juan de Sahagún y, sin esperar a acabar la construcción, ya se señala 1733 como un ejemplo más de los actos acontecidos a causa de la consagración de la Catedral Nueva. Fue exactamente en aquel año cuando finalizó la edificación de las doce viviendas que constituyen el Pabellón Real, único tramo realizado por entonces.

Para rememorar de un modo más exacto aquellos tiempos, hemos de hacer un alarde imaginativo y elucubrar con una Plaza aún sin concluir; con la iglesia de San Martín, algunas casas solariegas y edificios de la Universidad y Colegios Mayores completando el marco. Anticipándose al Pabellón Real se elevaba una primera tribuna entoldada, mientras que en el extremo opuesto se alzaban las del Cabildo y la Universidad. El pueblo llano se acomodaba en el lugar en el que, en la actualidad, se asienta el Ayuntamiento; y, al mismo tiempo, gallardos jinetes charros ocupaban “la arena” para enfrentarse a los astados de Peñaranda de Bracamonte, protegidos, por lanzas que portaban sus sirvientes.

Diferentes solemnidades van asociadas a la fiesta del toro en esta plaza salmantina y entre ellas, la concesión del grado de doctor, por parte de la Universidad, ocasión en la que desde los balcones las presenciaban el cabildo de la ciudad y el claustro universitario. Tal importancia llegó a granjear la Fiesta que cuando se construyó el arco de San Pablo, se le otorgó el nombre de Arco del Toril, pues los primeros chiqueros ahí se ubicaron y por él los bravos hacían su particular entrada.

Sobre estos festejos taurinos dice Mesonero Romanos: Son las más famosas corridas de toros, las más concurridas y aparatosas que he presenciado, aunque entren en corro las de Madrid, Sevilla y Valencia.

Se efectuó, por entonces, uno de los más significativos cambios en el mundo de la tauromaquia: el surgimiento del toreo a pie realizado por profesionales. Se desconoce con exactitud quién fue el pionero en inaugurar semejante lance en Salamanca, aunque por carteles de la época ronda la sospecha de haber sido un mano a mano entre Pepe Hillo y Pedro Romero.

Ya en aquel tiempo, el espectáculo había captado gran parte del entusiasmo popular y en tres cofradías taurinas se aglutinaba el gentío: San Martín, Santiago de los Caballeros y Santiago de los Naturales. Y, como muestra de la importancia que había alcanzado por entonces la Fiesta Nacional, tenemos el ejemplo labrado en el exterior del insigne Arco del Toro, en el centro del Pabellón Real, pues allí esculpida se encuentra una testa del noble animal.

La plaza se acondiciona para este uso con la construcción de talanqueras y tablados. Surgen los balcones, a veces con antepechos corridos, para aumentar su capacidad. Durante los días de festejos los vecinos alquilan estos espacios al Cabildo, la Universidad, los nobles o el Colegio de San Bartolomé, mientras el populacho se asentaba en talanqueras. Se establece en Salamanca, a partir de junio de 1620, el precio de doce ducados para el primer piso, ocho para el segundo, seis para el tercero y cuatro para el cuarto –para los festejos de la tarde–, pues los matutinos eran disfrutados por los inquilinos de las viviendas.

La Feria de Salamanca era pues, un encuentro festivo en el que se vendía ganado, y el pueblo se divertía en el Real de la Feria. Sin embargo, fue en 1840 y por motivo de la construcción de la Plaza del Campo San Francisco (al lado del palacio de Monterrey) cuando la tradición de una Plaza Mayor taurina, se apagó por completo. O casi, puesto que al menos en alguna ocasión más y de un modo extraordinario, el fabuloso marco volvió a transformarse en albero. A saber: en octubre de 1846, por las nupcias de Isabel II; en San Mateo de 1863, con la celebración de las ferias (aunque hay quien aporta una datación diferente y habla del año 1869), siendo los últimos festejos el 15 de julio de 1972, en corrida nocturna televisada por “Mundovisión” a beneficio de la Cruz Roja y, luego, en 1992 durante la Feria Universal Ganadera.

De la época son señeros el Hotel Pasaje (incendiado en 1928), el Hotel Coliseum y el Gran Hotel, que servían de parador de los toreros. Reminiscencia de esta fiesta en la Plaza Mayor es el ritual taurino, cada 16 de agosto, de la “Mariseca” (nombre que procede del sonar de la campana de la iglesia de San Martín, que marcaba con sus tonos el ritmo de la capital charra hasta quedar muda o seca): Operarios taurinos colocan en la espadaña de la fachada del Ayuntamiento, un mástil coronado por una veleta con la silueta de un toro y la enseña nacional, con las fechas de la temporada taurina. Originariamente esta Mariseca se colocaba en la Plaza de San Martín, en el rollo que existía en el centro “hasta que en 1669 se cayó y mató a un hombre que por allí pasaba”, por lo que fue a colocarse sobre el arco de San Fernando. En 1806 el operario que colocaba la enseña taurina “cae en la operación a la Plaza, quedando muerto en el acto” por lo que se decidió pasarla al Ayuntamiento.


Capítulo extraido del libro Salamanca. Plaza Mayor de Europa. <br= "clear">

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Información elaborada por el Centro de Estudios Literarios y de Arte de Castilla y León. Más detalles: (Editorial CELYA )