Sebastián Malvar y Pinto
Sebastián Malvar y Pinto (Salcedo,(Pontevedra) 1730 - Santiago de Compostela, 1795) arzobispo.
Sebastián Malvar y Pinto nació en Salcedo, formándose en los conventos franciscanos de Pontevedra y Ribadavia. Realizó estudios eclesiásticos en Salamanca, ciudad en la que se ordenó como franciscano el 5 de marzo de 1747. Completó su formación años después realizando estudios de Teología y finalmente obtuvo el grado de doctor en la universidad salmantina y una cátedra de Teología, lo que le dio renombre y fama. En 1777 fue designado para ocupar la sede episcopal de Buenos Aires, a donde viajó acompañado de su sobrino Pedro Acuña y Malvar, sacerdote, y de su confesor personal Fray Pedro Guitián Arias.
Una vez en Buenos Aires, Malvar recorrió el territorio y observó las necesidades de iglesias, por lo que ordenó erigir nuevas parroquias y poblados. Sus primeras iniciativas al frente de su diócesis fueron encaminadas a mejorar las costumbres e incrementar la evangelización, preocupándose también por finalizar las obras de reconstrucción de la catedral porteña. En los seis años que permaneció en la diócesis el obispo Malvar tuvo varios enfrentamientos con el virrey Vértiz –un criollo con tendencias renovadoras- así como con el cabildo catedralicio, por cuestiones de preferencia y privilegios. Por su mentalidad conservadora, el obispo Malvar promovió los ejercicios espirituales y prohibió las corridas de toros. Su permanencia en el Río de la Plata no fue muy dilatada, ya que en 1784 fue nombrado arzobispo de Santiago de Compostela, gracias, entre otros méritos, a su implicación en la sofocación de la rebelión encabezada por el inca José Gabriel Cordoncanqui Túpac Amaru II. En el viaje de regreso, al desembarcar en Cádiz, protagonizó junto con su sobrino un curioso suceso: los funcionarios de aduanas los acusaron de traer, fraudulentamente, en el equipaje que portaban, una considerable cantidad de barras de oro sin registrar. Para resolver el incidente Malvar donó la mercancía a la Corona, con lo que quedaba exenta de registro. Sin embargo, al parecer, el rey se la devolvió para que la invirtiera en obras en Compostela. El arzobispo Malvar falleció en la capital de su archidiócesis a los once años de tomar posesión.