Orden de Predicadores

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La Orden de Predicadores (Ordo Praedicatorum, O.P.), conocidos popularmente como Dominicos y Orden Dominicana son una orden mendicante fundada por Santo Domingo de Guzmán en Toulouse, Francia. Su hábito es blanco con una túnica, escapulario, capucha y una capa de color negro. Utilizan como emblema más conocido, la cruz de Calatrava pintada con los colores de la orden. El Lema de la Orden es Laudare, Benedicere, Praedicare (Alabar, Bendecir y Predicar). El carisma dominicano se resume en la expresión Contemplar y dar a los demás lo contemplado.

Una etimología apócrifa atribuye el nombre de la orden a "Domini Canis", es decir, perros (guardianes) del Señor, pero en realidad se deriva del nombre de su fundador Santo Domingo (Dominicus, en latín).

Historia

Los dominicos nacen en el contexto de la lucha contra las herejías, que eran muy numerosas a comienzos del siglo XIII, amenazando con dividir a una Iglesia Católica cuya jerarquía y clero se encontraban en un momento de gran degradación.

Santo Domingo de Guzmán, natural de Caleruega, era un clérigo que integraba el capítulo de la catedral de Osma (El Burgo de Osma). Durante un viaje realizado con su obispo al norte de Europa, tuvo la oportunidad de atravesar Francia y entrar en comunicación con varios grupos declarados herejes, los cátaros y los albigenses, quienes predicaban contra la jerarquía eclesiástica, pregonando la pobreza mendicante y el regreso a las virtudes de la Iglesia primitiva. Hacia 1206 Santo Domingo tuvo la idea de organizar un grupo que fuera a predicar en tierras de herejes, buscando su conversión. Dicho grupo debía empezar predicando con el ejemplo, y vivir pobremente, sin criados ni posesiones. El Papa aprobó la idea, pero la experiencia no tuvo éxito inmediato, por lo que los gobernantes civiles y eclesiásticos optaron por utilizar la fuerza, llevando a cabo una auténtica guerra contra estos grupos heréticos.

Santo Domingo continúa madurando su idea y fue a vivir a Toulouse o Tolosa, donde fundó un monasterio mixto en Prouille. Finalmente, hacia 1215 organizó la primera comunidad formal de "hermanos predicadores", como fue llamada la Orden naciente. Se componía de 16 integrantes. Dicha comunidad se guiaba por la regla de San Agustín y vivía en conventos o casas urbanas, bajo una espiritualidad a la vez monástica y a la vez apostólica. El lema escogido fue «Contemplate aliis tradere», es decir: «Contemplar y dar a otros el fruto de la contemplación». Todo esto fue novedoso para la época, pues hasta entonces, los religiosos vivían en monasterios y no se dedicaban a la predicación, la cual, en teoría, debían hacerla los del clero, que no la hacían, ocupados como estaban en asuntos económicos y de poder. Los dominicos tomaron como ejes de su obra el estudio y la predicación, unidos a la pobreza mendicante. Santo Domingo de Guzmán también instauró la devoción del Rosario.

La Orden fue aprobada por el Papa Honorio III en 1216, quien además concedió que siempre fuera predicador pontificio un dominico, algo que perdura hasta la actualidad. Pocos años después de que la orden fuera aprobada, Santo Domingo toma la decisión de dispersar al pequeño grupo, enviándolo a lugares claves de la Europa de entonces: Salamanca, París y Bolonia, donde se encontraban los principales Estudios Generales del mundo occidental. El éxito fue inmediato. Si en 1221, cuando murió su fundador, los dominicos eran alrededor de 300 frailes, unos cincuenta años más tarde el número rozaba los 10.000 miembros. Hasta el siglo XIX, los dominicos representaron la segunda comunidad masculina más numerosa, después de los franciscanos.

Pronto se hicieron muy populares, y grandes teólogos se forjaron en sus filas. Los casos más renombrados son los de Santo Tomás de Aquino, San Alberto Magno, el Maestro Eckart, el grupo de la Escuela de Salamanca o San Vicente Ferrer.

La preparación y formación teológica expuesta tanto por los dominicos como por los franciscanos hizo que al fundarse la Inquisición, en 1231, las autoridades se fijaran en estos religiosos y le confiaran su organización, que llevaron adelante con mucho celo, al punto de que los primeros quedaron asociados para siempre con este tristemente célebre tribunal. Tal vez los más famosos inquisidores son Bernardo Gui (o de Guio) y Tomás de Torquemada, ambos dominicos.

Tras una decadencia que afectó a todas las órdenes religiosas en general durante el siglo XIV, los Dominicos se reformaron en el siglo XV, preparándolos para una nueva tarea: la Evangelización de América. Su trabajo allí fue muy importante y en los anales de la historia se tiene en especial consideración a Fray Bartolomé de las Casas, Fr. Antonio de Montesinos, Fr. Pedro de Córdoba, San Luis Beltrán y otros más por su labor en la defensa de los derechos de los indígenas americanos.

Resulta también de especial importancia la influencia dominicana en la íntroducción de la imprenta en diversos lugares y la fundación de importantes universidades en el continente americano, como las universidades de Lima, Guatemala, La Habana, Guadalajara y Yucatán, entre otras.

En la primera mitad del siglo XIII, los dominicos llegan a la ciudad de Salamanca y se instalan en un convento junto al rio, pero el peligro de las crecidas motivan su traslado al solar del actual Convento de San Esteban. En 1533 se inician las obras de este convento, coincidiendo con la época de mayor gloria intelectual de la orden; se puede decir que en él se forjó la Escuela de Salamanca, en su faceta teológica, que daría después sus frutos en el derecho y en la economía, con personajes de la talla de Francisco de Vitoria, Tomás de Mercado o Domingo de Soto.

En el Extremo Oriente, la presencia dominicana no es menos importante que en América; su influencia en la creación de la cultura filipina es determinante con la creación de la Universidad de Manila y su gran intervención en la evangelización de China y Japón.

Al advenir la época de las revoluciones (siglos XVIII-XIX) tanto en Europa como en América, la Orden soportó la crisis más grande de su historia. La inobservancia, la laxitud, la aridez intelectual, unida a los ataques que desde el exterior lanzaron las autoridades políticas de corte liberal, la llevaron a casi desaparecer por completo. A partir del siglo XIX comenzó una segunda restauración, si bien el número de religiosos nunca volvió a ser el de otras épocas. Uno de los restauradores más conocidos por su influencia en Francia y en Europa en general, fue Enrique Lacordaire.

En el siglo XX la Orden Dominicana recuperó parte de su antiguo esplendor en el campo teológico y pastoral. A través de teólogos como Marie Dominique Chenu e Yves Congar, entre otros, los dominicos tuvieron una influyente participación en el Concilio Vaticano II. En la actualidad, los alrededor de 8.000 frailes que existen se dedican especialmente al estudio teológico y filosófico, a la pastoral en parroquias, a la misión y la enseñanza en centros de estudio.

Santos y beatos de la orden

Personalidades de la orden

Dominicos en la ciencia

Atributos iconográficos

Según la "Leyenda", denominación genérica de la primera biografía de Santo Domingo de Guzmán obra del fraile español Pedro Ferrand, su madre Juana de Aza, estando embarazada del santo, tuvo un sueño en el que daba a luz un cachorro que portaba una antorcha encendida en su boca y un globo a sus pies. Inquietada por el sueño, peregrinó a un monasterio benedictino cercano fundado por Santo Domingo de Silos, el cual le explicó que simbolizaba la luz que el niño daría al mundo con su predicación. Según esta leyenda, agradecida la madre, puso el nombre de aquél a su futuro hijo. Los propios dominicos se considerarían a sí mismos como los perros pastores de la Iglesia.

La estrella, también presente en el escudo de la Orden, es descrita en otro episodio de la "Leyenda", que narra cómo durante el bautismo del predicador apareció una estrella en su frente. En cuanto al origen de la cruz del escudo de los dominicos, responde a otro atributo del santo, la flor de lis, presente ya en forma de cruz flordelisada en el propio escudo de la familia Aza. Estos son los atributos más importantes junto a la iconografía del rosario, el cual le fuera revelado a Santo Domingo por la Virgen María en otro episodio mítico de su vida. El rosario sería uno de los ejes principales de doctrina de la Orden de Santo Domingo (muy probablemente tomado del rosario musulmán, que los españoles de la época tenían que conocer bien).

Enlaces externos