Fray Luis de León

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Fray Luis de León, O.S.A., (Belmonte, Cuenca, 15 de agosto de 1527 - † Madrigal de las Altas Torres, Ávila, 23 de agosto de 1591), poeta, humanista.

Fray Luis de León es uno de los escritores más importantes de la segunda fase del Renacimiento español junto con Francisco de Aldana, Alonso de Ercilla, Fernando de Herrera y San Juan de la Cruz y forma parte de la literatura ascética de la segunda mitad del siglo XVI. Su poesía está inspirada por el deseo del alma de alejarse de todo lo terrenal para poder alcanzar a Dios, identificado con la paz y el conocimiento. Los temas morales y ascéticos dominan toda su obra.

Biografía

Fray Luis nació en Belmonte (Cuenca), el mismo año que Felipe II, 1527. Era hijo del abogado y consejero áulico Lope de León y de Inés Varela, al parecer de origen hebreo. Su familia se trasladó enseguida a Madrid, y él mismo, cuando cumplió los catorce años, marchó a estudiar a la Universidad de Salamanca, ciudad que constituyó el centro de su vida intelectual como profesor de su universidad. Allí ingresó en la orden de los agustinos, profesando el 29 de enero de 1544. Estudió filosofía con Fray Juan de Guevara y teología con Melchor Cano. La exégesis bíblica se la dirigió Cipriano de la Huerga. Bachiller en Toledo y doctor en Teología por Salamanca.

Empezó su lucha por las cátedras: la de Biblia que no logró, pero en 1561 obtiene la cátedra de Teología Escolastica, llamada la de Santo Tomás en la Universidad de Salamanca. Esta cátedra la consiguió por cinco años al ser elegido por los propios alumnos. Tras cuatro años logró una gran popularidad que le llevó a la cátedra de las Sagradas Escrituras. Esta situación causó enfrentamiento con algunos de sus colegas.

Las envidias y rencillas entre órdenes y las denuncias del catedrático de griego León de Castro entre otros profesores, le llevaron a las cárceles de la Inquisición bajo la acusación de haber traducido partes de la Biblia a la lengua vulgar, cosa expresamente prohibida por el reciente Concilio de Trento y que sólo se permitía en forma de paráfrasis. Aunque era inocente de tales acusaciones y fue defendido por los catedráticos de hebreo Grajal y Martínez de Cantalapiedra, su prolija defensa alargó el proceso, que se demoró cinco largos años, tras los cuales fue finalmente absuelto. Es fama que entonces, al salir de la cárcel, escribió en sus paredes la siguiente célebre décima:

Aquí la envidia y mentira


me tuvieron encerrado.
¡Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,
y, con pobre mesa y casa,
en el campo deleitoso,
con sólo Dios se compasa
y a solas su vida pasa,


ni envidiado, ni envidioso!
Medallón

También afirma una tradición que, tras esos cuatro años de cárcel, empezó la primera clase de este modo: Dicébamus hesterna díe... (es decir, ‘Decíamos ayer...’). En su regreso no quiso que cesaran a los catedráticos y en su regreso se dedicó a impartir una clase leída con una asignación de 200 ducados anuales.

Estuvo un periodo en la cárcel por traducir la biblia a la lengua vulgar. Tras la cárcel (del 27 de marzo de 1572 al 7 de diciembre de 1576), la de Filosofía Moral, de nuevo la de la Biblia. En Salamanca dio clases a San Juan de la Cruz, que se llamaba por entonces Fray Juan de Santo Matía.

En Salamanca se divulgaron pronto las obras poéticas que el agustino componía como distracción, y atrajeron las alabanzas de sus amigos, los humanistas Francisco Sánchez de las Brozas (el Brocense), y Benito Arias Montano, los poetas Juan de Almeida y Francisco de la Torre, y otros como Juan de Grial, Pedro Chacón o el músico ciego Francisco de Salinas, que formaron la llamada Escuela de Salamanca o salmantina. Nervioso e insomne, dejó hermosos poemas a la noche estrellada, al efecto de la música en el espíritu y a la curiosidad intelectual, que en él se expresaba especialmente en un particular interés por la astronomía y la naturaleza. Se retiraba con frecuencia a una finca de la orden, a poca distancia de Salamanca, llamada La Frecha (ahora se conoce como "La Flecha").

Todavía en 1582, volvió a enfrentarse con la Inquisición, denunciado por Domingo Báñez, con el resultado de que se le prohibió defender sus ideas sobre la libertad humana.

Murió cuando su orden estaba a punto de hacerle provincial de la misma. Se empezó a hacer el proceso para su beatificación, pero cuando se abrió el féretro (que se encuentra en la capilla de la Universidad de Salamanca), la tapadera estaba arañada por dentro (por lo que se supone que había sufrido un ataque de catalepsia y había sido enterrado en vida).

La obra

Los temas preferidos en el largo número de odas que escribió son el deseo de la soledad y del retiro en la naturaleza (tópico del Beatus Ille), y la búsqueda de paz espiritural y de conocimiento (lo que él llamó la verdad pura sin velo), pues era hombre inquieto, apasionado y vehemente que deseaba la tranquilidad, la paz y el sosiego antes que toda cosa:

Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.

Como poeta desarrolló la lira como estrofa, pero prefería el endecasílabo para las traducciones de poetas latinos y griegos, que por lo general realizaba en tercetos encadenados o en octava real.

Su estilo es aparentemente sencillo y austero; no abundan las imágenes ni los adornos. Su sintaxis, constreñida por la exigente forma de la lira, recurre frecuentemente al encabalgamiento abrupto, expresando con ello su carácter atormentado. Por otra parte, su vehemencia se refleja a través de las numerosas expresiones admirativas e interjecciones que pespuntean sus versos y tanto en su prosa como en su verso recurre habitualmente a las parejas de palabras unidas por un nexo o una coma, es decir, a las geminaciones. Utiliza un repertorio simbólico tomado de la poesía clásica latina y hebrea, y en él se sintetizan tres tradiciones culturales distintas: la poesía grecolatina clásica (en especial las odas de su admiradísimo Horacio, y Virgilio) y el Neoplatonismo, la literatura bíblica (Salmos, Libro de Job, Cantar de los Cantares) y la poesía tanto italianizante como castiza del Renacimiento español.

Empezó a escribir en 1572 De los nombres de Cristo, obra que no terminaría hasta 1585. En ella muestra la elaboración última y definitiva de los temas e ideas que esbozó en sus poesías en forma de diálogo ciceroniano donde se comentan las diversas interpretaciones de los nombres que se dan a Cristo en la Biblia. Llega ahí a la máxima perfección su prosa castellana, pues también se deben a fray Luis obras de cierta entidad en latín y algunas obras morales en castellano de menos momento sobre educación, como La perfecta casada, que hay que poner en correlato con obras del mismo género escritas por Luis Vives y otros humanistas europeos del Renacimiento.

Como traductor vertió del hebreo el Libro de Job y el Cantar de los cantares, del latín las Bucólicas de Virgilio y algunos fragmentos de poetas trágicos griegos e italianos como Pietro Bembo y Petrarca.

Sus obras tuvieron una amplia difusión manuscrita, pero permanecieron inéditas hasta 1631, año en que Quevedo las imprimió por primera vez junto a las de otro ingenio de la Escuela de Salamanca, Francisco de la Torre, como ataque contra el desmesurado Culteranismo estilístico de Góngora.

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